Desde febrero de 2022, cualquier aparición pública de Vladimir Putin recibe atención global y lecturas sui generis. Su discurso en la edición 2023 de la Conferencia del Club Valdái es un ejemplo. Por un lado, está lo que el presidente de Rusia quiso decirle al mundo. Del otro, lo subrayado por los líderes de opinión y la prensa occidental, casi siempre a partir de la retórica antirrusa que se ha puesto de moda. Si desde Moscú, un medio como RT destaca una propuesta de nuevo orden mundial, basado en el respeto a la diversidad de intereses y a la seguridad de todos, pues en la otra ribera política, AFP en París hace hincapié en las especulaciones de una futura adhesión de territorios ucranianos.
Pero el punto de lo que se quiso decir, y el lugar donde se dijo, no recibió suficiente atención, por omisión, despiste o conveniencia. Si las discusiones de política exterior, emitidas en las capitales o centros de pensamientos de las potencias emergentes, podían parecer encuentros alternativos sin trascendencia, el conflicto militar en Europa del Este, y la reacción del Occidente colectivo, han obligado a prestarles atención a esas opiniones.
Y una de las grandes inquietudes de esas naciones es, precisamente, la ausencia de una multipolaridad equilibrada, donde se den garantías de seguridad sin segundas intenciones, una idea que se repitió en los comunicados y declaraciones procedentes desde Moscú, antes del inicio de la conflagración en Ucrania.
Ese tema escogieron, para sus debates en 2023, los organizadores de la XX Conferencia Internacional de Discusiones Valdái. Con menos misterio y mitos que el Bilderberg, ese club toma su nombre de un lago próximo a la ciudad de Veliki Nóvgorod, la sede de su primer encuentro. Ha sido descrito por The New York Times como un foro de política exterior o, simplemente, una reunión de académicos.
En su portal web, Valdái se refiere a sí mismo como un sitio para promover el diálogo y la colaboración entre las élites intelectuales del mundo, apuntando al 2014 como un parteaguas en su existencia. Ese año, ocurre en Kiev el golpe de estado contra el presidente ucraniano Viktor Yanukovitch, estalla el conflicto en el Donbás y la península de Crimea se reincorpora a Rusia. En consecuencia, Estados Unidos y la Unión Europea decretan fuertes sanciones económicas contra Moscú. A partir de entonces, el foro abandona el formato de contar hacia el exterior la realidad de su país anfitrión y se propone “formar la agenda global y entregar una evaluación calificada y objetiva de las cuestiones políticas y económicas globales.”
Uno de esos asuntos claves es la seguridad multipolar, cuya ausencia explica, en parte, lo que ocurre en los territorios que una vez conformaron la URSS, particularmente por los efectos dejados tras su colapso y la entrada de ex repúblicas soviéticas a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN fundada contra el país desintegrado en 1991.
"Cualquier sistema policéntrico que implique la coexistencia de diversas fuerzas (estados, corporaciones, asociaciones religiosas, sindicatos, etc.) está plagado de conflictos adicionales. Pero es precisamente esta última circunstancia, junto con los problemas globales de desarrollo social, la que empuja a los países acelerar la búsqueda de cooperación" escribió Andrey Bystritskiy, el presidente del Club Valdái, en su mensaje de convocatoria a la conferencia de 2023, que convenientemente tituló con palabras que resumen la visión más optimista de esa multipolaridad: "Una diversidad esplendida."
Para Bystritskiy, un mundo así tendrá varios centros de coordinación de decisiones para una regulación interdependiente y la solución de conflictos. O sea, hay que contar con todos, sin un hegemón o una gran potencia apadrinando, presionando o imponiendo castigos a los demás. En su opinión, no se trataría de fundar algo nuevo, sino de perfeccionar prácticas anteriores de política exterior, como la denominada "la paz de Yalta", en referencia al entendimiento práctico entre los líderes de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, que se reunieron en 1944 para dar orden a la Europa de la posguerra en la ciudad de Yalta.
Según Putin, “la humanidad no avanza hacia la fragmentación en un segmento competidor, ni hacia una nueva confrontación en bloque, sea cual sea su motivación, ni hacia el universalismo desalmado de la nueva globalización, sino que, por el contrario, el mundo se encamina hacia la sinergia.”
En ese sentido, el presidente ruso puso un ejemplo contundente, al proyectar un futuro cese del conflicto en Ucrania como un asunto donde "una paz duradera se establecerá solo cuando todos se sientan seguros y entiendan que su opinión es respetada y que hay equilibrio en el mundo", agregando no se avanzará en ninguna dirección, mientras el bando de la unipolaridad vea al resto del planeta como parias o socios de segunda clase.
Queda por espera si ese futuro se materializará y qué lugar terminarán ganando las potencias emergentes en esa nueva configuración. Pero la seguridad multipolar ya no es una frase críptica en la agenda de teóricos de la política exterior, sino una cuestión de primer orden que causa fricción entre actores emergentes en el orden internacional y los beneficiarios del actual status quo.
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