viernes, 29 de marzo de 2024

El Socialismo: nuestro horizonte expandido de octubre a octubre

Aquel disparo del Crucero Aurora expandió la utopía socialista, hasta su concreción trasformadora...

José Ángel Téllez Villalón en Exclusivo 07/11/2022
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Conferencia de PC
“Aquí estamos, soñando y haciendo, sobre todo intentando que se haga posible lo imposible” (Foto: Granma).)

“Nuestro horizonte sigue siendo el socialismo”, declaró el Primer Secretario  del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República Miguel M. Díaz-Canel Bermúdez, en la clausura del XXII Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, celebrado en La Habana a finales de octubre; el mismo  mes en que celebramos en nuestro país el inicio y de la Revolución Cubana  que continuamos hasta hoy.  Una Revolución  contra la colonia española, por un estado nacional soberano, que nació integrando a esas aspiraciones “nacionales”  otras  reivindicaciones “sociales”, como la emancipación de los esclavos.  La alborada del 10 de octubre de 1868, fue la  eclosión de un movimiento antisistémico articulado por ese humanismo de profundas raíces fraternales que comparten el republicanismo democrático del mediterráneo y  el socialismo de gorro frigio.

La Revolución iniciada por el bayamés Carlos Manuel de Céspedes, fue continuada por el habanero José Martí, quien la profundizó  y proyectó como  una “estrategia de dos pasos”. Como declaró a su compañero de lucha  Carlos Baliño: “Revolución no es la que vamos a hacer en la manigua, sino la que vamos a realizar en la República”. Ese humanismo martiano es gran medida el misterio “ultrademocrático” que aludiera Julio Antonio Mella en su Glosas al pensamiento de José Martí.  El fundador de la FEU, como Antonio Guiteras, Pablo de la Torriente Brau y Rubén Martínez Villenas, bebió  de  ese oasis de humanismo que nos legaron nuestros padres fundadores.

Esa integración ideológica se concretó también en el  primer Partido Comunista de Cuba, fundado en La Habana el  16 de agosto de 1925. Cálido abrazo  de dos siglos y de dos generaciones, representadas por  Baliño y Mella, la unión entre los revolucionarios que lucharon por la independencia de Cuba y los que comenzaban a pelear para fortalecer las luchas de clases dentro de la republica mediatizada, en contra de la burguesía. Expresión, además,  de la acogida  por estos lares  de la Revolución de Octubre de 1917. Días antes de su constitución en La  Habana, había acontecido  en la Bahía de Cárdenas la legendaria  visita de Mella al barco soviético Vatslav Vorovski, ejemplo, de actitud internacionalista y de apoyo a la Revolución Socialista liderada por Lenin.

Aquel disparo  del Crucero Aurora y que antecedió  el asalto  de los destacamentos de obreros y soldados  rusos al Palacio de Invierno de San Petersburgo, expandió la utopía socialista, hasta su concreción trasformadora. Como un horizonte que fue entonces,  y sigue  siendo hasta hoy, esperanza  y protesta utópica.  Esperanza de un mundo mejor, para la concreción del reino soñado por los cristianos en la tierra, del “reino de la justicia”. Y la vez, protesta utópica, como pronóstico del que resulta un contraste crítico del Capitalismo, como  régimen de la barbarie, injusto y condenado a desaparecer.

A tres años de iniciada la Primera Guerra Mundial, un gran impulso bolchevique provocó la caída del  gobierno provisional,  puso fin a las ambiciones hegemónicas del imperialismo mundial y dio inicio al despertar de los pueblos   expoliados y de las clases subordinadas del Mundo. Aquel “asalto al cielo” dio paso a la   eliminación de la explotación del hombre por el hombre, origen de todos los males en cualquier sociedad.  En corto plazo, sacó de la hambruna a millones de rusos  y convirtió a un país agrario en un país industrial.

Este gran acontecimiento de octubre de 1917, que conmemoramos  hoy 7 de noviembre ( a razón  de la diferencia de días entre los calendarios juliano y gregoriano), consiguió impulsar la lucha contra las injusticias en el propio seno de las potencias capitalistas y  hasta obligó a los gobiernos de muchos países capitalistas a desarrollar lo que durante décadas se ha venido llamando el estado del bienestar.

