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domingo, 24 de noviembre de 2024

La debacle del tercer mundo

La ONU se ha convertido en peón de EE.UU y la OTAN con la complicidad de países y entidades que con su voto influyen en el acontecer internacional...

Jorge Gómez Barata en Exclusivo 06/03/2012
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Edificio de las Naciones Unidas
Edificio de las Naciones Unidas.

La diplomacia versallesca alude al modo como las elites reales y burguesas, más que negociar, traficaban en salones o campos de batalla a espaldas a los pueblos y a costa de ellos. Era la diplomacia secreta repudiada tanto por George Washington y por los radicales franceses de 1789 como por Lenin y en cuyo ataúd, Roosevelt, Stalin y Churchill creyeron haber clavado el último clavo con la creación de la ONU. La idea fue castrada por los mismos que la habían concebido y que, vencedores en la II Guerra Mundial, se adjudicaron la potestad de veto que sesgó el multilateralismo.

La ONU fue la piedra fundacional de una arquitectura internacional asentada en el Derecho y en la democracia, la primera entidad que proclamó como su fundamento la igualdad soberana de los estados, la autodeterminación y la defensa de la soberanía nacional.

Defectos aparte, las Naciones Unidas crecieron con los estados surgidos de la descolonización y fueron complementadas por organizaciones tercermundistas como: La Liga Árabe (1943), el Movimiento Países no Alineados (1955), la Organización de la Unidad Africana (1963), el Grupo de los 77 (1964), la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Africa, Asia y América Latina (1966), el Sistema Económico Latinoamericano (1975) que, reforzadas la Revolución Cubana otorgaron al multilateralismo un significado que sus promotores no habían calculado.

A lo largo de tres décadas: 60, 70 y 80, junto con los esfuerzos por consolidar los procesos nacionales, se libró una intensa lucha contra el imperialismo y el neocolonialismo que tuvo expresiones concretas en la solidaridad con la causa del pueblo palestino, la lucha contra el apartheid y por la independencia de Namibia, libradas no sólo en los escenarios internacionales, sino en los campos de batalla africanos donde mediante el esfuerzo coaligado y eficaz de los luchadores sudafricanos del ANC, la SWAPO de Namibia, el MPLA angolano y los combatientes internacionalistas cubanos, la Sudáfrica racista fue derrotada y liquidado el apartheid.

Tan fuerte era la presencia de los países en desarrollo en la ONU y otros organismos internacionales que llegaron a plantearse la meta de promover un Nuevo Orden Económico Mundial. En 1974 el presidente mexicano Luis Echevarría Alvarez presentó ante la Asamblea General de la ONU, la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados y en 1980, la UNESCO endosó el Informe McBride que promovía un Nuevo Orden de las Comunicaciones y la Información. Ese protagonismo hizo posible que en 1971 la República Popular China ingresara en la ONU y asumiera sus derechos como miembro permanente del Consejo de Seguridad con derecho a veto.

Aquella presencia y aquella fuerza, excepto en los ámbitos latinoamericanos y en el tema del bloqueo a Cuba se ha disuelto permitiendo a las antiguas metrópolis europeas y los Estados Unidos, no sólo reconstruir su hegemonía en los organismos internacionales sino incluso sumar a países y organizaciones como ha ocurrido recientemente con la Liga Árabe y la Unión Africana a sus designios.

Las concepciones erradas que privilegiaron el aumento del número de miembros de las organizaciones tercermundista antes que su compromiso con la causa de los pueblos, la pasividad o el cantinfleo ante acontecimientos políticos de trascendencia, la falta de coherencia ante el auge del terrorismo internacional y por último el alineamiento junto a Estados Unidos y la OTAN en las intervenciones en Libia y Siria, entre otros evidencian el debilitamiento de aquellos instrumentos.

En unos años la Asamblea General de la ONU, el Consejo de Seguridad, el Consejo de Derechos Humanos, la Organización Mundial de Comercio y prácticamente todos los foros internacionales se han convertido en peones de Estados Unidos y la OTAN bajo la mirada indiferente y a veces cómplices de países y entidades que con su voto pudieran influir en el acontecer internacional, paralizar la mano agresora e incluso contribuir a identificar situaciones que conllevan a los conflictos internos.

En momentos en que la humanidad resbala por un plano inclinado que puede llevar a situaciones aun más dramáticas que las presentes, alguna voz debiera levantarse para devolver al Tercer Mundo la autoestima que una vez lo hizo fuerte. Cuba y el ALBA lo intentan pero solos no pueden. Allá nos vemos.


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Jorge Gómez Barata

Profesor, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU. y especializado en temas de política internacional.


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