Hacer dos colas menos al mes

Hasta hoy todavía es común que una persona recorra cada casa para chequear el consumo de electricidad o del agua donde exista metrocontador y que luego haga el mismo recorrido para cobrar, pero en el caso de la factura telefónica se ha ido reduciendo la presencia humana, pues además de saber el consumo desde una oficina central, el monto a pagar puede informarse mediante correo electrónico y no solo a través del cartero.

Estas escenas traen recuerdos de la décadas de los 80 del siglo pasado, cuando el principal directivo de Correos de Cuba en el país asumió ese cargo y explicó a la prensa el propósito de que sus oficinas, además de trasladar cartas, telegramas y dinero mediante giros postales, asumieran el cobro de la electricidad, el pago de pensiones y otra cantidad de trámites que me parecieron exageradas.

Fue en Sancti Spíritus donde coincidí con un recorrido del director nacional, creo que de apellido Peña, pero de lo que sí estoy seguro es de que vivía en Ciego de Ávila y había sido promovido recientemente para el cargo en La Habana.

Además de referirle varias deficiencias y malos tratos de sus empleados en el país, más como afirmación que como pregunta, le dije que parecía demasiado querer realizar funciones que hacían otras entidades y mencioné los “giros telegráficos”, nombre que pudo derivarse de que se usaba el telégrafo para transmitir la cantidad de dinero enviado.

Tras el listado de problemas, insistí en preguntar si no era demasiada pretensión asumir nuevas faenas si las que tenían, se realizaban de manera que provocaban disgustos entre quienes acudían a las oficinas de correos.

No recuerdo cómo fue que la conversación terminó con una anécdota contada más o menos así: como que su familia todavía vivía en Ciego de Ávila y trabajaba en La Habana, le envió el salario a su esposa y hacía varias semanas que todavía no lo había podido recibir porque estaba perdido.

Por supuesto, antes de la despedida contó que tendrían más equipamiento y, con menos personal, podrían realizar eficientemente sus labores. Ni siquiera tomé nota de aquellos sueños, pero al cabo de casi 40 años, los empecé a recordar este lunes 19 de noviembre cuando en horas de la mañana Yadira me pasó por Zapya un programa llamado TransferMovil.

A partir de este momento, no tengo que hacer las tediosas colas para pagar el teléfono por la llamada ventanilla única que alargó las esperas de los clientes, ni tampoco ir a ninguna oficina para saldar las deudas por consumo eléctrico, lo cual evita las incomodidades de usar medios de transporte automotor o de tracción animal. Ahora reduzco el tiempo perdido dos veces al mes en estos menesteres.

Imperceptiblemente, mejoro las finanzas, pues no corro el riesgo de que no tengan moneda fraccionaria para devolver la diferencia, y también evado el peligro potencial de llegar en el preciso momento en que la empleomanía está de mal humor u olvidó las normas de convivencia civilizada.

A través de TransferMovil hago el pago, pero ya también evito en buena medida acudir a enviar o recibir giros, pues puedo transferir dinero de una tarjeta magnética a otra, considerando que las que tenemos tienen los requisitos para hacerlo.

Nunca más me encontré con Peña, pero a la distancia de casi cuatro décadas reconozco que cuando Correos usaba unos ruidosos aparatos llamados telex o teletipo, se adelantó con sus aspiraciones a lo que hoy estamos llamando informatización, comercio electrónico, portal del ciudadano, Internet…