La Revolución de Octubre inauguro ese “viaje hacia lo desconocido” que es la contruccion socialista. No solo reforzó la teoría del derrumbe forzoso del Capitalismo, como consecuencia de sus contradicciones inherentes, rompió con viejos dogmas. El leninismo como estrategia revolucionaria resultó una acción no prevista por las demás concepciones socialistas, ni por la ortodoxia marxista. La teoría leninista, devino en profundización del marxismo y aquilató el factor subjetivo, de la superestructura social, la consciencia de clase y de la  ideología. Así, como el  “papel activo, dirigente y orientador que pueden y deben desempeñar en la historia los partidos”, al frente de las clases avanzadas, como vanguardia política de los trabajadores.

Bajo la conducción de Lenin y su partido, las masas obreras consiguieron la  victoria, decisiva, efectiva, y no verbal; y con ello,  la posibilidad de tomar el poder y decidir por su propio bienestar. Ya no para engordar los privilegios de unos pocos, sino para multiplicar los panes y los peces con el esfuerzo colectivo,  por “pan, paz y tierra”.  Cual apuntara Rosa Luxemburg, en otoño de 1918,  el  “bolchevismo” se convirtió  en  el “símbolo del socialismo revolucionario práctico de todos los esfuerzos de la clase obrera por conquistar el poder”. En tal sentido, “todos los errores particulares del bolchevismo resultan sin realidad y se borran ante ese hazaña, como ocurre siempre en el contexto y a la escala de los grandes acontecimientos históricos”.

La Revolución Rusa posibilitó, además  la existencia de la Unión Soviética, país que se conformó en 1922, luego de que los bolcheviques derrotaran a la intervención extranjera y a los ejércitos blancos. Gracias a la valentía y al enorme espíritu de sacrificio de los pueblos soviéticos, la humanidad se libró del nazi-fascismo. En las entrañas de este gigantesco país fue destrozado el 75% del más potente complejo militar bélico creado por la especie humana, la Werhmacht.

Para Lenin  el proletariado, con organización era todo y sin organización era nada. Si alguna actualidad tiene su legado  es el de recuperar esa gran experiencia histórica del saber combinar  organismos como los soviets (de frente único de lucha y de auto-organización), con una organización como el partido, que posea una estrategia y programa intransigentes, junto a tácticas flexibles, para desarrollar la lucha de clases .

Aquel  primer gran triunfo Socialismo histórico, fue el triunfo del partido de Lenin con la bandera de la paz, con la bandera de la resolución del problema del hambre y de la pobreza. Esas mismas banderas las enarbolan en el presente los partidos comunistas del mundo.  Como se evidenció en el  referido XXII Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (EIPCO), realizado por primera vez en Cuba, bajo el lema “Unidos somos más fuertes”.  Así se patentizó en la Declaración Final y en el Plan de Acción del XXII EIPCO , aprobado por  los 145 delegados, de 77 partidos políticos de filiación comunista y obrera, procedentes de 60 países, que participaron.

Lo ratificó Díaz-Canel, en nombre del Partido Comunista de Cuba, “Aquí estamos, soñando y haciendo, sobre todo intentando que se haga posible lo imposible”. Incluso, “después de la trágica desaparición del campo socialista en Europa y la desintegración de la Unión Soviética, y a pesar de las feroces campañas anticomunistas que los poderes del capitalismo transnacional han convertido en dogma del pensamiento único a través de poderosos medios de alcance global”.

Aquí estamos, en una Cuba castigada por defender el proyecto socialista de desarrollo y de soberanía; como declaramos 16 de abril de 1961 en la esquina de 23 y doce, y como refrendamos en junio del 2002.  

El Socialismo ha significado  para la mayoría de los cubanos un camino propio, “un camino de perfeccionamiento, como un camino incesante de avance hacia la justicia, como un camino incesante de avance hacia la hermandad, como un camino incesante hacia la solidaridad, hacia el amor entre los semejantes, como un camino incesante hacia la felicidad”.

Y al mismo tiempo, un horizonte utópico, movilizador de voluntades. Nuestra alternativa posible de cambio social, de ruptura  y superación de la  lógica del capital. “Se trata, como afirmó el primer secretario del PCC - de conjugar el reto entre la alternativa necesaria y posible en el proceso y en el proyecto, de manera que lo posible presente no contradiga lo necesario futuro del proyecto histórico. En otras palabras: la alternativa posible no renuncia a la deseada, sino que la alimenta, construye y avanza en ella”.

 


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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