Los días últimos de diciembre el 56 se iban entre el débil frío invernal y las tribulaciones y esperanzas de la mayoría de nuestro pueblo.
El dos de aquel mes había desembarcado el Granma y la mayor parte de los cubanos ignoraban su destino. La tiranía aseguraba haber liquidado al jefe de la expedición, Fidel Castro.
Sólo comerciantes empecinados habían adornado con motivos pascuales sus vidrieras, en las cuales anunciaban productos que nadie iba a comprar. La nación gravitaba entre la esperanza y la falsa información.
La soledad más absoluta rodeaba todo. Soledad en los parques, en las calles, en el vecindario, en los corazones.
Los días consagrados casi unánimemente en el mundo a la natividad cristiana estaban cargados de desesperación. De la inmensa tristeza, de la impaciencia por conocer la verdad, de la necesidad de elegir un camino contra la tiranía.
Batista y los suyos quisieron asestar un golpe a la Nación más que a la Revolución.
Hacia corto tiempo capitaneaba a sus anchas en el Norte de Oriente el Coronel Fermín Cowley Gallegos. El sátrapa típico, un poco descarado, posaba de alocado y siniestramente original.
Aquella navidad, él dio las órdenes terribles. Contaba con subordinados sin escrúpulos que lo obedecerían. Más de veinte jóvenes de la zona norte de Oriente serían asesinados. Desde aquel día, la llamada nocturna a la puerta se convirtió en toque de terror.
Poco a poco se supo el resultado de la terrible carnicería, llevada a cabo en puntos de las actuales provincias de Holguín y Las Tunas. Entre el 23 y el 25 de diciembre se conocieron los atroces asesinatos, entre otros, de Pedro Díaz, Luís Suárez, Jesús Feliú, William Aguilera, en Holguín, Rafael Orejón, de Nicaro, Ángel Valerio Consuegra (Manatí), Antonio C. Perodín, José Marcial Pérez (San Germán), José Mendoza, Alejo Tomás, Luis Sera, Aquiles Espinosa, Thelmo Esperance (Banes), Loynaz Echevarria, Enrique Casals, Pelayo Cusidó (Las Tunas), Enrique Morgan, Ramón Téllez, Isaac Hernández, Ernesto Guzmán, Silverio Núñez, Gilberto González (Cacocum), y Armando Guzmán.
La gama política iba de Pedro, al frente del Movimiento 26 de Julio en Holguín a Jesús Feliú, del Socialista Popular. Ellos y otros jóvenes fueron previamente torturados. Se usó, para ahorcarlos, en alguna ocasión, alambre de púas. Sus jóvenes vidas eran un tesoro de la Patria.
Meses después un comando revolucionario ajustició al principal asesino El recuerdo de los jóvenes caídos se guarda con orgullo en los pueblos.
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