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sábado, 23 de noviembre de 2024

Martí, los jóvenes y el futuro

Las enseñanzas del Maestro en la joven vanguardia de las luchas revolucionarias en Cuba y en los jóvenes de hoy, responsables de proyectar la Revolución hacia el mañana...

Omar Rafael García Lazo en Exclusivo 24/01/2013
1 comentarios
Estatua Martí - Parque Central
El apóstol tiene un vínculo especial con los cubanos de todos los tiempos.

Nació hace 160 años y murió con apenas 42. Murió joven, muy joven. Y murió cuando más falta le hacía a Cuba. Tal vez esa sensación de ausencia, de creer y sentir que alguien se fue antes de tiempo es la que nos confirma que ese alguien es imprescindible, y José Martí lo fue, lo es.

Apasionado del conocimiento, de las letras y las ciencias, desde niño fue labrando una cultura que lo llevó a considerar la redención humana como su causa fundamental, y la independencia de Cuba, el paso inicial de su destino. 

Fue un joven excepcional, pero no diferente. Irreverente, creador y fiel a sus principios. Capaz de resistir la cárcel sin odios, de amar apasionadamente y de escribir para los niños. Fue el joven que sin complejos rompió una vez con Gómez y Maceo y les mostró con su empeño el nuevo camino. Fue el joven que fundó un Partido, unió lo hasta entonces dividido y lanzó a un pueblo a la lucha. Fue el joven que razonó y previó peligros y legó una obra literaria y política inabarcable. Fue el joven que desde su adolescencia ha movido decenas de generaciones cubanas durante más de un siglo.

Si el grito de libertad de lo patricios fundadores de la Patria no hubiera calado en el alma de jóvenes como Agramonte y los Maceo, el eco redentor se hubiera apagado inobjetablemente. Pero esa clarinada caló, porque era el anhelo de todo un pueblo. Y José Martí, otro joven, intelectual y sin pasado heroico, lo convirtió nuevamente desde 1895, con su metódica y paciente labor, en causa emancipadora posible.

El golpe de Dos Ríos y también el de San Pedro precipitaron el aborto de la República con fórceps yanquis, pero el convite martiano pronto sería retomado por otras generaciones de jóvenes cubanos. 

MELLA Y VILLENA

Si se necesitara un símbolo de conexión histórica entre el ideal martiano y las florecientes ideas marxistas en nuestro país durante las primeras dos décadas del siglo XX, ese símbolo es Mella. Nadie fue más revolucionario y creador. Nadie fue más rebelde y profundo que aquel joven que desafió poderosas fuerzas: la sangrienta dictadura de Machado y la incomprensión de patriotas marcados por referentes externos.

Baliño, el socialista que siguió a Martí, estuvo también con Mella en el acto fundacional de otro partido, el Partido Comunista, organización que expulsó a Mella por explorar nuevos métodos de lucha. Otro joven rebelde años después dijo de Mella que fue el que más hizo en menos tiempo.

Villena fue el sembrador de nuevas semillas en aquel Partido, fue el necesario equilibrio que se necesitaba, pero murió con apenas 32 años, sin importarle sus versos. Su demanda de libertad para Mella y aquel paradigmático calificativo de “Asno con garras” contra el dictador, evidencian la esencia natural de una generación de jóvenes impulsada por una necesidad de libertad sobre bases ideológicas nuevas, pero con una esencia martiana. Ambos murieron jóvenes. Mella con 25 y Villena con 32. Con su entrega, y por sus caminos, ambos avivaron la llama de la Revolución.

FRANK Y JOSÉ ANTONIO

Arquitectos querían ser los dos y tenían una gran sensibilidad para las artes. En sus hogares se leyó a Martí y se profesaba una ética humanista y cristiana. Frank se hizo maestro, José Antonio se fue a la Universidad. Por su ideario, los dos jóvenes también formaron parte de la Generación del Centenario. 

Frank no participó en los acontecimientos del Moncada, pero curtido en las luchas estudiantiles en Oriente, ese 26 de julio anduvo por la ciudad de Santiago de Cuba tratando de ayudar a los asaltantes perseguidos. 

