A mi hermano René en libertad.
Aquel 12 de septiembre, sin adjetivo que lo pueda calificar en su violencia, fui el último que llegó a Miami y, por consiguiente, el último en ser ubicado en una celda extremadamente fría, con un colchón pelado, una colcha y un rollo de papel sanitario; aislados todos.
El silencio era tétrico en aquel piso 13 del Centro de Detenciones de Miami. Por un instinto puramente animal, uno se pone a dar vueltas dentro de aquel espacio tan reducido. De vez en cuando, me detenía ante el estrecho cristal que tenía la puerta metálica, por donde, constantemente, nos vigilaba un guardia haciendo ronda. En una celda enfrente, que me quedaba hacia un extremo, miraba a un hombre, que también se detenía a ratos en su ventanilla. Rostro barbudo austero, el pecho desnudo y me preguntaba: quien será ese tipo?, no tiene frío?
Era René, aun no lo conocía.
En aquellos primeros días, de los que queda mucho por contar, nos bajan, a él y a mi, a la Sala de la Corte. Debíamos allí declararnos inocentes o culpables, que en nuestro caso era declarase dignos o indignos, honestos o deshonestos, leales o traidores. Nosotros dos íbamos muy seguros de nuestra inocencia. Pero había uno, que yo tampoco conocía, que iba a declarase culpable. Cada uno fue por separado ante el Juez, pero René leyó la traición en el rostro de aquel tipejo, quien me trataba de enredar con un cuento.
Luego, René me dijo: tengo que hablar con ese tipo. Yo solo le pedí calma.
Así lo conocí.
Así nos hicimos, los cinco, hermanos.
Por eso, su libertad es nuestra libertad, su dolor y su felicidad son también nuestros.
Por eso, nuestra injusta prisión seguirá siendo su prisión.
Por eso, fuimos, somos y seremos Los Cinco, donde se funde un solo hombre, un cubano como millones de compatriotas, fiel a su pueblo y a su patria.
Tony Guerrero Rodríguez
10 de mayo de 2013
Prisión Federal de Marianna.
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