Las ideas y el tiempo

Estaba concluyendo la década de los años 70 del siglo pasado cuando alguien expresó una idea que captó mi atención, pero no porque la admitiera, sino por ser insólita en esos momentos, parecía más un deseo que una conclusión devenida de profundas reflexiones.

Escuché que, según los hechos de aquel instante y los rumbos que tomaban, algún día un pequeño país subdesarrollado, se refería a Cuba, sería tema de influencia para decidir quién sería el presidente de una gran nación como los Estados Unidos.

También por aquellos días en el barrio chino habanero, en una conversación con uno de sus habitantes que vivía justo al lado de la entrada al restaurante Pacífico, me explicaba que China, pronunciado Zhong guo, significaba el primero centro y el segundo: país. Por tanto, quienes bautizaron con tal nombre a esa nación creyendo que estaba en el medio del mundo, adelantaron la posición hacia la cual marcha la economía del llamado gigante asiático. Miles de años después de ser nombrada como país central, con pasos lentos como se suelen dar los firmes, emerge desde un territorio eminentemente agrícola hacia la industrialización y modernización para competir de tú a tú con las naciones más desarrolladas.

Cerca de media centuria ha transcurrido para que este redactor comprenda que la ubicación geográfica de la llamada Llave del Golfo, por su historia se ha ganado un lugar en el mundo, pero también se ha granjeado el odio de quienes la consideran un mal ejemplo.

Por mucho que lo desearan los que fundaron el barrio chino habanero o los que se establecieron por toda Cuba, ninguno hubiera creído que en tan breve tiempo su terruño natal alcanzaría tal prominencia económica ni sus familiares lograrían una prosperidad que, de haber existido antes, ellos no hubieran emigrado en busca de mejoras.

De manera directa y cercana solo conozco al de un chino y una china, mis padres, pero me gustaría suponer que en la mayoría de los casos fue así, que no sacaron sus cuerpos del llamado país central, y dejaron allí su pensamiento, solo por encontrar nuevos horizontes.

En el caso que más conozco, el mío, ambos emigrantes se dedicaron al comercio de víveres y licores, como decía la patente que les autorizaba a tener la bodega, y de manera constante enviaban dinero a sus familiares, y luego permanecían a la espera de la confirmación de que había sido recibido. La tristeza los embargó cuando por las razones bien conocidas, Cuba hizo el canje de moneda y al dejar de ser una divisa vieron impedidos sus objetivos de enviar remesas a los suyos en China.

Con orígenes en un hogar de emigrados que elevaron el nivel de vida en territorio cubano y al mismo tiempo su bienestar espiritual, al poder contribuir a resolver necesidades de hermanos, primos y sobrinos, me encuentro en las redes sociales con seres nacidos en Cuba, establecidos en otros países que negocian sus votos a cambio de que corten el envío de dinero y obstaculicen las relaciones familiares.

Como mismo parecía increíble lo que escuché en la década de los 70 del siglo pasado sobre las elecciones en EE. UU., y lucía raro el calificativo de país central a una nación atrasada, llegará el día en que tanto la chusma de origen cubano en Miami como los demás ocuparán el lugar que les corresponde en la historia.