sábado, 27 de abril de 2024

El candidato Maduro ¿será reelecto?

El Partido Socialista Unido de Venezuela y una millonariacifra de miembros confían en el Presidente para la reelección en julio próximo...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 23/03/2024
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Maduro y el pueblo
El presidente Nicolás Maduro sale como favorito en las elecciones del 28 de julio próximo ante una oposición apuntalada por EE.UU. pero sin arraigo popular

No son molinos de viento contra los que viene luchando el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, durante los últimos 11 años en que ha ocupado con dignidad y entrega el lugar dejado por el líder político Hugo Chávez, quien próximo a su muerte lo designó como su sucesor para dirigir los destinos del riquísimo país suramericano.

 

Son sus enemigos políticos fuertes, poderosos. A pesar de los numerosos planes para derrocarlo, incluida una sostenida guerra híbrida imperialista, todas las señales apuntan a que Maduro (1962), nieto de judíos safardíes, procedente de una familia humilde y revolucionaria, conductor de bus y devenido uno de los líderes más importantes de América Latina, sea reelecto el próximo 28 de julio.

 

 

Entretanto, sigue enfrentando también los demonios de una oposición virulenta que intenta desplazarlo del Palacio de Miraflores con el apoyo de Estados Unidos (EE.UU.)

 

Pocos imaginaron que aquel joven que mide 1,9 m, corpulento y con una figura intimidante devendría uno de los líderes políticos más influyentes del siglo XXI en el sur global, aun en medio de grandes dificultades afrontadas por su país, donde están las mayores reservas de petróleo en el Planeta, y sancionado más de 900 veces por EE.UU., que lo considera una amenaza a su seguridad nacional –lo que muchos pensaron era una burla del expresidente Barak Obama-, gestor del risible calificativo.

 

El fallecido líder revolucionario Hugo Chávez Frías, el militar y político que cambió el destino de Venezuela con el socialismo del siglo XXI, no dudó en designar como su sustituto a Maduro, entonces su canciller, a quien formó, con una arcilla dócil y fecundada, en sus principios políticos de independencia y soberanía para la nación cuna del Libertador Simón Bolívar.

 

La tarea del presidente venezolano ha sido difícil en el tiempo transcurrido desde la muerte de Chávez, aquel inteligente militar, gran estratega y diplomático, valiente y simpático, adorado por los venezolanos humildes –la inmensa mayoría de una población de 19 346 386 habitantes-, cuyo verbo valiente recorrió foros y tribunas en defensa de una América del Sur unida, integracionista e inclusiva.

 

El escenario político cambió luego de la ausencia del líder de la Revolución Bolivariana. Sin Chávez, pensaron, la Revolución caería en poco tiempo. Los enemigos del sistema político venezolano y de su nuevo dirigente han reforzado durante años la guerra continuada contra el gobierno de Caracas, tanto en el interior como en el exterior del país.

 

El sistema de medidas coercitivas unilaterales impuesto por Washington contra Venezuela forma parte de la estrategia de ataque híbrido liderada por ese país. En contra de los intereses de la población venezolana aplican medidas punitivas que han ido escalando a medida que fracasaban sus intentos de derrocar al Ejecutivo venezolano.

 

El entramado legal de estas medidas está conformado por la Ley de Defensa de los Derechos Humanos y de la Sociedad Civil de Venezuela y siete órdenes presidenciales. Además, se complementa con las regulaciones emitidas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros, la aprobación de fondos federales a la subversión interna y la ejecución de acciones de política exterior dirigidas a coaccionar a socios económicos del país.

 

En ese desfavorable contexto creado y fomentado por EE.UU. Maduro y su equipo de trabajo, cambiado en varias oportunidades en estos años, ha logrado, empero, crear una red diplomática y económica que lo sitúa como socio de importantes actores internacionales, entre ellos Rusia y China, que consideran a Venezuela como un aliado estratégico.

Con esfuerzos en todos los órdenes, y muy en especial en el interno, el gobierno bolivariano ha ido sorteando los planes de sus enemigos, que son muchos y poderosos, como la Unión Europea, dependiente de EE.UU., y un campo occidental capitalista permeado por intereses de todo tipo.

 

En estos meses previos a elecciones presidenciales, marcadas por el Consejo Nacional Electoral para el próximo 18 de julio, de nuevo los enemigos del proceso socialista venezolano esgrimen sus armas a lo interno, en busca, una vez más, del Presidente  - a quien han intentado asesinar en varias ocasiones-  la desestabilización nacional y la asunción en Miraflores de un gobierno títere.

