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viernes, 1 de noviembre de 2024

La crisis que pudo ser evitada (I)

Si en lugar de incrementar su política agresiva contra Cuba, el Gobierno de Estados Unidos hubiera respetado la soberanía nacional y el derecho a la paz y seguridad de la mayor del Caribe...

Frank Agüero Gómez en Exclusivo 22/10/2012
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Una crisis que puso a toda Cuba en pie defensivo.

Cincuenta años después de la Crisis de Octubre de 1962, no son pocos los enfoques que insisten en buscar sus orígenes en la instalación en Cuba de misiles estratégicos soviéticos presuntamente dirigidos a ocasionar una hecatombe en Estados Unidos, desconociendo las razones que justificaron las riesgosas decisiones de los máximos dirigentes de la Unión Soviética y Cuba : evitar un nuevo zarpazo imperial contra la isla.

Robert McNamara, secretario de defensa del gabinete de John F. Kennedy, de modo sorprendentemente franco, confesó en Moscú, 27 años más tarde, que no le extrañaba la reacción de cubanos y soviéticos ante las evidencias de que en Estados Unidos se preparaba una invasión militar contra Cuba, mucho antes de conocerse las fotos del avión espía U-2 que reveló las instalaciones misilísticas en el occidente de la isla.

“Quiero ser muy franco—repitió McNamara en La Habana —, si hubiera sido dirigente cubano, habría pensado exactamente igual que ustedes…creo que hubiera esperado una invasión de los Estados Unidos.”

El exalto dirigente militar estadounidense argumentó su afirmación en el análisis de los hechos que antecedieron a la crisis de Octubre.

En primer lugar, admitió, sobre los dirigentes estadounidenses pesaba la reciente zaga que consideraba un “error” no haber apoyado con la fuerza militar de su gobierno la fracasada operación de Playa Girón o Bahía de Cochinos, lo que implicaba, según McNamara, que “en algún momento en el futuro esa fuerza se utilizaría.”.

Otras dos argumentos avalaban su criterio: la continuación de las operaciones encubiertas contra Cuba iniciadas en 1959 y que estaban en pleno apogeo en el otoño de 1962 con el Plan Mangosta, aprobado por el Presidente y en ejecución en esos momentos por varias instancias del Gobierno.

Esta operación, según consta en documentos oficiales, pretendía el derrocamiento de la Revolución en un período entre marzo-octubre de 1962, promoviendo la subversión interna, acciones de sabotaje y resistencia armada, la guerra económica y sicológica, el repudio internacional del Gobierno de la isla y, finalmente, la promoción de una acción militar colectiva con intervención directa de Estados Unidos.

En tercer lugar, expuso, se conocía que en el Congreso de Estados Unidos existía un favorable coro de voces que se alzaban a favor de una invasión a Cuba, las cuales frecuentemente irrumpían en los medios de comunicación de todo el mundo, en especial desde Washington, contribuyendo a crear un ambiente histérico de odio y temor hacia la Revolución de la isla.

“Diría también que si yo hubiera sido un dirigente soviético en aquella época, yo creo que también hubiera llegado a esa misma conclusión”, afirmó el exjefe del Pentágono, cuando se celebraba en la capital cubana la Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, cuarenta años después del encontronazo entre los dos principales potencias atómicas de la época.

Cinco décadas han pasado de aquel octubre de 1962, fecha inolvidable en la cronología de los grandes acontecimientos después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo por el peligro que entrañaba de una nueva confrontación, esta vez con el empleo de las armas nucleares, cuyas consecuencias, de haberse producido las acciones militares, nadie hasta hoy ha sido capaz de imaginar con exactitud.

BUSCAR CAUSAS, NO EFECTOS

Periodistas y no pocos analistas internacionales que abordan el tema siguen insistiendo en tesis nada congruentes con la realidad histórica, ubicando los orígenes de la Crisis en la presencia de los misiles y otros armamentos soviéticos con capacidad nuclear en la mayor del Caribe.

Adjudican al armamento concebido para la defensa de la soberanía de la nación agredida el protagonismo de causa, y no efecto resultante de una descabellada política agresiva de la potencia imperial contra la joven Revolución, iniciada casi desde la entrada triunfal del Ejército Rebelde en la capital e incrementada a medida que el nuevo gobierno ejecutaban acciones reivindicativas de la soberanía nacional y de beneficio popular con amplio respaldo de la población y la simpatía de los pueblos del continente.

El Comandante en Jefe Fidel Castro, al explicar las causas de la Crisis, planteó a la periodista María Shriver, de la cadena norteamericana NBC y sobrina del presidente Kennedy:

“Nosotros estábamos viviendo un momento de gran peligro. Todo aquello ocurrió después de la invasión de Girón y en medio de una guerra sucia contra Cuba muy fuerte, un bloqueo económico, actividades subversivas, bandas contrarrevolucionarias y ataques piratas constantemente contra nuestro país. Pero eso no habría sido una causa suficiente, el elemento principal que determinó las instalaciones de los proyectiles fue la creencia de que se iba a producir una invasión directa a Cuba por parte de Estados Unidos”.

Como ha esclarecido el Jefe de la Revolución, la razón de supervivencia de Cuba no fue el único argumento para aceptar la propuesta soviética, a pesar de los riesgos que implicaba para la imagen del país ante América Latina y el Tercer Mundo.

Al explicar las razones que justificaban la instalación de los cohetes, durante la Conferencia Tripartita de 1992 en La Habana, Fidel insistió en que la aceptación de la propuesta soviética se asentaba, más que en la defensa de Cuba, en la conciencia del deber y la lealtad internacionalista de los cubanos para con la URSS y el campo socialista, aunque esto último no se planteara con claridad por la parte soviética.

