En los años 70 del siglo pasado, me encomendaron dar cobertura periodística a un festival nacional de magos en Santa Clara, durante el cual escuché conversaciones entre los participantes al evento, sobre todo cuando estaban en la posición de los espectadores, desde donde hacían análisis de las actuaciones de sus colegas.
Al no tener suficientes conocimientos sobre ese arte, me limité a reportar lo que sucedía, sin atreverme siquiera a escribir lo que oía, aunque también tenía el impedimento ético para no hacer públicas charlas íntimas en las que hacían críticas y elogios.
Entre lo escuchado estuvo una conversación en la cual decían de un mago que su acto estaba muy basado en crear un ambiente psicológico, y otro al que le señalaban que únicamente usaba aparatos y dispositivos sin siquiera tener gestos adecuados al pararse y caminar sobre el escenario.
A finales de esa década de los 70, andaban unos “Ilusionistas” callejeros por la región central del país que nada tenían que ver con esos magos que practicaban esas artes con esmero y dedicación para deleitar a los demás.
Eran individuos habilidosos que timaban a los incautos con sus juegos y apuestas. Uno de los que recuerdo decía: mira, mira, mira bien que el que más mira, menos ve, y entonces el invitaba a colocar el dinero encima de la latica donde creyera que estaba la monedita.
Los vi en calles de Santa Clara, Sancti Spíritus y Jatibonico, y nunca supe que alguno de esos tahúres hubiera perdido, ni siquiera para embullar a las víctimas, todo lo cual recuerdo en estos momentos al observar cómo hay personas inocentes que se equivocan al identificar causas y culpables de sus carencias.
Sin dudas que esa magia maligna cobra víctimas porque las acciones diseñadas para cortar los suministros al país están acompañadas de operaciones de guerra psicológica para confundir y hacer creer que quienes tratan de resolver los problemas son los culpables y que quienes realmente lo son sean vistos como los defensores de sus derechos a no padecer la escasez.
Por un lado, cortan u obstaculizan la entrada de dinero o productos y por otra se erigen en supuestos defensores de quienes padecen las penurias, y hasta exigen que les sean resueltos en la misma medida en que arrecian las medidas restrictivas.
Es como el tahúr que llama la atención de la víctima para que mire hacia sus espaldas, mientras delante de él escamotea la verdad, pues al mismo tiempo que provocan dificultades, inducen a buscar soluciones mediante la emigración que también se encargan de que sea imposible o tan dificultosas que las personas deciden salir de manera desordenada, ilegal y peligrosa.
También se inmiscuyen en asuntos internos al aplicar desgastes constantes que se van acumulando con la intención de provocar estallidos que desestabilicen y provoquen el derrocamiento del gobierno.
Lamentablemente, no se trata de actos de magia como un arte para entretener, sino de crímenes horrendos en los que tratan de que las víctimas amen a sus asesinos.
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