José Antonio tampoco estuvo en aquel amanecer de balas, pero fue de los primeros estudiantes y dirigentes de la FEU que se opuso al cuartelazo de Batista el 10 de marzo de 1952; y aunque no lo sabía, marchó junto a decenas de integrantes del Movimiento y futuros asaltantes al Moncada, durante la Marcha de las Antorchas el 27 de enero de 1953, previo al centenario del Apóstol.

Ambos amaron y rieron como cualquier joven de su edad, pero su vocación social y justiciera, alimentada por la cultura adquirida desde el hogar y en sus estudios, los convirtió en claros líderes políticos y de masas a pesar de su juventud. Fervientes cristianos y martianos, sus caminos se cruzaron inexorablemente, con aquellos jóvenes que dieron la clarinada un domingo de julio, e hicieron renacer al Apóstol con cien años.

FIDEL Y ABEL

Cuentan que al registrar la Granjita Siboney, después del asalto al Moncada, se encontró un ejemplar de las Obras Escogidas de Lenin, firmadas por Abel. El segundo jefe del Movimiento, de apenas 25 años, nacido en un batey azucarero villaclareño, emprendedor y exitoso en su empleo, conocedor del drama diario de los obreros y campesinos cubanos, procedente de las filas de la juventud ortodoxa y estudioso profundo del pensamiento martiano, también leía a Lenin y a Marx y soñaba con convertir el cuartel militar de Columbia en una gran escuela para niños.

Fidel tenía 25 años y un futuro profesional promisorio cuando conoció a Abel. Ya era abogado. Ambos coincidían en que la solución de los problemas de Cuba debía ser radical y por la vía armada, y juntos se volcaron a organizar un Movimiento ajeno a partidos y figuras decadentes de la politiquería. La edad y la aparente inexperiencia no fueron obstáculos para estructurar una organización secreta y selectiva, implementar planes de entrenamiento y financiación, y planificar la lucha armada.

Ambos líderes guiaron a 131 jóvenes al combate aquel amanecer del día 26 de julio. A ese encuentro con la muerte o la victoria no se podía ir sin las ideas del Apóstol en el pecho. Y así fueron los jóvenes del Centenario. La historia les dio la razón, pues aquella hombrada dura hasta hoy, y serán jóvenes como aquellos los que deberán continuar puliendo la obra.

SI LA JUVENTUD FALLA, TODO FALLARÁ

Cada página gloriosa de nuestra historia lleva el sello de la juventud. Cada generación hizo lo que debía hacer por derecho y por deber. Los jóvenes de hoy deben aprestarse para ocupar el lugar que les corresponde para preservar y enriquecer la Revolución, para combatir la desidia, la indolencia, el egoísmo, el burocratismo y el formalismo.

Los tiempos que corren, siempre difíciles, ameritan una gran dosis de humildad, pero también de atrevimiento; una gran dosis de modestia, pero también de valentía. Pero sobre todo, se necesita una gran dosis de estudio, reflexión, responsabilidad y voluntad de lucha. Siempre existirán, como dijo Fidel, poderosas fuerzas que enfrentar, dentro y fuera del país, pero es de jóvenes triunfar, como expresó Martí.

Podremos cambiar muchas cosas. Podremos ganar en eficiencia, en disciplina, en control y ahorro, en más justicia y equidad, en más socialismo, pero como alertó Fidel: “Si los jóvenes fallan, todo fallará”. 

¿Qué hacer para no fallar? Lo que pidió ese joven eterno: estudiar, pensar y actuar, armarse ideológicamente y aprender por sí mismos a ser verdaderos revolucionarios sin descuidar la historia legada. No pueden los jóvenes de hoy sentarse a esperar a que alguien les pida o les diga cómo y cuándo defender y enriquecer la Revolución, porque ella les pertenece también, y de ellos será la responsabilidad de proyectarla hacia el futuro. Sin el ímpetu, la pasión y la energía de los jóvenes, nada será posible.


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Omar Rafael García Lazo

Se han publicado 1 comentarios


nureya
 24/1/13 16:25

!!!Excelente artículo, una vista, a través de la mirada del apostol, a la juventud, esa que nunca debe cansarse de seguir haciendo historia!!!

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