Para este martes la Casa Blanca anunció que el presidente de EE.UU., Barack Obama y su esposa, visitarán el memorial del Pentágono y el hospital militar Walter Reed, en homenaje a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001, suceso que arriba a su undécimo aniversario.
El propio mandatario norteamericano declaró “tres días nacionales de rezo y recuerdo” por las casi 3,000 personas que perdieron la vida en las Torres Gemelas de Nueva York, en el Pentágono y en un terreno baldío en Shanksville (Pennsylvania).
“Pido al pueblo estadounidense que honre y recuerde a las víctimas del 11 de septiembre de 2001 y a sus seres queridos a través de la oración, la contemplación, servicios religiosos en su memoria, visitando monumentos, haciendo sonar campanas, vigilias con velas u otras ceremonias”, indicó en un comunicado el presidente.
Como debe corresponder, Obama ha pedido no olvidar jamás a las víctimas de aquellos atentados, que pusieron a EE.UU. ante “sus más oscuros días”. Sin embargo, su retórica oculta otros atentados terroristas que su país ha propiciado o alentado francamente.
CHILE: EL OTRO 11 DE SEPTIEMBRE
La historia recuerda otro episodio sangriento. En Chile, 1973, se puso fin a la vida de Salvador Allende y con ello, la esperanza democrática de su pueblo.
El país de las Torres Gemelas derribadas fue el causante directo del septiembre chileno. Chile nada tuvo que ver con la caída de las Torres. Pero en EE.UU. se planeó el golpe. El pretexto esgrimido por la Casa Blanca es que Chile no se convirtiera en una nueva Cuba en el hemisferio.
El gobierno de Richard Nixon, su asesor en Seguridad Nacional, Henry Kissinger, y la CIA desestabilizaron el país. Inventaron al traidor Augusto Pinochet como el jefe de gobierno, devenido artífice de una dictadura militar que duró 17 años (1973-1990) y responsable directo del asesinato y la desaparición de más de 40.000 personas.
CUBA: VÍCTIMA DEL TERRORISMO
Uno de los primeros países en solidarizarse con las víctimas del 11-S fue Cuba. Fidel Castro hablaba aquel fatídico día cuando a raíz de la noticia dijo: "Es conocida la posición de Cuba contra toda acción terrorista" —nuestra historia lo demuestra, eso lo saben bien todos los que conocen la historia de nuestras luchas revolucionarias. No es posible olvidar que nuestro pueblo ha sido víctima durante más de 40 años de tales acciones, promovidas desde el propio territorio de Estados Unidos.”
En Cuba se ha sufrido el terrorismo en carne propia. El apoyo del gobierno norteamericano a las acciones terroristas contra Cuba ha causado la muerte de 3 478 ciudadanos cubanos, y daños a la integridad física de otros 2 099, víctimas del 11-S.
Otra infeliz coincidencia, el 11 de septiembre de 1980 fue asesinado en Nueva York el diplomático cubano Félix García Rodríguez, funcionario acreditado ante la ONU, mientras conducía su auto por una calle de Queens. Con independencia de que la organización contrarrevolucionaria Omega-7 se adjudicó el detestable asesinato y el propio FBI conoció los planes de la misma, el asesino Pedro Crispín Remón evadió la responsabilidad penal y vive libremente junto a otros como Posada Carriles en territorio norteamericano.
Las actividades terroristas planeadas por el gobierno norteamericano adquirieron la categoría de práctica sistemática contra la Revolución Cubana a partir del año 1961, como consecuencia del “Programa de Acción Encubierta contra el régimen de Castro”, aprobado el 17 de marzo de 1960 por el entonces Presidente D. Eisenhower y que fuera proseguido por el Presidente J.F.Kennedy. En ese plan, entre otras cosas, se autorizaba la creación de una organización secreta de inteligencia y de acción dentro de Cuba y para ello se asignaban los fondos necesarios a la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
En 1997 fueron desclasificados archivos de la “era Kennedy”, entre los cuales se incluía un documento fechado en 1962 y titulado “Justification for US Military Intervention in Cuba”. El documento revela el plan de la operación Northwood: una serie de atentados donde se matarían a civiles y militares norteamericanos para movilizar a la opinión pública contra Cuba. El Estado Mayor también había planificado un atentado contra un buque de guerra y el desvío de un avión.
Paradójicamente, en 2001, escasos meses después del atentado del 11-S, y luego de un largo y amañado proceso judicial, se condenaba injustamente en Miami a cinco cubanos precisamente por desarticular estas actividades terroristas.
Ramón Labañino, uno de estos abnegados cubanos, en su alegato luego de la excesiva condena impuesta expresó: “El criminal ataque a las Torres Gemelas de New York y al Pentágono en Washington segó la vida de miles de inocentes del pueblo de Estados Unidos, y con indignación nos unimos al dolor del pueblo norteamericano.
Hacemos votos porque tales hechos no vuelvan a ocurrir. Nosotros, que hemos dedicado nuestras vidas a luchar contra el terrorismo, a evitar que actos tan atroces como estos ocurran; que hemos tratado de salvar la vida de seres humanos inocentes no sólo de Cuba sino del propio Estados Unidos; hoy estamos aquí en esta Sala para que se nos condene precisamente por evitar actos como estos. ¡Esta condena no puede ser más irónica e injusta!”
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