Si hacemos memoria, recordaremos algo conseguido alguna vez porque fuimos inconformes ante una situación, ya sea personal, familiar, del colectivo de estudio o trabaja, o de la sociedad dentro de la cual participamos de alguna manera, ya sea directa o indirectamente.
Por tanto, no es negativo adoptar una actitud de inconformidad ante lo que tenemos, pues ello nos lleva a aspirar, a tener una idea de lo queremos para satisfacer una necesidad material o espiritual, y hacer planes para ejectuar acciones.
Cuando nos comportamos de manera inconforme, y manifestamos inconformidad, estamos dando señales de nuestros sentimientos y si es causado por alguien cercano, éste lo puede captar y modificará respetuosamente su conducta de forma voluntaria o porque se lo exigiremos.
Otra cosa diferente son los inconformistas, esos personajillos incapaces de disfrutar lo que tienen e irse alegrando en la medida en que van consiguiendo más, y tomando los logros como estímulo para seguir satisfaciendo los deseos.
Están por todas partes y no importa si son tiempos de bonanza o estrecheces, pues aún en las mejores circunstancias se consideran desgraciados por la carencia, y ante cada logro, incrementan la desdicha por lo que les falta en vez de disfrutar lo que obtienen.
Son incapaces de sentir felicidad ante cualquier magnitud del avance, da lo mismo un paso que 100 en el camino a su objetivo, les parecerá que es nada, o lo consideraran totalmente nulo porque están incompletos.
Lo que ya tienen les parece poco, y sin miramiento alguno pretenden hacer partícipe de su infelicidad a otros que poseen mucho menos, sin reparar en que el prójimo está en una situación aún más desventajosa.
Este comportamiento humano puede no estar permeado por mala fe ni intenciones malsanas, pero conviene identificar estos casos para ponerles freno hasta por el bien del que padece de ese inconformismo, que no es lo mismo que inconformidad.
En tales casos a veces basta con decirles: yo tengo menos que tú, o mencionarle quién está en situación peor, y agregar que sin estar satisfechos, somos capaces de disfrutar de lo que tenemos en vez de sufrir por lo que falta.
Se trata de darles otros puntos de vista y compartir en qué condiciones estamos nosotros y otros más, como mismo trata de hacer él al contarnos sus sufrimientos y motivos por los cuales se siente así.
Otra cosa diferente son los malintencionados, esos personajillos que conscientemente se inmiscuyen en la vida espiritual de los demás para hacerlos infelices y convertir en invisible lo que se hace por resolver problemas acumulados.
Hay que estar alertas, sobre todo en esas áreas donde las desventajas han provocado situaciones agobiantes y es común tener que romper la inercia causada por un negativo conformismo causado por el dilatado tiempo sin soluciones.
Un antídoto que se puede aplicar para evitar las revolturas que causan los inconformistas en esas barriadas es hacerlo todo en colectivo, desde confeccionar una lista de dificultades que deben resolver, hasta decidir a qué dedicar los escasos recursos.
Y no olvidar las acciones de comunicación para enterar a los vecinos de todo cuanto se haga y dar a conocer en qué puede participar cada uno, así como socializar los proyectos.
Vía libre a los inconformes, sobre todo, a los que luchan por alcanzar más y más, pero... cuidado con los inconformistas que en vez de disfrutar lo que tienen, padecen infelicidad por lo que les falta, y tratan de contagiar a los demás.
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