Urge intercambiar experiencias y concertar posiciones para enfrentar juntos los efectos de la COVID-19, una pandemia que amenaza con profundizar significativamente la crisis multisectorial que sufren nuestras sociedades, en particular en el ámbito económico.
Quiero empezar por agradecer al hermano Nicolás Maduro Moros, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, su convocatoria a esta Conferencia económica del ALBA-TCP.
Por más que se prevé una afectación global, nadie discute que quienes sufrirán más las consecuencias de la crisis son las naciones del Sur, porque al pesado lastre del subdesarrollo y el endeudamiento se añaden las medidas coercitivas unilaterales a las que algunos de nosotros estamos sometidos, en el contexto de un orden internacional injusto, que compromete el desarrollo sostenible de nuestros pueblos.
Desde principios de año asistimos a una dolorosa clase de Economía Política global.
Cada barco al que se le cerraron los puertos; cada avión que no encontró pista para aterrizar; cada persona contagiada a la que se le exigió dinero para tratamiento cada especulación financiera para obtener con ventaja medicamentos o medios de protección que todos necesitan; cada solicitud de ayuda sin respuesta; cada muerto sin tumba conocida —tragedias todas sobre las que hemos sabido a través de los más diversos medios– es una expresión del egoísmo y la injusticia de modelos económicos de un sistema, cuyo único fin es enriquecer minorías a costa del sufrimiento de las mayorías.
En naciones desarrolladas de la Unión Europea, que han sido terriblemente golpeadas por la pandemia, muchas personas hablan de separación del bloque, porque sienten que la integración comunitaria no ha funcionado ante la emergencia.
Increíblemente, el mundo súper desarrollado, el que roba cerebros y deslumbra con el brillo de producciones sofisticadas, se ha mostrado incapaz de emplear sus descomunales recursos en la construcción de un frente global contra una pandemia que sólo puede ser enfrentada con dos fuerzas al alcance de todos: cooperación y solidaridad.
Lo que podría ser una fortaleza añadida para países económicamente fuertes, ha terminado siendo una debilidad en la percepción de varios ciudadanos, por carencias éticas fundamentales.
Hoy pueden verse claramente las diferencias entre gobiernos que han defendido y fortalecido el estado como garante de estabilidad social y los que, empujados por las teorías neoliberales, lo achicaron recortando las prestaciones sociales, los servicios públicos de salud y las investigaciones científicas.
China, con su eficaz respuesta a la epidemia en el país más poblado del planeta y sus aportes a la OMS y a otras naciones, muestra la diferencia. Hasta aquellos que hablan despectivamente de un “virus chino” han sido favorecidos por la práctica solidaria de la gran nación.
En contraste, gobiernos que fueron muy eficaces para integrar sus mercados, sus finanzas, sus tropas y hasta para organizar invasiones extrarregionales, fallaron en la articulación de esfuerzos para salvar a sus propios ciudadanos.
Hoy el mundo entero paga el precio de los abusos del capitalismo en su versión salvaje. El más cercano ejemplo lo ofrece América Latina, convertida en epicentro de la pandemia, para revelarnos, en toda su crudeza, el costo de poner el destino de los pueblos en manos del mercado.
El modelo neoliberal, extendido en nuestra región, no ha podido atender las necesidades de la pandemia ni podrá enfrentar el escenario post COVID-19.
Los pueblos sometidos al fundamentalismo económico de derecha, hoy padecen los efectos de la reducción de los presupuestos destinados al sector de la salud, a la protección social, a la investigación científica y a la formación de personal médico y paramédico.
La experiencia de estos meses nos confirma que, con una administración adecuada de la política fiscal y sin descuidar los equilibrios macroeconómicos, el Estado cumple un rol principal e indelegable en el deber de proteger, regular y proveer los medios necesarios para enfrentar la crisis, salvar vidas, mantener la vitalidad de la economía, y al propio tiempo desarrollar programas de beneficio social.
Los pronósticos económicos son tan dramáticos como los datos diarios de la pandemia.
La CEPAL prevé para final de 2020 una caída del 5,3% en la actividad económica de América Latina, ... Esto implica que la pobreza alcanzaría en América Latina, la región más desigual del planeta, al 34,7% de su población (214,7 millones), la pobreza extrema a 13% (83,4 millones).
Ojalá fueran sólo números, pero hablamos de seres humanos. Millones de personas que van a sumarse a las grandes masas de excluidos exacerbando los graves conflictos actuales.
Ojalá fueran sólo números, pero hablamos de seres humanos. Millones de personas que van a sumarse a las grandes masas de excluidos exacerbando los graves conflictos actuales.
