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viernes, 14 de noviembre de 2025

Infoxicación y desinformación, desafíos del ecosistema digital

Las redes sociales han transformado la forma en que nos informamos, pero también han abierto la puerta a la infoxicación, las fake news y la manipulación emocional...

Sheila Moten en Exclusivo 11/11/2025
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Infoxicación y desinformación, desafíos del ecosistema digital.
Infoxicación y desinformación, desafíos del ecosistema digital.

En la actualidad, tanto los medios de comunicación como las redes sociales constituyen espacios fundamentales a los que las personas acuden para informarse. El tráfico en estas plataformas se incrementa notablemente ante eventos excepcionales, como puede ser la llegada de un fenómeno meteorológico con potencial de desastre. Sin embargo, este aumento en la demanda informativa también acarrea una proliferación de noticias falsas y sensacionalistas, utilizadas para moldear estados de opinión, generar miedo o simplemente aumentar la circulación en dichas plataformas, lo cual se traduce en ingresos para quienes las administran.
Las redes sociales, en particular, operan bajo algoritmos que premian los contenidos con mayor capacidad de generar controversia o escándalo. Esta lógica de diseño, establecida por los programadores, favorece e impulsa la visibilidad de publicaciones que apelan a lo emocional y lo impactante, sin garantizar su veracidad. En momentos de estrés colectivo, como el preaviso de un desastre natural, los usuarios recurren a estas plataformas para prepararse, pero la ansiedad del momento puede amplificarse por informaciones alarmistas, cifras exageradas o reportes falsos que circulan sin control.
En este entorno digital, conviven cuentas de medios oficiales con años de trayectoria junto a perfiles creados por individuos o grupos sin respaldo institucional claro. Aunque los medios tradicionales no están exentos de intereses ocultos, el riesgo de desinformación suele ser menor en comparación con cuentas anónimas o sin credenciales verificables. Aplicaciones como Instagram, por ejemplo, permiten que los usuarios consuman contenidos de ambos tipos sin distinción, y el diseño de estas plataformas —basado en el desplazamiento continuo y rápido— favorece la recepción pasiva de información. Así, los usuarios absorben datos sin analizarlos, los repiten sin verificar y contribuyen a la propagación de narrativas erróneas.
Los testimonios personales que abundan en redes sociales y son también fuentes de información representan opiniones filtradas por experiencias individuales, que si bien no son falsas en ocasiones no reflejan la realidad general o la de la mayoría de los individuos dentro de determinado contexto. Esta distorsión debe tenerse en cuenta al consumir de forma continua publicaciones como reels o posts, que pueden influir en la percepción colectiva sin ofrecer contexto suficiente.
La infoxicación, fenómeno derivado del desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), se define como la sobreexposición a información proveniente de múltiples fuentes. Según el Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social, esta saturación informativa puede afectar la salud mental, y no es raro encontrar personas que limitan su consumo de contenidos diarios para evitar estados de depresión o desilusión frente a la realidad.
La desinformación, por su parte, se ha vuelto cada vez más difícil de detectar. Investigaciones como el artículo  Fake news y su impacto en la sociedad: una revisión de la literatura de la Universidad ESIC de España advierten que distinguir entre lo verdadero, lo parcialmente cierto y lo completamente falso es una tarea cada vez más compleja. Las fake news alimentan la polarización social e inciden directamente en la toma de decisiones individuales. De hecho, el estudio del Pew Research Center (2018) revela que las redes sociales han superado a la prensa como principal canal de acceso a noticias actuales, lo que plantea nuevos desafíos en términos de veracidad y responsabilidad informativa.
A este panorama se suman los riesgos derivados del uso de inteligencia artificial, como los deepfakes, imágenes o videos generados con tal realismo que pueden engañar incluso a los usuarios más atentos. Estas tecnologías amplifican el potencial de manipulación en redes sociales, dificultando aún más la tarea de discernir entre lo real y lo fabricado.
Ante este escenario, los usuarios deben asumir un rol activo y crítico. Es fundamental desarrollar habilidades de análisis, verificar siempre las fuentes y evitar la sobreexposición a la información. Priorizar contenidos relevantes y confiables, establecer límites de tiempo para el consumo informativo, y utilizar herramientas que agrupen información de calidad son pasos esenciales. Además, es recomendable concentrarse en un tema y una fuente a la vez, hacer pausas para reflexionar sobre lo que se consume y cómo impacta en el entorno personal.
Antes de compartir cualquier contenido, se debe verificar su autenticidad en varias fuentes. Otras medidas de protección incluyen desconfiar de titulares sensacionalistas, revisar fechas de publicación y educarse en alfabetización mediática. Las redes sociales tienden a reforzar nuestras creencias mediante algoritmos personalizados, por lo que es saludable romper ocasionalmente esa burbuja informativa y explorar perspectivas distintas a las propias.
Es importante recordar que convivir en el ecosistema informativo actual —ya sea en redes sociales o en medios de comunicación— exige responsabilidad, criterio y conciencia. No basta con ser consumidores pasivos; debemos cuestionar lo que se nos presenta, investigar más allá de lo evidente y construir una mirada crítica que nos permita navegar con mayor seguridad en este mar de datos que nos rodea. Solo así se podrá enfrentar la infoxicación y la desinformación con herramientas que fortalezcan a los ciudadanos y los mantenga informados y mentalmente saludables.

 


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Sheila Moten


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