Programar portada: ¿cómo, dónde dice eso?

Alguien abre la puerta de la oficina, asoma la cabeza y dice: ¡Van a fumigar a las tres! Nadie dice nada, solo los ojos de los tres periodistas que estamos acá, que empezamos a intercambiar miradas. La persona repite la frase y agrega: Por favor, sé que es pronto, pero de paso, vayan a almorzar temprano.

Alguien ofrece las gracias. Sabemos que el tiempo es oro, que hay que correr, casi literalmente, aunque una fumigación, un viernes por la tarde, es una oferta muy tentadora. Vaya, como para cogerle el gusto a matar mosquitos. Pero una revista digital como Cubahora, necesita de nosotros.

Una vez comenté aquí sobre los factores necesarios en el proceso de confección de una revista. También dije que no era fácil, que hacía falta tiempo y que eso precisamente no nos sobraba. Quizás usted piense que en una revista el ritmo de trabajo es bajo o light, como se dice por ahí, pero no.

Hoy en La Incubadora hablaremos sobre cómo se distribuye el trabajo de fin de semana, porque, claro, el carácter digital de una publicación implica actualización 24 horas. Entonces el periodista, como me dijo en una ocasión una profesora durante la carrera, es una especie de médico: la población necesita de él -o ella-, hace guardias, y si está en algún lugar donde ocurre un hecho inesperado, él debe reportar.

Por tanto, los fines de semana nuestro pequeño equipo hace guardias editoriales, que consisten en gestionar y editar los trabajos que llegan a la revista y subirlos al sitio con los recursos que requiere el periodismo hipermedia, así como atender todos los canales de comunicación de la publicación. 

Pero son las 2:30 p.m. y nos queda solo media hora antes de que llegue “Paquito” con la bazuca y tengamos que salir de la redacción. Antes de seguir, debo aclarar que Paquito es el nombre ficticio que le he puesto al fumigador por aquellos dibujos animados donde Chuncha le decía a su sobrino Paquito que fumigara, porque un mosquito no la dejaba dormir. Sigamos, que me pierdo en circunloquios.

Sarah comparte las indicaciones, todos las tenemos en el correo. Computadora bloqueada, sueño viejo de viernes, hambre y un pequeño malestar gripal conspiran contra mí. Optamos entonces por la vía tradicional y nos imprime la información en una hoja de papel. Lee detenidamente. Haroldo pregunta: a esta hora las letras bailan y se pierden en la hoja, son los efectos alucinógenos de los viernes. Sarah vuelve a explicar y yo trato de seguir con la vista lo que ella lee, pero, aquí entre nos, me ahorro el trabajo de leer y coloco un "ok" a lo que ya está listo, un ojo a lo que aún no está y hago anotaciones específicas en cada trabajo. Intento poner en práctica las técnicas de Laydis para trabajar de forma organizada, pero lo mío es una versión del caos perfecto.

Algo no he entendido. Algo he preguntado que ya estaba escrito y dicho, y que yo he vuelto a escribir y a preguntar. Sarah se bloquea esta vez, creo que va a tener que empezar nuevamente. Yo estoy como si hubiese ido al baño y me hubiera perdido la mejor parte de una película, y salto: "Programar portada, ¿cómo, dónde dice eso? ¿Qué hora es?". Nos reímos todos. Lo siento, pero no he estado jugando ni he salido de la oficina: es viernes y el cuerpo lo sabe.

Usted no deje de leernos, que trabajamos para complacerle tooodos los días de la semana.