Impredecibles, pero más aún: imbatibles

La persona que recuerdo constantemente desde hace unos tres años es real, pero no lo identificaré en esta ocasión porque como él hay muchos, y el propósito es referirnos a ese tipo de individuos que parecen ir contagiando a todos hasta que la mayoría llegan a ser así.

Era el año de la llamada Crisis de Octubre y hasta los niños nos preocupábamos por una guerra con bombas atómicas. En ese contexto, otro infante, pero de mayor edad y estatura que el personaje de los recuerdos andaba buscando pleitos, provocando riñas con su indiscutible ventaja para vencernos.

El alfeñique de esta historia tomó una piedra en cada mano, sin decir ni una palabra, se las mostró al grandulón, y seguidamente le lanzó una que lo dejó revolcándose del dolor en una pierna, tomó otra y se sentó tranquilamente en uno de los bancos del parque.

¡Traicionero, deja que te coja!, amenazó el abusador, a lo cual el físicamente débil y de menor edad, como si estuviera hablando solo, o pensando en voz alta, y diciéndose él mismo, contestó:

“Esto es como una pelea de Cuba contra Estados Unidos, que perdieron en Playa Girón y ahora tienen miedo de los cohetes rusos. Si ganan, pierden porque el mundo entero dirá que ganaron porque Cuba es chiquitica y débil; y si Cuba gana como en Girón, pasarán la pena de que les gane un chiquitico y entonces perderán dos veces”.

A este mismo personaje lo recordé también cuando los contrarios al chavismo, y sabihondos de política internacional le endilgaban a Nicolás Maduro Moros adjetivos para descalificarlo, lo cual daba oportunidad para pensar: ¿Y si Maduro es así, cómo es que los inteligentudos presidentes del país más poderoso del mundo no lo han podido derrotar?

Seguramente en alguna oportunidad lo identificaré, pero por ahora basta con saber que sin ánimo de burlas, ni de choteo criollo, los cubanos han tenido el mérito de estar por el mismo camino que emprendieron al comenzar el año 1959, unas veces detenidos, otras andando a mayor o menor velocidad, pero sin desviarse ni retroceder en la ruta a pesar de la desaprobación del grandulón (EE.UU.).

En la gran prensa norteamericana han llegado a atribuir la causa de las sucesivas no conseguidas victorias de las administraciones de ese país, a lo impredecible que resultan los habitantes de la nación caribeña, lo cual, sin dudas, puede resultar cierto para quienes no han sido capaces de ponerse dentro de los zapatos de los cubanos.

Se equivocaron en los cálculos para pronosticar lo que sucedería al quedar las arcas del estado cubano con cero centavos en 1959, y luego no poder vender el azúcar en el mercado de EE.UU. y perder el suministro de combustible desde el norte.

También fueron erróneos al diagnosticar la situación cubana para estimar que lograrían el “cambio de régimen” con el bloqueo o al desaparecer el campo socialista, y más recientemente creyeron que darían el tiro de gracia con el recrudecimiento de la guerra económica.

Una pandemia como la de la enfermedad pulmonar y los apagones parecían ser el ingrediente que faltaba para que otra vuelta de tuerca al bloqueo provocara estallidos sociales estimulados desmedidamente con la guerra no convencional.

Y vuelve Cuba a vivir otro diciembre, el número 63, a partir del cual los contrincantes más poderosos del planeta tendrán que volver a diagnosticar, diseñar acciones desestabilizadoras y hacer nuevos pronósticos, que volverán a ser fallidos porque no acaban de entender las señales que los habitantes de la isla caribeña les dan: No son impredecibles, todo lo contrario: pueden predecir que resisten, resisten y resisten dispuestos a conseguir sus objetivos el año que viene. Siempre esperanzados en un año que viene. Que entiendan: The Cuban people are unbeatable.