El momento y el sentido común imponen a la comunidad internacional dejar a un lado las diferencias políticas y, unidos, buscar soluciones mancomunadas, mediante la cooperación internacional y la imprescindible solidaridad.
La prioridad de nuestros gobiernos en la actual coyuntura debe dirigirse al fomento y desarrollo de la producción de alimentos, con énfasis en producciones locales que garanticen el autoabastecimiento y que demanden bajos niveles de importación.
Se requiere una mayor prioridad e inversión estatal en el sector de la salud, avanzando en el acceso universal y gratuito de la población a los servicios básicos de salud.
Nuestro líder histórico, Fidel Castro, lo dejó dicho y escrito en innumerables pronunciamientos: “en vez de invertir tanto en el desarrollo de armas cada vez más sofisticadas, los que tienen los recursos debieran promover las investigaciones médicas y poner al servicio de la humanidad los frutos de la ciencia, creando instrumentos de salud y de vida y no de muerte”.
Cuba se salva y aporta a la salvación de otras naciones bajo esa filosofía. Los países del ALBA-TCP pueden hacer mucho.
Debemos identificar las potencialidades de cada uno, en función de una integración económica regional que priorice la complementariedad, produciendo cada país lo que le resulte más competitivo e intercambiando bienes y servicios.
La solidaridad es indispensable y no ha faltado en estos años, pero urge perfeccionar las estructuras institucionales del frente económico del ALBA-TCP para establecer una agenda económica a corto y mediano plazos, diseñar incentivos y trabajar con mayor agilidad y flexibilidad en la identificación de oportunidades y proyectos conjuntos. Tenemos la voluntad política para llevarlo a cabo y la capacidad demostrada de cooperar y complementarnos, todo lo cual puede multiplicarse.
La “nueva economía real” precisa de un enfoque más productivo y menos inclinado a la actividad financiera. Los financiamientos han de canalizarse hacia la generación de bienes y servicios, propiciando que “se gane más produciendo, que moviendo el dinero”.
Y ya que nuestros históricos adversarios la emprenden contra la concertación global tan indispensable hoy, nos corresponde promover y fortalecer el multilateralismo y apoyar la gestión de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud.
Cuba ofrece, modestamente, las experiencias de nuestra estrategia nacional para superar los efectos de la Covid-19 y, en paralelo, enfrentar la crisis económica que amenaza al mundo entero y será más grave para los que somos víctimas de bloqueos genocidas.
A pesar de la compleja situación que atravesamos, Cuba no ha renunciado a los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el año 2030 por el bienestar, desarrollo y prosperidad del pueblo.
El aporte de la biotecnología cubana y de otros sectores de la ciencia ha resultado determinante. Nuestros talentosos científicos, con sus investigaciones y productos farmacéuticos de nueva creación, han derrotado literalmente a la muerte.
Mientras en el resto del mundo el 80 por ciento de los pacientes graves y críticos muere, la ciencia y la medicina cubana han salvado el 80 por ciento de los pacientes críticos y graves contagiados con el virus SARS-CoV-2.
Y eso se ha logrado sin renunciar a la práctica internacionalista de compartir lo que tenemos. La descomunal y mendaz campaña del gobierno de los Estados Unidos contra la colaboración médica cubana, que privó de servicios de salud a poblaciones vulnerables de Brasil, Bolivia y Ecuador, donde la pandemia está provocando fuertes estragos, ha sido derrotada. En este instante, 34 brigadas médicas cubanas integradas por más de 2 mil 500 cooperantes contribuyen de manera solidaria a mitigar el impacto de la pandemia en 26 naciones, a pedido de sus gobiernos. Ellos se suman a los más de 28 mil profesionales de la salud que ya prestaban servicios en 59 países antes de la COVID-19.
Ninguno de esos aportes es reconocido por el gobierno de los Estados Unidos, cuya administración ha recrudecido el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, con nuevas medidas coercitivas dirigidas a dificultar aún más el esfuerzo nacional de enfrentamiento a la pandemia y para la recuperación.
La paz y la seguridad regionales también se encuentran amenazadas.
La administración norteamericana rehusó pronunciarse públicamente y con claridad ante un acto terrorista ocurrido en la capital de ese país contra la Embajada de Cuba, lo que confirma la actitud de complicidad y contubernio con quienes promueven actos violentos contra nuestros países, y ratifica que el lenguaje agresivo e incitador de posiciones extremas y violentas cumple objetivos estratégicos del actual gobierno estadounidense.
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