¡Confirmado!: Sergio Ramos no durará para siempre (+Video)

Esta vez fue el Manchester City de Pep Guardiola quien le negó el sueño europeo al Real Madrid. Los de la capital española, todavía con la resaca de haber cometido la salvajada de conquistar cuatro títulos de Champions League en cinco años, cumplieron con los augurios de la derrota. Ni siquiera “El Mago” Zinedine Zidane pudo burlar con sus trucos un destino fraguado bajo el calor de las sensaciones dejadas tras el reinicio liguero, aun cuando lograron arrebatarle el campeonato doméstico a un F.C Barcelona agónico y depauperado.   

Más allá del resultado, los 90 minutos jugados en el Etihad Stadium sirvieron para llamar la atención sobre las muchas causalidades y casualidades que se deben aunar para ver la pelota estampada en la red, recordando que, al menos en el fútbol, una línea apenas visible separa al vencido del vencedor. Rafael Varane ahora lo sabe.

Esperó centenares de encuentros, decenas de títulos e incontables noches de vítores y aplausos para llevar consigo el peso del fracaso. El que casi nunca falla lo hizo mientras, por esas crueles ironías de la vida, se encendían velas y se cruzaban los dedos con la esperanza de evitar en la zaga las acostumbradas flaquezas e inseguridades de su compañero de turno Eder Militao. Por supuesto que los errores (horrores) de Varane decantaron con más o menos justeza el rumbo del encuentro. Aunque sería una total injusticia señalarlo como único culpable.

Si le preguntan a este atrevido comentarista, Zidane se equivocó desde la pizarra, con la titularidad de Hazard y Rodrýgo, y con la idea de condicionar la propia propuesta a las intenciones del contrario. Faltó empuje, desequilibrio ante un dibujo táctico tan ordenado y potencia en el centro del campo para generar espacios y cubrirlos. Vinícius Jr y Federico Valverde debieron contar con la oportunidad. Sin embargo, la atención en el futuro inmediato tiene que estar en esa última línea que sufre y padece de mil y un dolores con la ausencia de Sergio Ramos.

Resulta curioso que el Madrid dependa en demasía de un defensor para proponer. No solo en la salida de balón, sino también a la hora de mirar a portería. Gustos de un lado, nadie podrá negar que, a partir de la reconversión de lateral a central impulsada por Josep Mourinho, Ramos se convirtió en el primer eslabón de una columna vertebral completada con Casemiro y Benzema.

Hablamos de una figura transgresora de los moldes de antaño. Cubre y protege con el cuchillo entre los dientes, despilfarra carácter y testosterona, pero se asume con la responsabilidad de apoyar en facetas ofensivas para provocar situaciones de ventaja numérica y confundir al enemigo. Su polivalencia pasa, sobre todo, por conocer los entresijos de la recuperación e interpretar los ritmos y fases del partido.

Contra el City el Madrid padeció de personalidad, echó de menos la autoridad moral y deportiva del líder curtido por décadas en la más extraordinaria presión. Careció de clarividencia necesaria para burlar las embestidas de Sterling y Gabriel Jesús. Temió arriesgar en el regate para romper el esquema rival. En definitiva, lamentó la ausencia del capitán.  

A sus 34 años y con un contrato a punto de expirar, el nacido en Sevilla sin necesidad de ponerse los botines reivindicó su impronta dentro de una plantilla muy próxima al lógico remplazo generacional. Porque Varane ha demostrado virtudes de sobra para merecer toda la estima del mundo, pero su desempeño depende de la complicidad y el resguardo. Le toca al presidente Florentino Pérez entonces la difícil tarea de encontrar y pulir al sustituto de quien hoy luce en la cancha los galones. ¿Cómo se las irá a arreglar?