Laberintos

Durante aquellas movilizaciones masivas de trabajo voluntario que hasta principios de los años 90 se realizaban en muchos lugares del país, hubo casos en que perdíamos varias horas para encontrar el lugar donde realizar las faenas agrícolas.

Al responsable del grupo o el chofer le decían el nombre de la zona, pero de ahí a hallar el área exacta podían ocurrir muchas cosas, algunas tan simpáticas como “ve recto por esa guardarraya y cuando veas una yegua amarrada, dobla por ahí.”

La bestia era del jefe de lote, pero no la amarró, por lo cual el animal buscando yerba para su desayuno, se trasladó hacia un lugar donde no la podíamos ver.

Este asunto de encontrar una dirección suele ser complicado en cualquier lugar, hasta en zonas urbanas como las del Reparto Escambray de Santa Clara con misterios que pudieran superar al de La Habana, donde estando en 5ta y 42, para llegar a 60 en vez de caminar nueve cuadras, se llega en tres.

Si alguien conoce las causas del fenómeno capitalino, por favor, explíquelo en el espacio final dedicado a los comentarios digitales, pues de ahora en adelante, intentaremos describir lo que semeja un laberinto santaclareño.

Hubo una ocasión en que una ambulancia con un atribulado conductor indagaba por una dirección para transportar un paciente grave hacia el hospital, y nadie pudo decirle cuál era la escalera con el número que decía.

Resulta que en ese reparto se puede dar una dirección con el número del edificio, pero también hay algunos casos en que se identifican por la escalera desde la cual se accede a cuatro o 10 apartamentos.

Aunque puede darse el caso de un despistado que no sabe en qué edificio vive, es común que la mayoría lo conozca, pero no que también sepa la numeración del que está al lado, pues un 300 y tanto puede estar seguido por otro que sea de los 20.

Auxiliado por el cartero de la zona, desentrañamos varios misterios del reparto santaclareño, donde la calle 10 tiene pocos metros, pues fue interrumpida con varias obras constructivas, por lo cual de la 8 se salta a la 12.

Y como que no hay señaléticas, salvo para la calle 10, quien no pregunte, no sabrá cuál es la calle 8, que según muestran en su carné de identidad, varios vecinos, también se llama Bonachea, que algunos confunden con Reparto Bengochea, distante a un par de kilómetros.

Siguiendo la lógica, paralelo a 8, debe estar la 10, luego la 12 y después la 14, pero no, esta última entronca con la 10, por lo cual alguien puede estar en 10 esquina a 14.

Será lo lógico que si la vía se llama Prolongación de Bonachea, sea al final de ésta, pero no es así, sino que está antes de llegar a 5ta, doblando desde Bonachea.

La configuración de las calles, unido a que los edificios, escaleras y vías carecen de señaléticas, hace que para llegar a algún lugar, tenga que ser como quien va a Roma, preguntando, siempre preguntando hasta encontrar a un vecino que sepa la respuesta.

Y en no pocas ocasiones, para formular la interrogante si no hay ningún transeúnte, y quiere acudir a algún apartamento, tendrá que dar la vuelta porque los edificios están de espalda  a la calle.