“..Cuando nos reunimos, analizamos la cuestión y todos interpretamos, exactamente, la misma cosa, que aquella era una cuestión estratégica, que era una necesidad del campo socialista, del fortalecimiento del campo socialista, y que si nosotros esperábamos que los países socialistas lucharan por nosotros, nosotros, por razones de imagen simplemente y de una forma egoísta, fuésemos a negarnos a prestarle, digamos, esa cooperación al campo socialista. Esa fue la argumentación que se empleó allí en la reunión nuestra, donde unánimente estuvimos de acuerdo con la cuestión de los proyectiles, a pesar de todos los inconvenientes que a nuestro juicio traería, y éramos conscientes de ello”

En efecto, a pesar de que ni los dirigentes norteamericanos, ni tampoco los cubanos, sabían exactamente cual era la correlación de fuerzas estratégicas entre los dos países, en la realidad varias veces favorable a Estados Unidos, los líderes de la Revolución comprendían que la presencia en territorio insular de las instalaciones misilisticas con sus cargas nucleares contribuirían no a un cambio, pero si a mejorarla en favor de los aliados que defendían la paz y el derecho soberano de los pueblos.

Una de las preocupaciones del máximo líder soviético, según los jefes militares de la URSS que recibieron la misión de preparar la operación, consistía en preservar la paz y no permitir el desencadenamiento de la guerra nuclear, lo cual, en opinión de Jrushov, se lograría con un enmascaramiento extremo, en un plazo mínimo de ubicación de las tropas coheteriles, confiando en que el gobierno soviético disponía de medios y posibilidades para detener oportunamente el desarrollo desfavorable de acontecimientos que condujeran al estallido de una guerra.

Se equivocaron al respecto, agravado además por desconocer la sugerencia del líder cubano de suscribir un Convenio Militar entre las dos partes y hacerlo público con anticipación a la llegada de las armas,, y luego al negar y ocultarle al Presidente de Estados Unidos la presencia de los misiles en territorio cubano como acto legítimo y soberano decidido entre los gobiernos de Cuba y la URSS.

Con toda razón por conocer muy bien el proceder de los dirigentes soviéticos, el Comandante en Jefe Fidel Castro aseguró en la citada Conferencia Tripartita de La Habana, que esos cohetes no tenían el propósito de utilizarse como iniciativa en una acción agresiva contra Estados Unidos.

“Recuerdo que Nikita no se cansaba de repetir que nunca lanzaría un primer ataque nuclear. Esta cuestión era una obsesión para él, estaba constantemente hablando de negociaciones con Estados Unidos, de salir de la guerra fría, de la carrera armamentista, etcétera. De modo que al juzgar los estados de ánimo de aquella época hay que conocer qué se pensaba en torno a las fuerzas de cada una de las grandes potencias.”

EL DERECHO A LA SEGURIDAD CUBANA

La Crisis pudo ser evitada, si en lugar de escalar las agresiones contra Cuba, hubiera primado el sentimiento de respeto a la soberanía nacional, que incluye el derecho a elegir el sistema económico y político que cada pueblo elija, a defender la integridad de su territorio, los bienes materiales y culturales de la nación y, en particular, el desarrollo de la vida pacífica de sus habitantes.

En lugar de ello, solo entre enero y agosto de 1962, se realizaron contra Cuba 5780 actos de sabotaje, de terrorismo y de subversión, de los cuales, en 716 ocasiones, se dañaron grandes objetivos económicos y sociales de la mayor de las Antillas, según testimonió el general de división ® Fabián Escalante en la Conferencia Tripartita de La Habana sobre la Crisis de Octubre.

Peligrosas provocaciones tuvieron lugar en esos meses en el territorio ilegalmente ocupado de la Base Naval norteamericana de Guantánamo, el ambiente alrededor de la isla se caldeaba con incremento de tropas, pertrechos y maniobras de las fuerzas armadas norteamericanas, mientras se fabricaban incidentes mediáticos acusando al gobierno cubano de intenciones agresivas, a la vez que crecía la campaña para aislar a Cuba de organismos internacionales y acusarla de satélite soviético en el área.

En tanto, las armas, tropas y aseguramientos estratégicos soviéticos comenzaron a llegar a la isla, y a pesar del silencio con que se llevó a cabo la operación, voces ansiosas de castigar a la isla rebelde amenazaban con el peligro que suponía para Estados Unidos las medidas defensivas adoptadas por sus vecinos.

Fidel les respondía:

“ ¿Cómo pueden pretender que frente a una política continuada de agresión y de hostilidad, Cuba no trate de defenderse. Cuba no se defienda, Cuba no esté dispuesta a defenderse hasta su última gota de sangre, Cuba no esté dispuesta a dar los pasos necesarios para defenderse?

“¿Es que frente a los enemigos que quieren destruirnos, nuestra obligación es acaso poner la cabeza bajo el filo del hacha imperialista y no defendernos, no adoptar todas las medidas necesarias para defendernos, y las medidas que nos garantizaran lo que necesitamos: paz y seguridad para trabajar, paz y seguridad para luchar por un destino mejor?   

“Ellos hablan en nombre de su seguridad. ¡Ah! ¿Y la seguridad nuestra acaso no cuenta? El derecho exclusivo a la seguridad la tienen ellos? ¿No tenemos también nosotros derecho a la seguridad?” (1)

1) Discurso en la clausura del III Consejo Nacional de Consejos Municipales de Educación, La Habana, 1962.

(Continuará)


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Frank Agüero Gómez


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