Un mesero nos regala flores de papel

Richard tiene 30 años y nació en La Habana. Aunque en realidad le hubiera gustado estudiar Mecánica, ha trabajado toda la vida en Gastronomía. Se graduó de la escuela de esa especialidad, en Boyeros, y confesó que “al principio, no me gustaba tanto. Luego, con el tiempo, le fui tomando cariño a la profesión”.

Éramos cuatro mujeres en una mesa del restaurante Karma, sito en 24 e/21 y 23, Vedado. La tarde no solo prometía ser, sino que era una de las más calurosas de los últimos tiempos. Sentadas en el reservado del lugar (persiguiendo el aire acondicionado) Richard nos traía unas cervezas Cristal no solo con gestos solícitos, sino con una voz muy varonil que nos dejó bien servidas, también, con aquel “cuatro mujeres bellas arreglando el mundo”.

“Las primeras prácticas las hice en el Parque Lenin, ahí empezó mi vida en la gastronomía. Ya vengo trabajando para el sector particular por cinco años, primero en la Chang Huan Ching Ton, en el Barrio Chino, en una mesa buffet. Precisamente ahí fue donde conocí a la dueña de este lugar, y luego que se abrió Razones, ya vine para acá.”

En medio de nuestra charla donde, efectivamente, intentábamos “arreglar el mundo”, Richard irrumpe en el pequeño salón con cuatro servilletas en la mano. Con agilidad de prestidigitador comienza a enrollar una de las servilletas, gozando en silencio con nuestros rostros expectantes. Y noto que, como los magos, demora más el final mientras responde a nuestra sorpresa con esa risita complacida de quien sabe que agrada.

“Las flores aprendí a hacerlas hace mucho tiempo, mucho antes de conocer la técnica del origami. La verdad, fue por un problema de economía. Las flores cuestan y no todo el mundo puede regalar Warners. Y como siempre me ha gustado tener un detalle con las mujeres… Fue algo que empezó como hobby, luego a todas las mujeres, en los lugares donde he trabajado, se las regalo, vengan con esposo, o no.”

¿Lo haces consciente de que es algo que marca una sutil diferencia con respecto al servicio de otros meseros? “Sí. Este es un medio donde cada cual utiliza una forma diferente para ganarse la empatía del cliente y sobresalir. Siempre que las aceptan, les gusta, se las llevan, eso lo tomo como mi propina. Y créeme, han viajado el mundo. He recibido fotos desde Brasil, Alemania, en mi página de facebook.”

¿Y si yo te pidiera una palabra que defina este gesto que tienes, ya de manera natural, para con todas las mujeres que te tropiezas? “Vida. Vida es todo, desde que me levanto por la mañana lo primero que pienso es el sí, nunca es no, siempre es sí. Para mí todo es posible, me considero una persona muy positiva, trato de serlo todo el tiempo. No quiere decir que la negatividad no me toque a la puerta, pero ser positivo me ha ayudado bastante.”

¿Te rinde frutos a la hora de tu trabajo? “Esto no lo veo como un trabajo, sino como un estilo de vida. El trabajo aburre a la gente, lo que te gusta hacer no. Hay días buenos y días malos, clientes buenos y no tan buenos, es normal. Lo bueno es el empeño que tú le pongas. Cuando tú das amor, la gente lo percibe y es recíproca contigo.”    

Así, un día como otro cualquiera en nuestra Cuba de ahora, nos llevamos cuatro flores-servilletas que cada una de nosotras guardará a su manera, una tarde que lucía agotadora se convirtió en una para recordar, la foto que le tiré a mis amigas junto a Richard de seguro irá a parar a los respectivos pefiles en facebook, y yo no dejo de sorprenderme con esta ciudad nuestra y su gente. Porque allí donde nunca faltan los obstáculos, también hay gente buena.