 

La dividida oposición de Venezuela –de una parte muy virulenta y de la otra más dispuesta al diálogo que casi siempre aborta- enfrenta una compleja situación de cara a los comicios en que Maduro parte como candidato único del Partido Socialista Unido de Venezuela, tras ser nominado por 4 240 32 de miembros de esa organización política en asambleas de base y ratificado en un multitudinario acto en el Poliedro de Caracas.   

 

 

Ante representantes de las comunidades, Unidades de Batallas Bolívar Chávez (UBCh), los líderes del PSUV y la del ala juvenil del Partido, el mandatario afirmó: “aquí hay un solo destino, la victoria popular el 28 de julio”.

Constituye un reto para las fuerzas revolucionarias la postulación presidencial en momentos agudos para la nación suramericana, donde cada día se trabaja en el fortalecimiento da base económica basada ahora también en el desarrollo de la agricultura, entre otros renglones que le permiten en gran medida la autosatisfacción interna.

 

Los tres meses y días que faltan para los comicios presidenciales –coincidentes con otro aniversario del nacimiento de Chávez- serán de extrema tensión en el país, donde en días pasados volvió a desenmascararse un nuevo plan de magnicidio contra el mandatario.

 

Junto a Maduro ya aparecen otros nombres de opositores que también aspiran a gobernar desde Miraflores y ocupar La Casona, residencia oficial del  jefe de Estado y su familia.

Pero a los archienemigos de Venezuela los eventuales postulados no les son favorables para tratar de enturbiar los comicios, ni el presidente ilegítimo ya casi olvidado Juan Guaidó, ni las tropelías que el contrarrevolucionario Leopoldo López y el expresidente colombiano Álvaro Uribe organizan desde el exterior.

 

La exdiputada a la Asamblea Nacional y la cara más visible de la oposición es María Corina Machado, quien en su momento solicitó la intervención militar estadounidense para resolver los asuntos internos de su país.

Machado quien fue inhabilitada por las autoridades venezolanas por 15 años –por ese y otros delitos- para ocupar cargos públicos, trató de burlar la ley realizando asambleas primarias de varias organizaciones opositoras (donde ganó con un 92 % de los votos) para candidatearse en los comicios.

 

 

Dirigente del partido Vente Venezuela, la llamada oposición dura sabe que será imposible burlar las decisiones de los tribunales, mientras la opositora considera que solo ella podría ganarle a Maduro. El conjunto de la oposición al parecer desestima tal posibilidad y trata de decidir un dirigente político que electo por consenso la sustituya.

El plazo para inscribir las candidaturas ante el CNE cierra el próximo lunes 25 –comenzó este jueves- y todavía no se anunciado el eventual reemplazo.

 

Machado, aspirante por la opositora Plataforma Unitaria, se convirtió en una figura apoyada por EE.UU. y sus socios, al extremo de que cuando fue ratificada su inhabilitación por el Tribunal Superior de Justicia, el poder imperial anunció el restablecimiento de sanciones al sector petrolero a partir de abril próximo, cuando expira una flexibilización anunciada en octubre pasado, tras la última decisión judicial sobre esta ingeniera de 56 años, de corte liberal, Washington volvió a cargar contra el sistema venezolano ante su fracaso por promover una nueva títere - como intentó fracasadamente con Guaidó- para suplantar un sistema político arraigado en la población que, a pesar de los sacrificios personales y colectivos, sigue considerando que no hay una mejor opción política que el socialismo del siglo XXI.

 

Varios medios de prensa hegemónicos se hacen eco de declaraciones de la que todavía se considera candidata presidencial, quien ya anunció un eventual plan B para competir con el mandatario, sin aceptar un sustituto.

También puede ocurrir que la oposición no logre ponerse de acuerdo y termine concurriendo dividida a los comicios, lo que se conocerá en unos días.

 

Analistas consideran que lo peor sería que alguno de esos grupos optara por no participar en la elección y llamarán a un bloqueo, mientras otros opositores se presentaran a los comicios, con un único o varios aspirantes, lo cual significaría una negativa división y pérdida de votos.

 

En medio de este debate litigante, el PSUV se siente seguro de la victoria de su postulado, quien cuenta con el respaldo de la poderosa unión cívico-militar heredada de Chávez y que –y que aun cuando ha tenido deserciones internas- se mantiene como la base más poderosa y segura de la Revolución Bolivariana.

 

Todos los movimientos políticos indican que Maduro seguirá dirigiendo los destinos de Venezuela a pesar de la agresividad capitalista mundial. Su respaldo está en la base popular que aunque reconoce que el país no navega en un mar de rosas llegará a puerto seguro de la mano de este hombre de presencia imponente y corazón solidario.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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