lunes, 16 de septiembre de 2024

Historia antigua con mujeres modernas (+Fotos)

Como en aquella comedia griega de hace 2 400 años, las esposas de esta película que nos llega de Francia le niegan a sus maridos un muy preciado derecho...

Justo Planas Cabreja en Exclusivo 08/05/2012
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"La fuente de las mujeres" - Cartel
Cartel de "La fuente de las mujeres"

Como el mundo es en realidad una cáscara de huevo y el tiempo una serpiente que se muerde la cola, según dicen, no es de extrañar que La fuente de las mujeres, una película hecha por occidentales pero que se ubica en Medio Oriente, se asemeje en rasgos claves a Lisístrata, una comedia de Aristófanes presentada hace justamente 2 400 años.

Tanto en una como en otra, las mujeres organizan la huelga más efectiva de todas, la de pies cruzados, la de cero sexo. Muchos hombres han tenido la lamentable oportunidad de comprobar cuán persuasiva suele ser esta medida... Imagínese a gran escala.

En Lisístrata, la comedia más popular de Aristófanes por cierto, las mujeres de toda la Hélade deciden así poner fin a una guerra que mata a sus maridos y los mantiene fuera de casa. De este modo los obligan a encontrar un camino rápido a la paz, y prueban a la vez que ellas pueden lograr mejor consenso, a pesar de pertenecer a ciudades enemigas, que los más ilustrados hombres.

El comediógrafo ateniense logró elaborar con Lisístrata un de los cantos a la paz más entrañables que jamás se han escrito; sin embargo, no sacrifica por esto las situaciones lúdicas y de lascivia que tal huelga puede propiciar. De hecho, fue tan procaz en sus metáforas sexuales que los traductores generalmente las censuran y reducen su carga ciertamente pornográfica.

La fuente de las mujeres también se baña en esa cascada de imaginerías femeninas sobre la sensualidad y su acto culminante. Sin embargo, el propósito de la huelga y el espacio geográfico y cultural donde se desarrolla obligan a otras interpretaciones.

En una aldea del Medio Oriente, en tiempo de paz, los hombres descansan y viven de la caridad de los turistas, mientras las mujeres deben ir muy lejos a buscar agua. Entonces, algunas (no todas) se organizan para que sus maridos carguen ellos los cubos o en su lugar paguen con el dinero que reciben la construcción de una tubería que lleve el agua a sus hogares.

Al fondo de estas figuras, se nos presenta un paisaje bastante claro de aquella generalizada sociedad medioriental. El desempleo mantiene a los hombres de brazos cruzados. El gobierno se niega a mejorar la situación de ciertos pueblos rurales porque cree que satisfacer sus necesidades solo los conducirá a la exigencia de otras.

También aparecen rastros de otras culturas tan anacrónicas en aquel contexto para nosotros que no podemos evitar reírnos junto al resto de la sala de cine. Nos toma desprevenidos que los árabes consuman novelas mexicanas, y hablen por celulares en medio del desierto y tengan uno por familia aunque les falte la electricidad. (Tal vez a ellos les resultemos nosotros igual de hilarantes). Y de golpe ese cartel omnipresente de Coca Cola nos hace ver que la globalización es un rasgo indeleble de cualquier cultura de este siglo, para bien y para mal.

Como es lógico, los problemas de la mujer en ese ambiente son el foco de atención de La fuente... De hecho, aquella huelga que comenzó por agua va llevando a Leïla, la protagonista, a pensarse de una forma diferente, en igualdad de condiciones respecto a los hombres. El director Radu Mihaileanu ejecuta estas transiciones con gran verismo y no permite que vayan más allá de lo que autoriza el Corán, del cual parten los principales argumentos que se mencionan en la película.

Aristófanes, hombre (y) de su tiempo, no permitió que sus mujeres pensaran y desearan más allá de las necesidades domésticas. Fueron ellas las que propiciaron las negociaciones masculinas de la paz, pero ninguna participó en estas. Las de La fuente..., sin embargo, no luchan ya por que el hijo y el marido regresen a casa, sino por que ambos les permitan a salir de ella, conquistar el mundo. He aquí, después de 2 400 años de historias sobre la escena, la diferencia entre una cola y una cabeza de serpiente.


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Justo Planas Cabreja

Periodista que aborda temas culturales, especificamente cine y literatura. Recibió el II Premio de Ensayo “José Juan Arrom” por el trabajo “El reverso mítico de Elpidio Valdés”.


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