La primera vez que abordamos en este blog el tema del apoyo de los vehículos estatales a la transportación de pasajeros fue el 31/07/2015 en Aire, el otro pasajero, luego volvimos el 20/09/2019 con el mismo asunto en Aire, el polizón indeseado y el 25/10/2019 lo titulamos Otra vez la botella, pero como la escoba nueva.
Se trata de un problema añejo reflejado en los medios de prensa tradicionales y últimamente en las redes sociales de Internet, espacios ambos donde todo parece estar dicho ya, tanto en profundos análisis como en expresiones para desahogarse.
Pero es en la dura realidad de las orillas de las vías donde se escuchan más dramáticas las expresiones en las cuales los varados se desahogan contando las causas por las cuales requieren trasladarse, así como las penurias y horas dedicadas al viaje sin poder adelantar mucho.
Allí no son suaves las palabras para expresar opiniones sobre los choferes y quienes tienen asignado el vehículo estatal en función de facilitarle movilidad para realizar sus funciones, sin que tengan prohibido usarlo en asuntos personales.
En el perfil de Facebook de Jorge Legañoa Alonso hay un facsimil firmado por el Premier Manuel Marrero Cruz, fechado el 27 de enero que dice en una de sus partes:
“Teniendo en cuenta la compleja situación que se afronta con la transportación pública de pasajeros, particularmente en La Habana, indiqué al Ministro de Transporte organizar y aplicar, a partir del 1 de febrero próximo, la medida que establece la utilización del transporte estatal en apoyo del transporte público, la cual está concebida entre las 75 medidas aprobadas para impulsar la economía.”
Y termina el documento: “Dada la contribución social que representa esta actividad, se considerará una indisciplina grave de todo aquel que conduciendo un vehículo administrativo estatal no cumpla lo dispuesto.”
A propósito de tal indicación, traemos el post publicado el 17/01/2020 titulado “Botella” ¿coyuntural? en el cual afirmamos que un ocasional desabastecimiento de combustible se reactivó algo que debió ser permanente y citamos palabras del Presidente Miguel Díaz-Canel el 21 de diciembre de 2019:
"…Si la “coyuntura” nos obligó a buscar en las experiencias de tiempos peores, prácticas de ahorro engavetadas, apenas ha pasado la crisis más dura y algunos choferes de autos estatales han vuelto a subir los cristales y a olvidarse de la solidaridad. Y hay medidas que no pueden ser coyunturales. Tenemos que imponerlas hasta que la rutina las vuelva costumbre. Como todas las formas de ahorro y todas las prácticas solidarias (…) Esta es una decisión. No es un pedido. Es una disposición que doy en nombre del Gobierno y de las necesidades de la mayoría. Y exigiremos su cumplimiento porque es mandato del pueblo.…"
Alguien podrá negarlo, tiene derecho a discrepar, y realmente es fuerte, pero no son pocos los que en caminos rurales y carreteras de Sancti Spíritus, Jatibonico, Trinidad, Cienfuegos, Manicaragua, Cumanayagua, Mataguá le han dicho a este redactor: Ese que va ahí es fulano de tal, con tal cargo, y si nos dejó aquí botados no puede ser revolucionario y mucho menos tener sensibilidad ni interés en cumplir sus funciones que se las asignan para beneficiar al pueblo.
Ser calificado como no revolucionario es realmente fuerte, pero cabe la pregunta: ¿De qué otro modo quieren ser señalados por parte de quienes todos los días ven pasar a esas personas a las cuales ya conocen como que no paran y ni siquiera pierden el tiempo haciéndoles seña para que los lleven?
Tal vez alguien proponga llamarles malos o poco revolucionarios o de cualquier otra manera, pero lo que es innegable es el costo político de que no den botella, pues la situación tan colapsada del transporte público de pasajeros en el país, no aguanta más la indolencia de los que no dan botella.
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