En la Escuela de Idiomas Abraham Lincoln, muy cercana al edificio de becas universitarias de F y Tercera, en La Habana había en los inicios de la década de los años 70 del siglo pasado, un profesor de mandarín, que es la lengua oficial de la República Popular China.
Era muy común que los estudiantes de ese centro aprovecháramos los encuentros casuales en cualquier lugar para conversar en el idioma que estuviéramos aprendiendo, y en este caso la conversación transcurrió en mandarín ante un grupo de curiosos.
En un momento de la conversación con la agradable brisa del Malecón en la calle G, el maestro dijo algo que de acuerdo con la entonación, si se entendía correctamente, quiere decir mandarín, pero si el oído no está habituado, se puede confundir con no entiendo o cualquier otro significado.
Ante la confusión, intenté explicarle al condiscípulo, pero involuntariamente lo hice en el dialecto que heredé de mis padres, y entonces todos tuvimos que hablar en español para poder esclarecer la situación.
Inmediatamente, el profesor intervino: Arturo, Arturo… no, no… cantonés no…
Entonces, me disculpé en español y nuestro maestro aprovechó la oportunidad para explicar la diferencia entre mandarín y cantonés, pero los curiosos espectadores no comprendieron lo que estaba ocurriendo.
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Uno de ellos dijo que el joven, es decir, yo, hablaba el español mejor que el viejo, o sea, el profesor, y se preguntaba dónde yo habría aprendido a hablar tan bien que parecía cubano.
También los curiosos iban en mi rumbo, y poco antes del edificio de F y Tercera, un grupo de estudiantes vietnamitas me preguntaron en perfecto español: ¿Arturo, ha pasado la 74? Y por supuesto, en el mismo idioma les contesté: pasaron dos casi juntas.
Escuché detrás de mí: a esos yo los conozco, son de Letras, son vietnamitas, pero ese es el que me tiene loco y le voy a preguntar.
-Oiga, usted vino de China.
-No.
-¿Usted es chino de China?
-Soy chino de Cuba.
Días después, los encontré en la Plaza Cadena, pues eran estudiantes de Derecho. Una joven integrante del grupo, jocosamente me dijo que me había burlado de ellos, y les repetí cómo había sido el interrogatorio.
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Y admitió: tú tienes razón, porque no viniste de China si naciste en Cuba, y a nuestra tonta pregunta de si eras chino de China, diste la respuesta que cabe, pues ¿si los chinos no son de china y los cubanos no son de Cuba, de dónde van a ser?
Terminó: Ya sabemos que tú estudias Periodismo. Nosotros somos de Derecho. Nuestras profesiones tienen la pregunta como herramienta de trabajo, pero a ti te contestan si quieren, y a nosotros están obligados legalmente a hacerlo, pero tanto ustedes como nosotros tenemos que saber preguntar correctamente.
Les dije: ¿Puedo invitarlos a merendar?
Pregunta incorrecta, respondieron casi a coro. Resulta que la cafetería estaba cerrada.
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