Mike Hammer llegó a martillar sobre la misma agenda subversiva, practicada por una docena de mandatarios estadounidenses; con más o menos de zanahoria o con el mismo garrote, más o menos expuesto. Desde que “llegó el Comandante y mandó a parar” la ruleta de ser prostitutas o limpiabotas. Desde que los herederos de José Martí proclamamos nuestra rebeldía y decisión soberana de marchar por los caminos del Socialismo hacia la plena justicia.
Una decisión no tolerada desde la otra orilla y castigada por décadas. Voluntad que enarbola la mayoría, los que han echado pie en tierra y han prendido una vela, los que sufren por los que se desalientan y claudican. Variopinta familia que tararea la misma esperanza de Aponte y Mariana, que hurga en los rincones de los colores que nunca se destiñen, que armoniza sus sueños con las ondas más persistentes y las puntadas más sinceras de su pabellón.
El encargado de la ruptura arribó a La Habana el 22 noviembre de 2024, designado por el Departamento de Estado del Presidente Biden, pero sabiendo quién sería el nuevo César del Imperio. Y cogió las señas y se montó en el plan. Que es la n-variante de la vieja estratagema de apoderarse de esta “sedimentación del Misisipi” y de apuntarse el fin del comunismo en Cuba, el apagón definitivo de este faro de esperanza y dignidad.
Desembarcó con su arrogancia y desprecio para recoger el “fruto” del recrudecimiento de la apuesta Mallory, de “debilitar la vida económica de Cuba”, “provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Vino a insuflar unos mártires de cartón y de huelguitas de aguacate. A incitarlos para prender las calles con la violencia y el caos. Contando con los que “no tienen fe en su tierra” y como que “les falta el valor” para resistir y vencer, “se lo niegan a los demás”. Pero los “sietemesinos” son más raros en Cuba que los que Narco Rubio y su marioneta calculan.
Como parte del “negocio”, comenzó a publicitar sus carreritas. Por aquí y por allá, llamando “activistas”, “luchadores por la libertad”, “presos políticos”, “víctimas del régimen” a los instrumentos de su propaganda, a los asalariados de la provocación. A calificar como “represores” a los encargados de garantizar el orden y la seguridad ciudadana.
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Entonces, su sudor comenzó a agriarse, con la insatisfacción de no dar en el clavo.
Para colmo, muchos cubanos de a pie, cientos de miles más que los que han aparecidos en sus post, el 1 de mayo colmaron las calles y las plazas de toda la nación. No a pedir la renuncia de “régimen”, sino a respaldarlo.
Desesperado, sofocado con el calor del Chago o con el espíritu cimarrón de los santiagueros, osó en el cementerio de Santa Ifigenia trastocar a un símbolo que sabía venerado, pero que ignoraba, evidentemente, el por qué. Cometió el irrespeto de nombrar al Apóstol e intentar descenderlo en clave anexionista a su cínico rejuego.
Qué poco conoce a quien vivió en el monstruo y conoció sus entrañas. A quien cayó en Dos Ríos por la independencia de Cuba y por salvar, a tiempo, a Nuestra América de la voraz apetencia del Norte brutal que nos desprecia.
Después, con el 20 de mayo, pensó en coronarse y negociar un descansito, después sus agotadoras carreritas por el archipiélago. Se dió un salto a La Florida, para rendir cuentas ante los más interesados en que se rompa todo vínculo diplomático y toda posibilidad de diálogo, a los que anhelan el cierre de las embajadas. Por un diplomita, como el hombre de la mafia anticastrista en La Habana.
Y convocó a la prensa, y armó ese show que por las redes vimos. Con esas ínfulas de interventor y ese paquetazo de “mentiras, medias verdades e inconsistencias”, que desmontó nuestra guerrera, la cubanísima Johana Tablada. Vaya, que muela tan bizca, tan densamente burda y ofensiva, esa del 22 de mayo en el pantano. Sobre todo, por el grosero intento de blanquear su performance desestabilizador.
“Salgo a reunirme con el pueblo como hacía en otros países. No hay nada en la Convención de Viena que lo impida”- expuso en Miami. Pero al contrario, ha venido violentando el Artículo 41 de la Convención de Viena que prohíbe expresamente la injerencia en asuntos internos del país receptor. Al reunirse y apoyar a actores desestabilizadores, que las agencias yanquis han financiado.
“Si un diplomático cubano hiciera giras similares en EE.UU., con acciones de intervención en los asuntos internos, reuniéndose con personas y grupos para incitarles a violar leyes o atentar contra el gobierno de Biden o Trump, sería declarado persona non grata y expulsado”, replicó la subdirectora de la Dirección de Estados Unidos del MINREX.
Dijo también Hammer que apoya a los microemprendedores cubanos, pero no se atrevió a desenmascarar allí, a los que como la congresista María Elvira Salazar inflan fantasmas frente la apertura implementada en nuestro país para el crecimiento de los emprendimientos no estatales. Para los que lo torpedean desde allá, tildándolo como mera “propaganda” y “un nuevo plan del régimen que está desesperado por conseguir millones de dólares para violar el embargo”.
