Cuentan que mientras impartía clases de pintura en San Alejandro, durante la etapa neocolonial, a Armando García Menocal le gustaba narrar a sus alumnos historias de la guerra del 95, en la cual había sido combatiente. De aquellas anécdotas relatadas por él, la siguiente era su favorita.
En la contienda se pasaban días difíciles, pues escaseaban las provisiones de boca. “Pero no se podía dejar de resistir y luchar por la independencia de Cuba”, recalcaba el pintor mambí. Hubo varias jornadas en que apenas pudieron comer.
Un soldado del pequeño grupo comandando por el mayor general Máximo Gómez encontró en el campo un huevo. Se lo entregó al Generalísimo para que comiera algo, pero este lo rechazó y dijo: “O comemos todos o ninguno. A hervir el huevo. Lo picaremos a partes iguales”.
“Imagínense lo pequeño del pedazo que tocó a cada soldado”, puntualizaba Menocal, quien finalizaba el relato, no exento de orgullo, con la siguiente frase: “Fui uno de los patriotas que ese día comió su magra ración de proteínas”.
EL JOVEN PINTOR
Armando José Isabel García Menocal nació en La Habana el 8 de julio de 1863. Graduado de la Academia de San Alejandro a la edad de 17 años, sus profesores avizoraron el potencial del adolescente y vaticinaron que sería un futuro talento de las artes plásticas.
En esta institución, la instrucción de Menocal estuvo bajo la tutela del profesor Miguel Melero. Este convenció a los padres de Armando, que poseían una vasta cultura, para que lo enviaran a España con vistas a completar sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En la península recibió clases del maestro valenciano Francisco Jover y conoció las técnicas, en boga entonces, de la pintura en Europa. Aprovechó su estancia para exhibir sus primeras obras y ganó el segundo lugar en la Exposición Nacional de Madrid, de 1884, con su cuadro Generosidad Castellana.
Contactó además con notables personalidades de la literatura y las artes, como Menéndez Pelayo y el pintor Joaquín Sorolla.
De regreso a Cuba, en 1890, le otorgaron la cátedra de Paisaje en San Alejandro y comenzó a pintar retratos personales, con los que obtiene reconocimientos entre críticos y público.
El poeta y crítico Julián del Casal escribió sobre Menocal: “Bajo el dominio de su pincel, el raso espejea, la seda cruje, el encaje es más vaporoso, la flor ostenta invisibles matices y las piedras preciosas arrojan vivísimos fulgores”.
“Lo mismo puede decirse de la figura humana. El rostro conserva su color; la pupila, su mirada; la frente, sus pliegues; y la fisonomía, la expresión”.
Una de sus principales obras de esta época es Reembarque de Colón por Bobadilla (1893), célebre por su polémica con las autoridades colonialistas españolas, incluso, con el mismísimo gobernador general de la isla, quien ordenó quitarle al navegante los grilletes que se reflejaban en el cuadro.
Menocal no solo se negó abiertamente a cambiar su obra sino que, desafiando la ira de los colonialistas, lo exhibió después tal como lo había pintado originalmente.
EL MAMBÍ
Al estallar la Guerra del 95, partió a la manigua y realizó la Invasión a Occidente bajo las órdenes de Máximo Gómez. Fue herido en los combates de Camagüey (22 de agosto) y Calimete (29 de diciembre), ambos en ese año.
Rápidamente lo ascendieron a capitán. Dicen que tras participar en las cargas al machete, tomaba el pincel y dibujaba escenas épicas, luego vendidas en el extranjero para adquirir armas. No está claro con qué grado terminó la guerra, solo hemos encontrado su ascenso a comandante.
También cuenta la tradición que, a inicios de la Invasión a Occidente, le había hecho a Antonio Maceo un retrato a pluma, que le agradó mucho al retratado. Desde entonces entre el Titán y el pintor se entabló una profunda amistad, cimentada por la mutua admiración en los días de la contienda.
DIRECTOR DE SAN ALEJANDRO
Al cesar la dominación española en Cuba, recuperó su cátedra de Paisaje en la Academia de San Alejandro. Hizo murales para la señora Rosalía Abreu, y aunque es reconocido por sus grandes pinturas históricas, también se destaca en retratos, paisajes, marinas, flores, naturalezas muertas y temas mitológicos.
Fueron sus vivencias en el campo mambí plasmadas en el lienzo lo que le trajo mayor fama, hasta el punto de ser proclamado el “Pintor de la Revolución”. Entre esas obras se cuentan La Invasión, La Batalla del Coliseo y La muerte de Maceo.
Ejecutó los paneles decorativos del Aula Magna de la Universidad de la Habana y le encargaron pintar el techo y la cúpula del Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución).
A partir de 1927 ocupó la dirección de la Academia de San Alejandro, cargo en el que cesó en 1934 por su quebrantada salud. No obstante, siguió pintando hasta el día de su muerte, acaecida en La Habana el 28 de septiembre de 1942.
Fernando
19/3/21 9:19
Excelente Artículo,uno de los grandes cubanos!!.
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