sábado, 20 de abril de 2024

Malas mañas de coleros

No son la fuente de abastecimiento principal, pero sí pueden serlo de irritación y malestar generalizado

Félix Arturo Chang León
en Exclusivo 18/11/2022
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Cuando alguien cree que se implementó la mejor de las medidas para organizar una cola, el colero se vuelve más creativo para burlarlas.
Cuando alguien cree que se implementó la mejor de las medidas para organizar una cola, el colero se vuelve más creativo para burlarlas. (Alfredo Lorenzo Martirena Hernández / Cubahora)

Luego de entrarles en viernes anteriores Manual para colas y los coleros  y Coleros leguleyos en esta ocasión mencionaremos algunas de las malas mañas de los coleros que se saben todas las regulaciones para hacer la cola.

Si bien pudiera ser muy cierto que los productos, hasta de primera necesidad, que circulan por mercados ilegales no salen todos de las adquisiciones de los coleros, resulta innegable que estos personajillos irritan, molestan y perturban el equilibrio mental.

Las incomodidades alcanzan tales proporciones que en no pocos casos provocan que las personas en su mayoría perciban un caos universal en todas las esferas de la vida, aún cuando tras una larga cola, se logre adquirir la mercancía necesitada.

Agradezco a quienes tras leer los dos post anteriores, en plena cola tuvieron la amabilidad de comentar y aportar los elementos que en este viernes comparto con todos los lectores, para quienes nada de lo dicho aquí les sea desconocido.

Si la fila se hace como medida organizativa para vender lo que escasea, cuando alguien “marca” en la cola varias veces y encima de eso, informa que “conmigo vienen dos más, somos tres”, acrecienta la incertidumbre y casi da la certeza de que se agotará el producto antes de que toque el turno.

Las tribulaciones de quienes están después de esos que se colocan en varias posiciones crean situaciones tragicómicas por las confusiones de quienes aseguran haberles pedido el último con numerosas pruebas aportadas para reclamar el derecho al turno.

Por muy contundentes que sean los elementos presentados, el colero le aclara tranquilamente: ah, no pero usted marcó detrás de mi en mi tercera cola, usted va allá atrás, mire, detrás de aquel que está allí.

Pero como usted no es el único confundido, cuando llega al puesto, quienes lo arribar piensan que usted vino en ese momento y consideran que tiene que colocarse al final de la fila y no colarse delante de los que están allí desde hace muchas horas.

Esos procedimientos también incluyen que en cada una de las posiciones tomadas por el colero que marcó para varias personas más, los demás perciban desorden y reclamen a viva voz que se respete el derecho de los que están en la cola.

Duchos en ese tipo de discusiones, los personajillos se erigen en voluntarios organizadores e imparten instrucciones que según ellos, son muy claras, no dan lugar a dudas, y dejan a todos plantados en el mismo lugar donde están, mientras ellos disfrutan de varios turnos.

Otras fuentes de malestar la causan “los impedidos”, tanto los dotados de un carné acreditativo como miembros de organizaciones que agrupan personas con alguna discapacidad, como de otros que la tienen, pero no son afiliados.

También por razones de solidaridad se hace una cola aparte en tales casos, pero suele que cada vez se hace más larga esa fila, y aseguran que ocurrió lo siguiente:

Un discapacitado bien acreditado como tal, estaba en donde le correspondía, pero también en las de personas sin ningún problema, pero un anciano escaso de vista le siguió los pasos hasta la “la cola de impedidos” y airadamente contestó a las protestas que iba detrás de quien le dio el último.

Pero… ese último le aclaró: mire, señor, usted va detrás de mí, pero no aquí en esta cola que es la de impedidos, usted va de tras de mí en la cola normal.

Aunque son infinitas las situaciones, el espacio de este post es limitado, por lo que en próximos viernes continuaremos.


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Félix Arturo Chang León

Periodista cubano de origen chino que nació y vive en Cuba. Santa Clara. Dirigió el periódico Vanguardia durante 16 años.


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