Cuando los próximos días 26 y 27 se vean las caras en Santiago de Chile los altos dignatarios de América Latina y Europa, el gastado sustrato de los tradicionales encuentros bilaterales entre subdesarrollados y subdesarrollantes tendrá matices muy diferentes.
Y no será solo porque el viejo continente vive desde 2008 una crisis económica galopante que lo ubica en un insistente vórtice recesivo, mientras una nueva región latinoamericana y caribeña exhibe avances crecientes en su empeño por formar parte activa del complicado concierto internacional.
Se trata además de que, políticamente, el sur del hemisferio americano aparecerá en la cita cohesionado en torno a los principios de la novísima Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, que sobre nuevas bases integradoras pretende brindarle a estos, nuestros pueblos, una sola voz y un solo y positivo programa de acción. Una entidad cuya presidencia temporal, dicho sea de paso, asumirá Cuba justo este año.
Europa acude a la cita santiaguina como el mayor inversor foráneo en nuestras tierras, con montos superiores a los 610 mil millones de dólares, pero a la vez en franco retroceso económico y social.
Deudas exorbitantes han puesto a naciones como Grecia y España al borde de la quiebra nacional, en tanto las “locomotoras” regionales ven seriamente resentidas sus finanzas y sus índices productivos a partir de individuales incumplimientos de acuerdos unitarios, y de la adopción de programas de auxilio a grandes y exclusivistas entidades bancarias y fabriles a costa de los ya estrechos erarios públicos.
Por demás, la Unión Europea, que por muchos años se exhibió como paradigma de integración global, ha resultado en verdad un antro de discordias, donde la carencia de solidaridad y los egoísmos nacionales impiden acciones correctoras de orden verdaderamente mancomunado.
Por demás, Europa ha dejado hace ya mucho de exhibirse como la “patria” del titulado “estado de bienestar general”, para transformarse, a cuenta de la aplicación masiva de un neoliberalismo rampante con maternidad Made in USA, en un área de severos conflictos sociales donde, solo en 2012, el desempleo cerró en 11 % como promedio en toda la zona, (la cifra más alta desde la adopción del euro como moneda regional en 1999), y con ejemplos extremos como España y Grecia, con 26 % de desocupados en ambos casos. En total, cerca de 27 millones de europeos no tienen hoy donde ni como ganarse el sustento.
Lógicamente, y por razones obvias, para América Latina y el Caribe, que exhibió tasas de crecimiento superiores a cuatro por ciento en los últimos doce meses y trabaja por establecer sólidos mecanismos integradores como el MERCOSUR (equivalente hoy a la quinta economía mundial), es importante el saneamiento global y establecerse como un conglomerado con trascendentes aportes internacionales.
Y es que el sur del hemisferio va dejando de ser, gracias a los cambios políticos positivos de los últimos años, la tierra de la agobiante deuda exterior, de las impuestas privatizaciones al por mayor, de los recortes sociales, de la pobreza generalizada, de la desesperanza a toneladas, y de la dependencia y los ojos gachos frente a los poderosos.
Así, es una realidad que, al decir de los organizadores de la citada cumbre en Santiago de Chile, este encuentro marca una creciente “simetría entre los interlocutores”, sustentada ante todo en el hecho de que América Latina y el Caribe “acuden con una sola voz” y con la posibilidad cierta de ser “parte de posibles soluciones a la crisis global”.
Y es que la citada debacle, que todo lo ha subvertido, ha puesto en evidencia que bajo otros presupuestos ajenos a las fórmulas imperiales, los pueblos pueden reverdecer, ganar espacios, expandir sus fuerzas, y asumir por fin sus derechos como parte activa en el empeño por enderezar y dar lógica a esta maltratada casa común que habitamos.
Dos escenarios distintos
La cercana Cumbre UE-América Latina y el Caribe se produce en medio de un cotejo inédito entre el Viejo y el Nuevo Mundo...
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