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martes, 5 de noviembre de 2024

La cultura cubana no se rendirá ante el mercado

El patrimonio cultural de un país, su identidad, deben protegerse y no serán “los dineros” sino la calidad lo que lo garantice...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 25/10/2014
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¿Cuáles libros publicar? ¿Qué música promocionar y cuáles actividades culturales organizar? ¿Cuántas exposiciones de artes plásticas programar en las instituciones y qué criterios artísticos deben defender? ¿Acaso se debe priorizar lo que más gusta, lo que más se vende, lo que más ganancias genera?

Cuba se niega a que el mercado y “los dineros” rijan las pautas de la política cultural que, desde enero de 1959, el Estado Revolucionario enarboló. Claro que esta política debe estar respaldada por una económica que permita su despliegue, su desarrollo y la re-inversión de los recursos que la producción de los bienes y servicios de la cultura del país genere…Pero no puede ser esta punto de partida para aquella.

En no pocas ocasiones, la música que se escucha en el mundo no es precisamente la mejor, ni todos los libros que se publican promueven los mejores valores, ni las obras pictóricas o escultóricas resumen siempre lo mejor de la creación artística. Los éxitos taquilleros en el cine no los disfrutan, por lo general, los filmes de temáticas sensibles, inteligentes, reflexivas, ni se toma en cuenta en la formación de un artista los principios que como ser humano deben primar en el justo momento en el que decida ser un ente activo de los procesos culturales de una nación.

El patrimonio cultural de un país, su identidad, deben protegerse y no en balde se arremetió contra la biblioteca de Alejandría y contra los museos de Bagdad en tiempos en los que primó la ambición del poderío. Sin embargo, un pueblo puede arremeter contra sí mismo si deja que sea el mercado el que abraque con sus tentáculos su riqueza cultural.

Por fortuna, Cuba lo tiene muy claro y le interesa más promover el arte con calidad y con un sentido para la vida antes que privilegiar lo no tan bueno pero sí más generador de ganancias. Así quedó demostrado en las tres sesiones que desde este miércoles tuvo la Mesa Redonda Cultura Cubana: jerarquía y mercado.

¿Qué la cultura no genera “dineros”? ¿Cuántos no lo piensan erróneamente? Juana Tania Gracía, investigadora del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, asegura que, según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas, alrededor del 4 por ciento de nuestro PIB en los últimos 6 años se genera desde la cultura y el deporte, y aunque no existieran números ni ganancias monetarias, bastaría con saber que la creación cultural enriquece el espíritu, el imaginario, los sueños, necesarios para hacer todo lo demás en una nación.

“Cada sector tiene su importancia y aunque la Organización de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo destaca que la cultura es el sector más dinámico de la economía de un país, lo importante es que nos percatemos de que respaldar un pueblo culto, creativo, es una manera de generar competitividad y de salir del subdesarrollo de una manera perdurable.

“Los creadores, a título personal, aportan sus impuestos sobre sus ingresos personales, pero además, muchos de ellos lideran proyectos comunitarios que buscan la sustentabilidad de los territorios y se convierten, no solo en protagonistas de nuevas formas de gestión, sino también en garantes de nuestra memoria histórica, y esto es posible gracias a la política cultural que siempre ha defendido nuestra Revolución”.

La investigadora subrayó que los ingresos que se generen en las diferentes instituciones y centros culturales deben invertirse, precisamente, en la cultura, pues más que un gasto, se estaría garantizando el ciclo creativo. “El sector de la cultura genera exportaciones que defienden la expresión de lo genuinamente cubano en el mundo y eso tiene un valor simbólico extraordinario”.

No necesariamente cuando se hable de mercado y de calidad, deben valorarse estos conceptos como antagónicos o contradictorios, reflexionó Marta Bonet, especialista del Instituto Cubano de la Música. “Los anhelos de hacer dinero fácil matizan la gran mayoría de los actos creativos, en el mundo de la música, por ejemplo. Sin embargo, Cuba promueve desde las casas discográficas lo mejor de esta manifestación artística, además de que se priorizan programas como los de desarrollo de las bandas para rescatar las riquezas locales de los diferentes territorios del país.”

