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jueves, 7 de noviembre de 2024

Intimidad de la ocasión o de las "casualidades"

El sexo ocasional o casual ha devenido modus operandi de no pocas personas, ¿es normal o negativo este comportamiento?...

Mayte María Jiménez
en Exclusivo 04/05/2012
2 comentarios
relaciones
Quienes practican estos encuentros casuales no lo hacen porque les complete como seres humanos.

Entender y aceptar las maneras de ser y vivir en el siglo XXI resulta a veces complicado. Las dinámicas establecidas tras la revolución industrial y el avance tecnológico han hecho del hombre y la mujer blancos de una vida que puede atentar contra sus esencias, valores y sentimientos más universales.

No se trata de verlo como una era apocalíptica, sino de tiempos en los que, para muchos, han ido cambiando conceptos tradicionales como las relaciones, compromisos, deseo, pasión, amor, placer y felicidad… en los que el ser humano tiende a ser más instintivo, carnal, objetivo y pragmático; donde el ahora vale más que el mañana, y la búsqueda del placer muchas veces supera a la del sentimiento.

Han aparecido las más diversas conductas e ideologías en las relaciones humanas. Una de ellas es el sexo ocasional, casual o esporádico, el cual hace referencia a la práctica de la intimidad entre personas cuyo vínculo puede significar desde un encuentro de una noche hasta una relación romántica más duradera que comenzó por esa conexión carnal.

Este amplio espectro puede hacer referencia a todas las relaciones interpersonales posibles: las heterosexuales, homosexuales, bisexuales y transexuales, ya sean continuadas en el tiempo, o motivadas solo por la búsqueda del placer sexual.

Uno de los conceptos más relacionados con este estilo de vida es la promiscuidad, una conducta sexual que ha acompañado al ser humano durante toda su historia, desde que en los tiempos antiguos se aceptara una mayor libertad para estas expresiones.

A veces ocurre de manera encubierta, pero cada día es defendida más abiertamente por personas que no se consideran a sí mismas como "transgresoras" de lo establecido, aunque en la práctica demuestran lo contrario.

VARIEDAD, INSTINTO O PROMISCUIDAD

La referencia nos llega desde la antigua Roma, con personajes como Tiberio, Calígula, Claudio, Julia y Mesalina, considerados algunos de los grandes exponentes de la lujuria reinante en el imperio, como expresión de la libertad sexual, más allá de los privilegios de los gobernantes.
Es así que la promiscuidad y los encuentros casuales en la intimidad han sido testigo de todos los capítulos de la historia de la humanidad. Pero no fue hasta finales del siglo XX y el XXI que esta actitud se fue asumiendo como algo “normal” en la sociedad, y se desprendió de grandes cuestionamientos morales.

Desde que, a finales del siglo XX, se produjo un equilibrio social entre hombres y mujeres, apoyado por el crecimiento y establecimiento de las nuevas tecnologías, en la sociedad se han creado nuevos mecanismos que permiten a las personas encontrar lo que buscan, ya sea por Internet, en una reunión o fiesta, donde intercambian con amigos o desconocidos.

Tanto para los hombres como para las mujeres el derecho a expresar sus deseos sexuales y llevarlos a la práctica se fue asumiendo en el día a día, especialmente en los países más desarrollados, en los que la independencia económica y personal del sujeto se ha ido conformando desde edades más tempranas.

Una de las investigaciones científicas realizadas al respecto apuntó que una de las razones principales que motiva a los individuos a practicar el sexo ocasional es la sensación de excitación que provocaba en los usuarios el saber que era un acto socialmente inapropiado.

Para otros, el poder vivir el placer sin compromiso, y dejarse llevar por el instinto y el deseo, es un factor que les incita a intimar con quien consideren, de manera ocasional, aunque ello implique tener varias parejas sexuales o, lo que es igual, ser promiscuos.

Sin embargo, más allá de la satisfacción del impulso más íntimo, las pesquisas indican que detrás se esconde la necesidad de encontrar una estabilidad emocional, combinada con el hecho de disfrutar de las relaciones sociales y sexuales.

Especialistas como la psicóloga Ana María Kano, del Centro Nacional de Educación Sexual, han planteado en varios artículos referidos a ese tema que tanto la casualidad como la promiscuidad en los encuentros sexuales no son aconsejables, especialmente en la adolescencia, cuando no se ha alcanzado una madurez total, y están en la construcción de la propia identidad.

La experta aboga por que las personas se conozcan, tengan una relación humana en la que predominen la ternura, los afectos, y sobre todo que puedan tener salud sexual, se protejan, cuiden y amen.

Según advierte, con una actitud diferente se corre el riesgo de no permitirnos el conocer y disfrutar a los seres humanos como corresponde, porque de lo contrario el hecho de compartir una experiencia sexual es solo físico, biológico, carente de otro tipo de sentimiento, mucho más enriquecedor.

Obviando el elemento espiritual, se puede constatar que una persona que mantiene sexo seguro o protegido con otra de manera estable puede evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual.

Sin embargo, las dinámicas de vida establecidas entre los hombres y mujeres del siglo XXI, con total independencia económica y libertad para hacer lo que entiendan conveniente, hacen que estas conductas sean muy frecuentes, sobre todo cuando se dificulta el encontrar una pareja estable.

Generalmente, quienes practican estos encuentros casuales no lo hacen porque les complete como seres humanos, sino que se dejan llevar por estas satisfacciones, hasta que aparezca esa persona que les satisfaga emocional y sexualmente.

Aunque otros hacen de esta actitud un deporte de por vida, juzgar cualquiera de las posiciones no es una elección que nos corresponde. Cada persona es libre de actuar como guste, siempre que ello no represente un peligro para quienes le rodean, o para sí mismo.

Ahora bien, una cosa si hay que tener clara: los encuentros físicos casuales pueden dejar al cuerpo satisfecho, pero queda siempre un vacío, por falta de intimidad emocional. La persona aprende a disociar el contacto físico de la relación afectiva y eso va en contra de un desarrollo emocional sano.

A la larga, quienes viven solo del placer carnal se vuelven esclavos de esta supuesta libertad, pues dejan de sentir y vivir los sentimientos más sublimes del ser humano, para centrarse en un goce que ya viene con fecha de caducidad.


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Mayte María Jiménez

Periodista del Diario Juventud Rebelde y editora del Suplemento En Red, dedicado a Ciencia, Salud, Tecnología y Medio Ambiente. Aborda temáticas relacionadas con juventud, sociedad, salud, ciencia, economía y otros tópicos de la actualidad nacional de Cuba. Coautora del libro Periodismo incómodo: la cuadratura del círculo, de la Editora Abril

Se han publicado 2 comentarios


gustavo
 13/5/12 11:12

Es cierto que debemos asimilar que la persona de cada ser es individualmente propia, la promiscuida es tan relativa como los matrimonios ,hoy se desarrollan y mañana acaban con malas y buenas consecuencias. Debemos asignarnos un lugar en el mundo; claro está con objetivos de un mismo camino con esas personas que queremos. Promiscuidad, es visible su existencia, hay que saber definir y definir bien quien será la persona que cuando encuentres te dirás de seguro no habrá más promiscuidad para ti.

Gretel Sousa
 4/5/12 11:13

Gracias Mayte, me gustan mucho las cosas que publicas. Un saludo.

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