¿Una marcha el 15 de noviembre? ¿En verdad es una marcha auténtica, por el mejoramiento del pueblo, para alzar, por ejemplo, la voz contra el bloqueo? ¿O es una marcha que arrastra los propósitos de los que nos condenan a un dogal, hecho a la medida imperial que no deja de codiciar soberanías ajenas?
Si es la marcha que evoca, el rasgo principal en las escenas teatrales del Tartufo de Molière: la hipocresía y lo falso; esa marcha no la quiero. No quiero marchas que manchen la dignidad de los cubanos.
Se puede pensar a Cuba, y es urgente que lo hagamos entre todos para tener un mejor país; pero si los actos y banderas, si las apelaciones constitucionales, si las palabras y todo el andamiaje de la geografía puesta en escena, reciben el aplauso de los que no nos quieren, los mismos que no dejan entrar un barco de petróleo para encender la vida en medio de una pandemia, algo anda mal en esa historia de irreverencias y gritos de libertad; da lo mismo si en redes digitales o en las esquinas de una calle: esos son discursos prestados que dejan caer las rodillas en tierra.
No puede haber confianza en las marchas que reciban propuestas “libertarias” de aquellos que quemaron vidas inocentes, terroristas que salvan su conciencia con la cantaleta de que luchan contra el comunismo.
Hay páginas muy sensibles en la historia de nuestro pueblo. Si llegas, por ejemplo, hasta el corazón de una escuela, en Pilón, al sur de Oriente, allí encontrarás un nombre: Mártires del Marion. ¿Sabe qué significa? Es la historia de 32 campesinos asesinados por la dictadura de Batista. Les obligaron a cavar una fosa donde caerían ya cadáveres, los ametrallaron entre las lomas y luego dieron el parte de guerra que hablaba de rebeldes muertos en combate, eran las fake news, mentiras de entonces, cuando el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica no ejercía medidas de bloqueo sino apoyo a la camarilla golpista batistiana.
- Consulte además: ¿Qué ha pasado en Cuba?, un análisis de los sucesos del 11 de julio
¿Qué día asesinaron a aquellos campesinos, muchos de ellos jóvenes y padres de familia? Era el 15 de noviembre de 1957. ¿Los que luego hablaron de derechos humanos, reconocerían el derecho a la vida de aquellos hombres asesinados en la plenitud de sus vidas? ¿Es la marcha de este 15 de noviembre para condenar a los que apuntalaron a Batista y la emprendieron contra la revolución utilizando el terror contra el pueblo en nombre de la libertad?
Y si digo democracia, libertad, derechos humanos y otra cadena de términos y representaciones, hay que despojar a las palabras de múltiples interpretaciones engañosas. La libertad de pensamiento nos exige armar nuestra propia epistemología libertaria, se necesita de la honestidad para marchar por el pueblo y la lucidez para no fallar por sobredosis de ingenuidad o dependencia mental.
Necesitamos muchas marchas para la liberación del hombre: Una marcha contra el capitalismo que depreda, que destruye a la naturaleza humana y al hombre. Una marcha para formar un inmenso río que reedite la tarea de Hércules y lave los establos de Augías y nos devuelva un socialismo limpio de históricos errores.
Una marcha por los sin tierras, sin vacunas ni escuelas, los sin esperanzas ninguneados de siempre; no olvidemos que muchos de los que arman las enormes caravanas de emigrantes no huyen del socialismo sino del capitalismo periférico, algo ha fracasado para siempre en ese sistema excluyente y cosificador de las relaciones humanas.
Una marcha por la paz y la vida. Eso sí, no te pintes de blanco ni de violines si por dentro traes las uñas del águila rapaz y carroñera, pues el blanco de pureza mejor donde no se le vea.
En fin, una marcha hacia adentro, hasta nuestros errores y llagas, para poner la palabra ciudadano a la altura del linaje de la palabra patriota; una marcha luminosa que alce con orgullo nuestras mejores virtudes. Por eso, si la marcha es para mancillar la dignidad de Cuba, esa no la quiero.
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