miércoles, 1 de mayo de 2024

Espoletas bajo la mesa

El recién iniciado diálogo sobre el desarrollo atómico de Irán con fines pacíficos no aplaca las reticencias de los pretendidos inmaculados de este mundo...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 19/10/2013
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Primer ministro israelí
La nota descollante en materia de rechazo a todo diálogo con Irán proviene de Israel.

Cuando se dice que las relaciones internaciones necesitan un vuelco radical que las haga diáfanas, serias y simétricas, no se habla por gusto.

El ejemplo más reciente podría ser la actitud de ciertos gobiernos injerencistas y agresivos respecto a los nuevos esfuerzos para llegar a un acuerdo con Irán sobre su programa para el desarrollo del uso pacífico de la energía atómica, asunto que durante  buen número de años ha ocupado primeros planos en el clima de tensiones globales.

El nuevo gobierno de Teherán, liderado por el presidente Hassan Rohaní, promovió de inmediato conversaciones con  Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania, para presentar sus ideas en torno a una posible solución del diferendo originado por el capricho occidental de que Irán abandone su programa nuclear bajo el pretexto de que tiene propósitos militares.

La noticia, desde luego, cayó como onza de oro entre la comunidad internacional y los primeros encuentros se realizaron en Ginebra, donde, a juicio de varios participantes, Teherán expuso propuestas dignas de ser tomadas en cuenta, sin violentar para nada su derecho soberano al uso pacífico del átomo.

Pero es justo este último aspecto, es decir, la reiteración de una prerrogativa soberana del Estado persa, y de cualquier otro país del mundo, el que no encuentra acomodo en las cabezas prepotentes de ciertos poderes ligados al asunto.

Mientras Rusia, por ejemplo, calificó de prometedoras las sugerencias iraníes, los delegados europeos se mostraron más cautos en adjetivos positivos y Estados Unidos hizo constar su desconfianza, e insistió en acciones concretas que “prueben” la buena voluntad de Teherán.

Occidente había demandado a Irán que abandonase sus trabajos para enriquecer uranio al veinte por ciento “como un paso inicial para construir confianza”, a cambio de una modesta reducción de las sanciones económicas contra el país persa, que están afectado buena parte de sus ventas petroleras.

No obstante, la nota descollante en materia de rechazo a todo diálogo con Irán, a menos que lance por la borda sus experimentos atómicos, proviene de Israel, justo la quinta potencia nuclear del orbe a cuenta del apoyo norteamericano y de las restantes potencias de Occidente, y que hasta hoy no solo se niega a suscribir cualquier acuerdo internacional sobre reducción y control de esos peligrosos arsenales, sino que ni siquiera admite pública y oficialmente su archiprobada existencia.

Para el sionismo —y recuérdese su papel de privilegiado e intocable socio de Washington— la actual propuesta iraní se reduce a una “presentación en PowerPoint", y lo único que a su juicio sería válido es que Teherán desmantele su programa atómico de manera que Israel se mantenga como el único Estado mesoriental capaz de manejar semejante fuente de energía y poderío bélico.

¡Ah, y por supuesto, nada de desconfiar de Tel Aviv y sus íntimos padrinos, porque “probada” está la pulcritud y la ética que caracteriza a los  “civilizadores” globales en su tarea divina de guiar a los seres inferiores por  el buen camino!

En consecuencia, y mientras el resto del planeta espera que la iniciativa de Teherán sea tomada en serio y se diluya uno de los peligrosos focos de tensiones internacionales de nuestros días, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se prepara para dialogar en los próximos días con el secretario norteamericano de Estado, John Kerry,  para que las inquietudes, recelos, opiniones e intereses de la entidad sionista sean tomados muy en cuenta por Washington a la hora de analizar posibles acuerdos con el “ogro persa”.

 


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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