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domingo, 24 de noviembre de 2024

Patria y humanismo práctico

El evento no solo constituye un acercamiento para hacer más actual la manera en que los comunicadores se articulan, sino que en esa dinámica no queden detrás los actores de la nueva sociedad cubana...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 18/03/2023
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Coloquio Patria
Cualquier coloquio que se realice, cualquier expresión de debate, son vías legítimas que conducen a la unidad de criterios

El Coloquio Patria ha servido de punto de encuentro para diferentes plataformas del pensamiento y de la acción en las redes sociales. Tras la pandemia de la Covid 19 y con un mundo sumido en las tensiones de una Guerra Fría rediviva; las fuerzas progresistas atraviesan tiempos de redefinición en los cuales existe una especie de calma convulsa, que va a dar paso sin dudas a tempestades.

Y es que la lucha en las redes sociales no debe verse solo en términos de confrontación sino para llegar a consensos que construyan el sentido de lo político en su más amplia acepción. Lo diverso como categoría abstracta no dice mucho si no se baja y se concreta en acciones y en personas reales que puedan mover su tiempo histórico. Por ende, estos espacios de discusión, esos foros, pertenecen a lo mejor de la tradición del marxismo crítico y deben ampliarse más allá de La Habana, siendo la mar de incluyentes. Y allí es donde el Coloquio tiene que detenerse, en colocar sus miras más allá de determinados ámbitos, en invitar a todos los que posean algo con valor y que resulte aportativo.  Las redes llegaron para darnos a entender que nadie, ni el más aislado comunicador, es pequeño, sino que el espacio se ha redefinido y ahora es un hervidero de ideas retadoras. El Coloquio, desde su nombre, se propone compartirnos una visión de Patria, o sea de la nación en sus dimensiones más puras y diversas, en las cuales todos tendríamos que caber siempre que nuestras intenciones sean edificantes. Ello, como principio político, es loable y tiene que seguir siendo la brújula.

El evento no solo constituye un acercamiento para hacer más actual la manera en que los comunicadores se articulan, sino que en esa dinámica no queden detrás los actores de la nueva sociedad cubana. Sin embargo, no deben perderse esencias que nos han acompañado a lo largo de décadas y que ciertos puntos de vista reduccionistas han querido que dejemos de lado. La hegemonía ideológica, amén de que se construye cada día, depende también de la realización de consensos con una base cuyos intereses tienen necesariamente que estar presentes en estas concertaciones. No puede haber un discurso sobre la Patria por un lado y una realidad por otra. La política va más que todo de coherencia, de asentar lo fundamental sobre los cimientos de lo verdadero y a partir de ahí construir un castillo de argumentaciones que se usen como munición.

La vida política de la nación no solo atañe a los discursos que están en las redes sociales, sino a las maneras en que estas ideas son asumidas en los espacios más apartados del centro cultural, dígase la capital o los foros académicos. Recientemente en Santa Clara tuvimos la primicia de una conferencia del Doctor Fabio Fernández en torno al patriotismo y su historicidad hasta el presente. Muchos de los que estaban en el público éramos comunicadores, profesores, intelectuales; pero otros tantos eran trabajadores manuales, amas de casa, gente que hace labores en apariencia distanciadas de las reflexiones de índole ideológica. Y no solo eso, sino que ellos, los que no tienen en su diario haber estos temas, eran los más activos en el debate y los que poseían una claridad en ocasiones más audaz. Ello quiere decir que los asuntos de esta índole atañen a demasiadas personas como para ser encerrados en un evento y de lo que estamos hablando en Cuba es de la necesidad de que se realicen discusiones lo más abiertas posibles sobre las categorías que construyen nuestro sentido nacional.

En la conferencia de Fabio se dilucidaron cuestiones del debate, pero en un entramado crítico donde siempre afloraba la preocupación de la gente porque Cuba tenga un mejor destino, uno que sea realmente inclusivo. Se habló por ejemplo de los precios y de cómo es necesario que se establezcan pautas reguladoras que hagan que los más vulnerables no estén a merced de la especulación que nos ha golpeado. Pero, además, la cultura cono ente aglutinador estuvo presente en la concreción de un consenso que siempre apostó por el marxismo, por la Patria y por los momentos revolucionarios de la Historia. A eso me refiero cuando hablo de que estos eventos académicos no deben perder el contacto con la base, sino corresponder al pueblo llano y puro, ese que sale cada día a trabajar como en un acto de fe. Porque de eso se trata la hegemonía al final, del logro de finos pactos entre todos, que hacen que la res pública marche. Pero para ello debe darse el debate esclarecedor y no solo entre élites académicas, sino subiendo a las masas, ascendiendo a la cúspide donde está la gente que ha hecho el proyecto social y que sigue creyendo que aquí es donde hay que decir y obrar.

El Coloquio está bien como espacio, pero debe ampliarse e ir más a las bases, no operar desde la invitación sino llegar a todos. Si allí se articuló el pensamiento en aras de la unidad de las fuerzas, ello quiere decir que tendría que irradiar sabiduría hacia el resto del campo comunicacional. Quedarnos en los estancos, en las minucias, en los detalles y los debates de salón no va a hacer que ante el cambio cultural estemos preparados como debería ser. No se trata de lo particular, sino de la totalidad de lo real en movimiento. Esa es la Historia que tiene que interesarnos y que no solo atañe a una vanguardia iluminada, que –en caso de existir– tiene el deber de la pureza hacia el pueblo y de la transparencia democrática.

Por otro lado, estos espacios no deben ser paralelos a la institucionalidad, sino que tienen que salir de ese tronco histórico y deberse a las lógicas de construcción de sentido que nos han traído hasta aquí. Las agendas de poder externas apuestan precisamente por replicar los poderes del Estado y apropiarse de dichas funciones y por ende no se es ingenuo cuando se habla de ello, ni mucho menos conspiranoico.  Para construir desde un enfoque novedoso no hay que hacer concesiones que resulten demasiado caras, sino ganar en la profundidad de los postulados, haciendo que la acción no se quede en el enunciado, sino que se articule desde un esfuerzo tangible y por logros reales en el bienestar de la gente.

Cualquier coloquio que se realice, cualquier expresión de debate, son vías legítimas que conducen a la unidad de criterios. Sin embargo, en tiempos de hegemonismo neoliberal y de flujo intenso de la posverdad en redes, no se pierde de vista que la democracia es un producto cultural que debe rehacerse cada día sobre las mismas bases sólidas. En ese axioma, a la vez fuerte y vulnerable, se sustenta la búsqueda de un sentido del mundo y de la Patria. Cuando el profesor Fabio hablaba de las impugnaciones al patriotismo, muchos no lo comprendimos en un primer acercamiento, pero lo que él quiso decir era que precisamente esa hegemonía de la construcción colectiva y nuestra tiene el reto de renacer en cada circunstancia terrible y de hacerse a sí misma en cualesquiera que sean las duras trabas. Esas impugnaciones que van desde lo tangible hasta lo metafísico se vencen desde el consenso y el diálogo.

El sentido nuestro tiene que seguir siendo un humanismo que nos haga descolocarnos de la comodidad y que nos saque hacia el mundo con los ojos abiertos y la mente en estado de vigilia. La tensión que ello provoca nos torna reales, certeros en los juicios, buenos en las acciones. La verdad del mundo radica en ese humanismo práctico, que más que una enunciación es un acto y una definición acabada y contundente.

La vida es lo que se debate y lo que se promueve y nada habrá más frágil y tan necesitado de estas concertaciones. He ahí el núcleo duro de la unidad y del Coloquio. Quizás también allí hallemos una de las facetas de la Patria.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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