sábado, 20 de abril de 2024

Diez días para leernos (+Fotos)

El certamen que ocupó los días entre el 16 y el 26 de enero de 2012, propició el habitual encuentro entre prestigiosos escritores y artistas de la región...

en Cubasí 28/01/2012
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Presidencia Premio CASA 2012
53 Edición del Premio Casa de las Américas

En 1999, el Premio Literario Casa de las Américas pensó de sí mismo: durante las cuatro décadas que habrían transcurrido desde 1960, había sido un cronista de la literatura latinoamericana y caribeña. Le perdonamos la “inmodestia”, porque era justa. Y cuando ya es historia su edición 53, podríamos entender si dijese que su existencia ha dado cuenta, incluso, de las pulsaciones sociales del continente en el paso de un siglo a otro.

El certamen que ocupó los días entre el 16 y el 26 de enero de 2012, propició el habitual encuentro entre prestigiosos escritores y artistas de la región, a la vez que la confluencia de estos con los cubanos. Durante las diez jornadas, Jorgelina Cerritos (El Salvador), Ángel Norzagaray (México), Orlando Senna (Brasil), Víctor Winer (Argentina) y Osvaldo Doimeadiós (Cuba); Leonor Bravo (Ecuador), Carlo Frabetti (Italia-España), Liliana de la Quintana (Bolivia), Avelino Stanley (República Dominicana) y Nelson Simón (Cuba); Regina Crespo (Brasi), Evando Nascimento (Brasil) y Rodolfo Alpízar (Cuba); Arnold Antonin (Haití), Francis Combes (Francia) y Laura Ruiz (Cuba); Juan Flores (Puerto Rico), Lisandro Pérez (Cuba-EE.UU.) y Renato Rosaldo (EE.UU.); Quince Duncan (Costa Rica), Rita Laura Segato (Argentina) y Esteban Morales (Cuba), tuvieron a su cargo la evaluación de las 377 obras en concurso, distribuidas en las categorías de Teatro, Literatura para niños y jóvenes, Literatura brasileña, Literatura caribeña en francés o creole, el Premio de estudios sobre Latinos en los EE.UU. y el Premio Extraordinario de estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneos.

Premio Casa de las Americas 2012

Su estancia en la ciudad de Cienfuegos (donde transcurre la mayor parte del tiempo de lectura de las obras), permitió fundamentalmente que estos intelectuales se conociesen entre sí, que cruzasen informaciones y visiones sobre sus respectivos países y campos de estudio. Luego, ya de vuelta a la Casa, muchas de esas conexiones fueron compartidas con el público que asistió en las tardes a la sala Manuel Galich.

Se debatió allí sobre lengua y cultura en la creación artística del Caribe, sobre los avatares que significa en el continente pensar y practicar hoy la dramaturgia, sobre la producción cultural latina en EE.UU, sobre los desafíos que presenta —para el pensamiento, tanto como para la política— la conclusión de todo un año dedicado a los afrodescendientes. Se cruzaron campos literarios y el resultado, además del que cada quien pudo haber guardado como memoria de esta edición, luce justamente por su capacidad de asombro.

Aun en pleno siglo XXI, las Américas y el Caribe siguen siendo un escenario en construcción, desde el punto de vista social y, a su vez, desde el espacio de la creación artística y literaria.

La charla con los teatristas que integraron el jurado dio cuenta de una Latinoamérica que se piensa una; pero cuya realidad social impone establecer demarcaciones analíticas entre sus territorios: ni siquiera en la producción dramatúrgica, pueden compararse el Cono Sur con Centroamérica, o el Caribe con la América del Norte. Es una verdad de Perogrullo, como solemos decir, pero que hizo de la intervención de la salvadoreña, por ejemplo, un momento clave entre los paneles de esta edición: más hacia el sur del continente, desde hace décadas, los teatristas llevan a escena o al papel sus luchas sociales y políticas, casi hasta el punto de hacerse recurrente en cualquier antología; sin embargo, advierte Jorgelina, en un país como El Salvador aún no hemos empezado.

El reto a pensarnos el ámbito de la creación literaria como un espacio dinámico y diverso resulta además un reto para el propio Premio. Lo invita a desconfiar de los trazados de la Gran Historia o de las cartografías culturales que se nos proponen como ciertas. Como hace Galeano en sus Espejos, justamente. En sus palabras de inauguración y en los momentos que compartió por esos días en la Casa de las Américas, el escritor uruguayo insistía en que esta, su Casa, se mantiene como aquel centro misterioso al que un día le deseara un Premio Nobel de Física, por su capacidad de hacer que cohabiten en su mismo espacio físico todos los hijos de América. Y hacer que cohabiten en la diferencia, ¿qué premio representaría?

Como en la exposición que nos regalara la artista cubana María Magdalena Campos-Pons, su primera en la Isla desde que se radicara en EE.UU, en 1989, frente al mar todo ha sido posible. Con su propio cuerpo, Magdalena ha trazado cada una de las mil 478 millas que separan a Matanzas, su ciudad natal, de Boston, donde ahora reside. La memoria y la apropiación desde el arte del fenómeno de la migración como un proceso cultural, irrepetible como es la experiencia de cada sujeto que la corporiza, hicieron de esta propuesta de Campos-Pons un eje de articulación entre dos de las convocatorias de este Premio: los estudios sobre latinos en los EE.UU., y los dedicados a indagar por la presencia negra en las Américas y el Caribe contemporáneos. Pensados y asumidos, usualmente, como procesos independientes, aun cuando se crucen en algún sitio de sus caminos, ambos fenómenos encontraron en esta edición un correlato artístico que les emparenta desde la emoción. Quizá haya sido la mejor respuesta a la pregunta que uno de los paneles formulaba: un Año Internacional de los Afrodescendientes, ¿y después qué?

Los premios fueron anunciados en la última noche, como es habitual. Los Especiales y aquellos galardonados en cada categoría: nueve libros que podremos ver impresos dentro de un año y saborear con la certeza de que leemos desde el presente nuestro propio entorno en construcción.


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