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viernes, 22 de noviembre de 2024

Los desafíos tras el Moncada

Se nos impone la voluntad martiana de construir con todos y para todos desde la ética y la responsabilidad política como única alternativa real y permisible de honrar a quienes fraguaron el camino con su muerte...

Haroldo Miguel Luis Castro en Exclusivo 26/07/2023
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Moncada- 26 de Julio
Valerse solo de las memorias para construir un proyecto de nación supone, cuanto menos, un suicidio inadmisible

Un año más Cuba celebra los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Como recuerdo infatigable, la fecha se nos echa encima en nombre de los más sagrados preceptos de rebeldía e intransigencia.

Siete décadas han pasado ya de la gesta que supuso el comienzo de una nueva etapa en la lucha revolucionaria. Una que resultó heredera de la histórica tradición nacional de insurgencia y aprendiz de lo ocurrido durante las décadas del 30 y el 40.

La generación que al costo de su propia sangre se dispuso derrocar al dictador Fulgencio Batista, encarnó los mejores valores de una juventud cansada sobre todo de verse asesinada, pisoteada y vulnerada con extraordinaria impunidad en nombre del progreso y la estabilidad social.

El 26 de julio quedará siempre en la memoria patria como símbolo inextinguible de valentía, pero también de extraordinaria brillantez humana. Pues nadie podrá deshonrar jamás la memoria de quienes cayeron en combate o producto de la tortura en nombre de un país más justo. Ni la entereza de quienes resultaron prisioneros y asumieron el encierro para perfeccionar sus aptitudes políticas de cara al combate que vendría. Ni mucho menos menospreciar el sublime alegato de autodefensa de Fidel Castro y su extraordinaria brillantez para convertir en acusado a sus acusadores. Hay demasiado que preservar y llevar de bandera.

Sin embargo, caeríamos en un peligroso error si solo observamos la epopeya desde la indiferencia que propone el paso del tiempo. Todavía resuenan las palabras del propio Fidel cuando en 1983 señaló que de aquel julio del 53 solo quedaba la virtud del pueblo, la seguridad en la victoria, y la capacidad de soñar con las realidades del mañana.

Y es que valerse solo de las memorias para construir un proyecto de nación supone, cuanto menos, un suicidio inadmisible. Más que la necesaria evocación, la conmemoración nos ha de sacar inquietudes y cuestionamientos.

Se nos impone entonces la voluntad martiana de construir con todos y para todos desde la ética y la responsabilidad política como única alternativa real y permisible de honrar a quienes fraguaron el camino con su muerte. Fuera de clichés y narrativas vacías, nuestro Moncada se halla allí donde existe un problema por solucionar y la nación demande esfuerzos y sacrificios.

¿Hacia dónde vamos? ¿Cuáles son las dificultades que nos aquejan? ¿A qué llamaríamos pueblo hoy si de lucha se trata? Son solo algunas de las preguntas que ya intenta resolver una nueva oleada de jóvenes.

Desde la muchas veces olvidada e inentendible condición de país subdesarrollado y caribeño existen hombres y mujeres que día tras día piensan y construyen la República soñada por la Generación del Centenario.

Y sin jactancia por lo conseguido hasta el momento, pero tampoco sin derrotismo por lo que aún queda por hacer, con el compromiso de no perder las conquistas sociales, se nos presenta un pueblo mayoritariamente comprometido y ávido de encontrar soluciones.

Uno que no le teme a la pluralidad de opiniones y mucho menos a la crítica constructiva tras el error, y que solo demanda coherencia y el acompañamiento sincero de las instancias partidistas y gubernamentales.

No se trata de cerrar los ojos o de mirar hacia otro lado ante los desafíos, sino de asumirlos como parte inalienable a nuestra condición de sociedad libre y soberana. Ahí, de nuevo, radica nuestro Moncada. En eso estamos.


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Haroldo Miguel Luis Castro

Periodista y podcaster


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