Qué pasó con lunes

La cinta presenta un mundo distópico en el cual hay sobrepoblación y los recursos naturales no satisfacen las necesidades de los miles de millones de seres humanos. En una medida desesperada para contrarrestar el crecimiento poblacional, el gobierno impone una ley de tener un solo hijo por familia. (Como vemos, el filme representa una ciencia ficción con fuertes basamentos en la realidad del mundo actual).

En este contexto un abuelo esconde a siete hermanas nacidas de un mismo parto. Aun sabiendo que infringe la ley, decide ocultar el hecho. Para ello se le ocurre un muy ingenioso plan: le asigna a cada una de sus nietas el nombre de un día de la semana. Así, una se llama Lunes, la otra Martes,… y así sucesivamente. Cada una de estas niñas puede salir a la calle el día de la semana que se corresponda con su nombre, pero siempre bajo una misma identidad ficticia: Karen Settman.

Y pasa el tiempo. Treinta años después las niñas se han convertido en mujeres que viven ocultas bajo una única identidad. Cada día se ponen una peluca, se maquillan y van a trabajar. En la noche, le cuentan con lujo de detalles al resto de sus hermanas qué es lo que vivieron durante el día.

Siete personalidades distintas que aprenden a vivir como si fueran una. Hay que admitirlo, la premisa de la cinta es original y muy atractiva.

Noomi Rapace es la actriz que encarna a estas siete hermanas –como son gemelas… pues tiene Rapace que asumirlas a todas-. A lo mejor recuerdan a esta actriz por su protagónico excepcional en la cinta sueca La chica del dragón tatuado (David Fincher, 2011). Aunque ninguno de los personajes que interpreta en Qué pasó con Lunes tiene la fuerza histriónica de la Lisbeth Salander de La chica del dragón tatuado, Noomi Rapace hace una labor digna componiendo la personalidad de cada una de las hermanas. Sobre todo, teniendo en cuenta que el guion deja a los caracteres de estos personajes tan huecos como un macramé.

El desarrollo inicial del argumento de la cinta impacta y crea grandes expectativas, pero a medida que la trama se desarrolla nos percatamos de que el guion no tiene intenciones de explicar ni justificar ni la mitad de los giros dramáticos del filme. Eso sí: el ritmo de Qué pasó con Lunes es trepidante y no decae ni por un instante; las situaciones se vuelven inverosímiles; los modos de resolver los conflictos, muy poco justificados y las personalidades de los personajes, muy planas.

Para finalizar me gustaría mencionar que se agradece muchísimo en la cinta la pequeña participación de Willen Dafoe como “El Guardián” de estas gemelas; un tanto menos la de Glenn Close, que parece un poco despreocupada de su impecabilidad actoral, como si de cinta menor se tratase.

Resumiendo. Que el filme tiene, es cierto, fallas del guion. Eso es innegable. Pero, ¿qué guion no los tiene? ¿Qué película es perfecta? Sin intenciones de devenir ícono de la cinematografía moderna ni volverse paradigma del cine de género, con apenas la ambición de entretener, el resultado final de Qué pasó con Lunes eclipsa las deficiencias. Eso es lo importante.