Las noticias, sobre todo las falsas, se caracterizan por ser vertiginosas, incluso cuando a finales de la década de los 60 y en algunos lugares como en la oficina de correos del Sur del Jíbaro en el 71, los telegramas se transmitían en clave de Morse con puntos y rayas o un silbido breve combinados con otro prolongado.
Escasos eran los teléfonos y para hablar había que contactar a la operadora encargada de establecer la comunicación, más rápidamente cuando se le pedía Urgente de Prensa, y entonces el periodista dictaba a alguien como este redactor que en el periódico El Mundo recibía y mecanografiaba los textos a través del 6- 6002.
Existen quienes inventan esas noticias falsas sin maldad, a veces por el simple hecho de ganarse la fama de persona bien informada, que tiene la última, y aporta datos acabados de imaginar para sustentar sus opiniones, y ganarse la atención ante cualquier auditorio que lo mismo puede ser conocido que desconocido para el emisor de lo que en inglés llaman fake news.
Aun sin mala fe, pueden causar verdaderos desastres aunque al pasar los años tengan matices simpáticos como el caso del jovenzuelo que impuso un telegrama para informar a la novia de su fallecimiento en un accidente de tránsito que no ocurrió, y lo firmó con el nombre de un amigo, pero ambos se llamaban igual.
Por supuesto, siempre todos interpretamos que el mensaje había sido enviado por otro que no fue el supuesto difunto, cuya prometida hizo una sola llamada para averiguar, pero desencadenó una avalancha comunicaciones telefónicas por todo el país, pues estábamos dispersos por todas las provincias haciendo prácticas pre profesionales en los medios de prensa.
Recibí una primera llamada en la cual me preguntaron por el muerto y el supuesto accidente, e hice la aclaración: “hace media hora se quedó en su casa, nosotros continuamos el viaje, y el carro no tuvo ningún problema”. No obstante, indagamos y estaba vivo en su hogar.
Pasaron varios días, y todavía la falsa noticia provocaba que me llamaran para saber detalles, la mentira iba a mayor velocidad que mis aclaraciones, y no digo nada más porque los motivos del hecho se los debo revelar primero a alguien.
Harina de otro costal es cuando hay malas intenciones, y cada una de las mentiras pueden parecer aisladas, incluso algunos pueden pensar que nadie la creerá, lo cual es un error, pues al formar parte de una preparada operación de guerra psicológica, hace efecto.
En los últimos tiempos hemos visto notas oficiales y mensajes en redes sociales para desmentir falsedades, lo cual es una buena respuesta, pero quizás también fuera positivo resaltar cuáles fueron las fuentes que emitieron la mentira, de modo que los receptores tengan un antídoto para próximas ocasiones.
Sin apelar a recursos de ciencia y técnica, el sentido común indica que quien miente una vez puede volver a hacer, y si lo reitera, es suficiente para no creerle nunca más, aún cuando no se haya visto hasta el momento un desmentido oficial.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.