No acaban de secarse los zapatos del chaparrón que cayó durante el 33 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y ya se nos acaba el 2011. Recibimos con mucha algarabía el Tercer Coral en Largometraje que recibió Lester Hamlet con Fábula —el que no la ha visto, tranquilo, ya el ICAIC la sacará el próximo año.
La que sí no tenía mucha cara de repetirse, y voló por los cines sin que los habaneros pudieran cogerle el sabor fue Juan de los muertos, de Alejandro Brugués. El Payret, el Chaplin, el Yara… dondequiera que la anunciaban había una inundación de público, y se quedaban más fuera de los que lograban clasificar. Es que aquí somos muy curiosos, y no todos los días se pone una película donde los zombis atacan La Habana. Pues las escenas donde el Capitolio se derrumba, y la marcha de los zombis no pudieron quedar mejor. Ojalá alguien riegue la copia por ahí, a ver si podemos repetir.
Para el ICAIC este ha sido un año de muchos estrenos. ¿Lo han notado? Habanastation (Ian Padrón), Boleto al paraíso (Gerardo Chijona), La guarida del topo (Alfredo Ureta), Marina (Kiki Álvarez), y ahora Larga distancia (Esteban Insausti)… También están las extrañamente polémicas Verde verde (Enrique Pineda Barnet) y Vinci (Eduardo del Llano), que a juzgar por sus trailers parecen ser interesantes, pero uno no encuentra razón para que levantaran tanto polvo. Ya veremos el próximo año de qué se trata y sobre todo cómo se trata.
En noviembre, estuvimos también de Festival Internacional de Teatro, el 14 ya, y allí pudimos apreciar sobre todo el buen arte de trabajar con títeres (entre muchas otras variantes). Hasta hubo una Celestina española con muñecos, muy a la altura del clásico. Y hubo, como siempre, FIART 2011. Había que ver cómo se llenaba el Bertold Bretch para presenciar los desfiles de moda.
Ya que hablamos del teatro, no puede pasarse por alto el acontecimiento de Una noche de reyes al estilo de la compañía El Público y Carlos Díaz. La verdad, se reconoce a Shakespeare (a diferencia de lo que creen otros), pero también hubo mucho arabesco innecesario, demasiadas escenas eróticas, explícitas y de múltiples tipos, que buscaban escandalizar o educar (aquí intercambiables) nuestro pudor y moral. En fin, que ya sabemos que El Público no es recatado, pero una cosa bien diferente es pedirle que como teatro comience a madurar, tenga más enjundia.
Por cierto, Carlos Acosta fue Premio Nacional de Danza y no llega a los 40. Sin envidias, eh, muy merecido. Sabemos que se trata de un bailarín que ha llegado en tiempo record donde se ha propuesto. A los tres años de entrar en el Ballet Nacional de Cuba, por ejemplo, logró convertirse en Primer Bailarín, y hoy por hoy tiene hasta el título de doctor Honoris Causa de la Universidad Metropolitana de Londres.
Todo un evento fue la llegada a Cuba del Narciso de Caravaggio, y su comitiva de obras menos famosas (que no menores) realizadas por seguidores de su estilo en toda Europa. Dicen que rompió récords de visita en el país, y no lo dudamos (el cubano, virtudes aparte, es muy neófito).
¿Podríamos considerar todo un acontecimiento cultural el regreso de Alberto Luberta al programa Alegrías de Sobremesa, en Radio Progreso? Bueno, dicho está.
Otro acontecimiento, por supuesto, ha sido el recorrido de la Virgen de la Caridad, la Virgen Mambisa, por toda la Isla. Salió de El Cobre y ahora está en La Habana, y aquí seguirá hasta que se acabe la última gota de 2011. En un mes ella ha pasado por más lugares de La Habana que un capitalino: la Universidad, la CUJAE, por los hospitales, y barrios difíciles, por el Naval, por los museos. En fin, que deberíamos tomarnos un tiempo nosotros también de peregrinaje, aunque nadie nos reciba con cantos y lágrimas y buena fe, como a ella. Una buena tacita de café sería suficiente para nosotros, ¿no?
Y hubo Cine Francés, y Feria del Libro, pero estos dos momentos merecerían un largo párrafo.
Ahora recién salimos de un polémico Chupi chupi donde como casi siempre la razón se nos escurrió entre las manos cuando empezamos a condenar gustos porque no nos gustan, y a utilizar criterios como “feo” o “grosero” o “vulgar”, que por cierto sirvieron en su momento para hacerle la vida un yogurt al propio Caravaggio.
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