No es la cuestión económica lo que impulsa a las instituciones culturales a organizar conciertos al aire libre, presentaciones de orquestas de música popular bailable o festivales de distintos géneros, añade Bonet, “sino el deseo de masificar, democratizar nuestra riqueza cultural y hacerla más accesible a todos”.

No obstante, es muy difícil divorciar la política cultural de la económica, y por tanto, de las exigencias del mercado. Así lo aseguró el escritor Jesús David Curbelo, director del Centro Dulce María Loynaz del Instituto Cubano del Libro. “La industria del libro en Cuba es muy cara, teniendo en cuenta que todos los materiales que se emplean en el proceso productivo de un ejemplar es importado aunque el precio de venta en el país sea subvencionado”.

No se trata de satanizar al mercado, añadió, pero no se puede descuidar la calidad. “El escritor cubano no escribe pensando en el mercado, y tal vez por ello seamos más atrevidos en la creación, más experimentales. Editar nuevos títulos o republicar otros tampoco es fácil para un país que no está en condiciones de pagar unos derechos de autor que superen los 100 000 dólares, como puede solicitarlo algún escritor de renombre internacional. Cuba negocia con las casas editoriales, logra cesiones de algunos derechos e intenta satisfacer a todos los públicos, pero siempre velando por la calidad de las propuestas literarias”.

¿Es costosa la cultura? Por supuesto que sí. Es una prioridad para el país tener en las condiciones óptimas todas las salas del teatro, las casas de cultura, los cines, todas las instituciones culturales, a la par que no deja a un lado la celebración de eventos prestigiosos, de carácter internacional, para el disfrute del pueblo. “Sin embargo, son más las necesidades que genera la cultura que sus ganancias económicas, y por ello se hace tan difícil lograr un salto tan rápido en lo que a condiciones y recursos se refiere”, acota Anneris Ivette Leyva, directora de Comunicación del Ministerio de Cultura.

Para defender una política cultural como la que defiende Cuba, no se le puede restar importancia a la formación, y por ello, destinar lo necesario para garantizar la enseñanza artística prima en cualquier planificación económica, advierte Abel Acosta, viceministro de Cultura.

“Salvar la cultura ha sido una máxima de nuestra Revolución, aún en los momentos más críticos que hemos enfrentado, y la voluntad política se manifiesta en la existencia de 127 bandas de música, 30 coros profesionales y en numerosos programas culturales que se gestan en pos de salvaguardar nuestro tesoro, nuestra identidad.

“Y cuesta mucho, pero aún así lo asumimos porque sabemos de su trascendencia. Aunque hoy el bloqueo nos impida comprar a menor precio los insumos que necesitamos para potenciar nuestra industria discográfica y literaria e incluso, nuestra enseñanza artística, no nos amilanamos. Se apoyan los movimientos de aficionados, las culturas populares y destinamos alrededor de 90 millones de CUC para garantizar la enseñanza artística”.

¿Cómo si no contará Cuba después con un joven titiritero que le arranque sonrisas a los pequeños en un rincón de la Sierra Maestra? ¿De qué otra manera un bailarín cubano se inundará de aplausos en escenarios internacionales y nuestras orquestas harán bailar a los más tiesos en otras latitudes? La economía golpea el sector de la cultura y la formación de sus profesionales, insiste Acosta, pero es con esa misma cultura de calidad, de altos valores artísticos y humanos con lo que ganamos presencia en el mundo y promovemos la riqueza del país.

“La cultura cubana necesita de la industria para su soporte, para su desarrollo pero no renunciará nunca a su visión formadora de valores y por tanto, como sostén de nuestra identidad, no se doblegará a las exigencias del mercado”.


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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