domingo, 8 de septiembre de 2024

Bajo el humo

La ultraderecha de Boston insistó en la “vulnerabilidad” de los Estados Unidos ante las acciones extremistas de grupos radicales extranjeros, lo que hace “indispensable” dejar a un lado los escrúpulos en aras de la “seguridad nacional y la tranquilidad ciudadana”...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 30/04/2013
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Explosión en Boston
El hecho le costó la vida a 3 personas y más de 100 resultaron heridas.

La policía, el Buró Federal de Investigaciones (FBI), las instancias de seguridad nacional y los grandes espacios mediáticos norteamericanos fueron casi unánimes al proyectar sus apreciaciones sobre los recientes atentados dinamiteros en Boston que costaron la vida a tres personas y heridas a más de cien.

Como se sabe, dos bombas caseras hicieron explosión en la tradicional carrera de maratón que se lleva a cabo en esa ciudad norteamericana, y las autoridades sindicaron como autores a dos hermanos de origen checheno con más de diez años de residencia en los Estados Unidos.

El mayor de ellos, Tamerlan Tsarnaev, de 26 años de edad, fue abatido por la policía poco después del siniestro, mientras que el segundo, de nombre Dzhokhar, y de 19 años, fue apresado días después luego de un intenso operativo de los agentes del orden.

Horas más tarde se daba a conocer que Dzhokhar confesó que tanto él como su hermano “actuaron por iniciativa propia”.

Pero el incidente parecía dar para mucho más. De hecho, voceros de la ultraderecha local salieron de inmediato a la palestra pública para insistir en la “vulnerabilidad” de los Estados Unidos ante las acciones extremistas de grupos radicales extranjeros (esencialmente islámicos), lo que hace “indispensable” endurecer aún más las leyes de control interno y dejar a un lado ciertos escrúpulos en torno todo lo que se ejecute dentro y fuera del país en aras de la “seguridad nacional y la tranquilidad ciudadana”.

En pocas palabras, y según la publicación Global Research, se pretende justificar la anulación de las prerrogativas individuales, la detención arbitraria, los asesinatos extrajudiciales, la tortura y la suspensión del habeas corpus, bajo el razonamiento de que con todo ello se defiende a la nación y a sus instituciones.

Por demás, la intencionada exacerbación de la “conexión chechena” apunta a incentivar mayores reticencias públicas con relación a Rusia, en un giro similar al que abrió la puerta a los ataques contra Afganistán e Iraq bajo el rótulo de la guerra contra el terrorismo y Al Qaeda.

Y en todos los casos, por supuesto, la gran tapadera sobre el intenso papel desempeñado por la CIA norteamericana y el Washington oficial en el surgimiento y desarrollo de la agrupación extremista que encabezó Osama bin Laden y del hoy acallado movimiento separatista en Chechenia, destinado a crear embrollos internos a Moscú.

Por demás, otros analistas inquieren sobre lo “casual” de los atentados en Boston en medio del debate nacional sobre la masiva y abierta venta de armas a los ciudadanos, y lo “saludable” del pánico generalizado para los que defienden la comercialización sin trabas de pertrechos de guerra.

Eso, junto a la fobia contra todo lo foráneo que un acto de esa índole puede despertar, en instantes en que se avizora la posible adopción de nuevas leyes migratorias, rechazadas de plano por los sectores fundamentalistas estadounidenses.

Pero las conjeturas no terminan con estas anotaciones. Algunas fuentes aseguran que los dos jóvenes chechenos, presuntamente autores del atentado en Boston, eran en realidad colaboradores del FBI inducidos a penetrar células chechenas e informar sobre sus estructuras y planes, como parte del tradicional trabajo de los organismos norteamericanos de espionaje relacionados con la potenciación de grupos extremistas para su uso en acciones contra “blancos externos”.

Las propias fuentes versionan que, sin embargo los hermanos Tsarnaev decidieron finalmente convertirse a la doctrina más radical del islamismo y en consecuencia asumieron dar un golpe a sus “impuros” reclutadores occidentales.

Pero sea cual sea la verdad en toda esta trama, hay elementos ciertos que no pueden ser pasados por alto, ni por ingenuidad, ni por el peso de las emociones repentinas.

Y se trata de la estrecha ligazón oficial norteamericana con el terrorismo internacional y el uso desmedido de esa alianza para golpear a pretendidos oponentes a lo largo y ancho del planeta, lo que implica el riesgo cierto de que en más de una ocasión le salgan tiros por la culata.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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