Finalmente, en el Museo Americano de la Diáspora Cubana, le entregaron el diplomita de “Embajador del Exilio Cubano”. Regresó a Cuba un poco más infladito, pero por el mismo carril insolente, injerencista e inamistoso. Para su jugarreta sucia, inmoral e ilegítima.
La cancillería, haciéndose eco del sentir popular, lo convocó el viernes 30 de mayo, para entregarle una nota verbal de protesta. Para manifestarle nuestra inconformidad con su comportamiento y por sus incumplimientos con lo convenido internacionalmente para las relaciones diplomáticas y con el acuerdo bilateral que reanudó las relaciones entre ambos países.
En la nota verbal entregada por el director de Temas Bilaterales de la Dirección General de Estados Unidos, Alejandro García del Toro, se denuncia, que “al incitar a ciudadanos cubanos a cometer actos delictivos de marcada gravedad, atentar contra el orden constitucional o estimularlos a actuar contra las autoridades, y a manifestarse en apoyo de intereses y objetivos de una potencia extranjera hostil, el diplomático asume una conducta provocadora e irresponsable”.
Pertinentemente, se le entregó al provocador una copia de fragmentos de la carta testamento de José Martí, la que escribiera a su amigo mexicano Manuel Mercado y donde deja muy claro su antimperialismo.
La respuesta del Departamento de Estado fue declarar que su Encargado de Negocios en La Habana “mantiene su firme compromiso diplomático en Cuba, apoyando al pueblo cubano que enfrenta la represión y las dificultades económicas provocadas por el régimen cubano. Y que “Mike Hammer, y la Embajada de Estados Unidos representan con orgullo al presidente Trump, implementando una política de“Estados Unidos Primero" y exigiendo la rendición de cuentas del régimen cubano por su influencia maligna en el continente americano.”
Su espaldarazo fue soltar las mismas mentiras que su títere había reproducido, desde Cuba y desde la guarida de la mafia miamera. Culpabilizar al legítimo gobierno cubano de las "dificultades económicas” que producen y acrecientan ellos mismos, con sus persecuciones financieras económicas, con sus sanciones coercitivas y unilaterales.
Bien que sabemos que el "compromiso diplomático" de su asalariado no es apoyar al cubano de a pie, sino a los sujetos de cambio que orienta y financia, a sus papagayos mercenarios, a los anticomunistas acérrimos y a los resentidos, a los cautivos de un odio enfermizo y anticubano, a los desconectados del devenir antimperialista y emancipador, de la Revolución cespediana, martiana y fidelista que hasta hoy defendemos.
Al pueblo irredento lo castiga su gobierno, con un sistema represivo y malvado, una guerra multidimensional impuesta desde Washington por hace más de seis décadas, con un entramado de leyes y decretos que generan más penurias y dificultades. Los mínimamente informados saben que el Bloqueo es el más grande obstáculo para nuestro desarrollo y la prosperidad que nos merecemos.
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Los cubanos dignos no le creen, no le han pedido sus paseítos incendiarios por el país, ni sus infamias por las redes virtuales. No le aceptan su postura arrogante ni su espurio accionar. Bien que nos choca y enardece que nuestro suelo patrio, abnegado con la sangre mambisa y rebelde, con el espíritu indoblegable de Martí y Fidel, sea el escenario de su circo macabro. Cuba no es el patio trasero de nadie.
Si deseara de veras dar testimonio y amplificar las voces de la mayoría, enarbolaría que Cuba considera que convivir es posible, bajo relaciones respetuosas y de mutuo beneficio. Demandaría el levantamiento de las restricciones y sanciones. Nos sacarían de esas listas arbitrarias que torpedean, día a día, nuestras relaciones comerciales y financieras con el resto del mundo.
Se autotitula solidario, se reúne con "los presos del 11 de julio", pero ignora a las incontables familias que padecieron por no tener el oxígeno medicinal que su gobierno nos negó en el peor momento del COVID 19. Fue a Miami a hablarle a los cubanos que añoran la caída del Socialismo cubano, pero no con los que temen ser deportados, ni a los que intimidan o coaccionan para que no ayuden a sus familiares de acá, ni viajen a verlos.
El jefe de la Misión de EE.UU. en La Habana le da voz a los que le interesa, para sostener su discurso engañoso. Mientras hace caso omiso a los otros reclamos. No apoya a la mayoría ni a los más entregados por el bienestar común y la prosperidad. Les da la espalda a los trabajadores estatales que sostienen la vitalidad del país, a los que obran sin los recursos necesarios y hacen milagros. A los linieros y a los médicos, por poner dos ejemplos, que son también “gente de a pie”.
Machaca sobre las mismas argucias y recicla arcaicas estrategias para reconducir a Cuba hacia su órbita de saqueo y de humillaciones, a la de antes de 1959. Con el mismo afán de provocar una revuelta, una “transición democrática” que sería el retroceso hacia un Capitalismo subdesarrollante. Valora y subvalora dentro mismo mantra del “cabo” Carson, que aquí intentó lo mismo y conoció la derrota. Pero, frente a la acorazada dignidad nacional, fracasará el martillar del actual encargado y de los que vengas después.
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