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sábado, 7 de diciembre de 2024

¿Reformará El Salvador su Constitución Nacional?

Si se concretan otros cambios sería posible la reelección indefinida del presidente del pequeño país centroamericano...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 28/03/2024
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Constitución de El Salvador
Es probable que la Carta Magna de El Salvado sea reformada otra vez, ya que la actual no responde –dicen expertos- a las expectativas nacionales

En El Salvador, un pequeño país que acapara la atención internacional por la búsqueda de la paz por métodos quizás poco ortodoxos pero con buenos resultados, la posibilidad de una reforma de la Constitución Nacional mantiene en ascuas a la oposición política, ya que cabría la posibilidad de una elección indefinida del presidente de la República.

 

Analistas consideran que la modificación de la ley primera de la nación es un ejercicio perentorio, tomando en cuenta las valoraciones de juristas, políticos y la población local, lo que no agrada a la casi exigua oposición salvadoreña.

 

Para el abogado Julio Valdivieso, la Constitución vigente, de 1983, no responde a las necesidades del país, según expresó al Diario El Salvador.

 

¨Creo, precisó, que llegó el momento en que las condiciones sociales, económicas y políticas reflejadas en la constituyente del 83 se acabaron y se impone un cambio total¨.

 

El analista Pedro Gutiérrez afirmó también a ese medio que ¨algunos expertos legales estiman la introducción de elementos como el plebiscito y el referendo, para que sea el pueblo quien decida las eventuales modificaciones¨.

 

Desde 1991, y luego de la firma de los Acuerdos de Paz el 16 de enero de 1992, la Carta Magna salvadoreña adoptada un año después, ha tenido varios cambios que añadieron, modificaron o eliminaron parte de su contenido.

 

En la actualidad, parece necesaria otra respuesta constitucional a los aires renovadores de la política en el llamado Pulgarcito de América, debido a su reducido tamaño territorial (21 .041 km² y único sin frontera con el mar Caribe en Centroamérica), con 6 400 000 habitantes y el de mayor densidad poblacional de la región.

 

Cuatro años atrás, esta nación de bellos parajes naturales y gente amable y trabajadora, habituada a un bipartidismo después de sellarse la paz –los partidos derechista Arena y el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)- fue sacudida por el triunfo de Nayib Bukele, un joven de ascendencia palestina, empresario, y alejado del partidismo tradicional. La oposición no ha logrado reponerse tras esa victoria.

 

Hasta entonces, El Salvador era un país con miedo. Temor ante la miseria, que aun agobia al 30,2 % de sus ciudadanos, aunque las cifras corresponden a 2022, el último dato oficial. Terror ante la posibilidad de la extorsión, el secuestro, la violencia, las desapariciones forzadas y la muerte.

 

No había tregua para los salvadoreños que huían en masa en una emigración insegura ante los graves problemas nacionales, sin una solución probable.

 

Cuando triunfó Bukele con su partido Nuevas Ideas las preguntas en círculos políticos eran muchas y de distintos matices y una de ellas como ese joven, entonces de 36 años, sería capaz de ordenar un país dominado por miles de pandilleros de las organizaciones Mara Salvatrucha y Mara 18.

 

Bukele lo logró, quizás no por los métodos habituales pero todos los que lo antecedieron entraron y salieron del gobierno bajo el poderío de los grupos de delincuentes vinculados al narcotráfico.

 

El presidente, que había sido alcalde de San Salvador, la capital, y del municipio de Cuscatlán por el FMLN, del cual fue expulsado por contradicciones con su dirección, buscó un mecanismo para sacar de las calles a los paramilitares que azotaban por igual grandes y pequeñas comunidades.

 

La vida cambió para los salvadoreños en cuestión de meses,  tras la implantación del Plan de Control Territorial impuesto por el joven líder.

 

Su mano firmó en 2022 la orden de estado de excepción –todavía vigente- bajo el cual se capturaron y apresaron más de 76 000 pandilleros confinados ahora, en parte, en una megacárcel de alta seguridad recién construida. Mientras, continúa la persecución de los que de una u otra manera escaparon y de pequeños grupos de narcotraficantes asociados.

 

Bukele, casado y con dos hijos, que viste de manera desenfadada y habla en igual tono, devino una figura popular y querida por la población al resolver la seguridad ciudadana. Los homicidios descendieron a 0,4 % en 2023.

 

Pero él está consciente –ha dicho públicamente- de que este es un primer paso en su batalla por la reconstrucción del país.

 

El mandatario, un católico fervoroso que solo cree en su sistema político y administrativo que derrumba estatuas, como la del revolucionario Ernesto Che Guevara y despotrica contra Venezuela, muestra como su gran victoria el logro de la paz (no se sabe hasta cuándo) en su diminuto país.

 

Al Pulgarcito ahora han llegado grandes certámenes –como el de Miss Universo-  y los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, algo impensable hace poco tiempo, así como millones de turistas que se alejaron por miedo de las playas salvadoreñas.

 

La otra gran batalla que ahora libra el mandatario –reelecto con más del 90 % de los votos en febrero pasado- es contra la corrupción política y administrativa. Lo dijo claro: ¨No robo, pero tampoco voy a ser el presidente que se dejó robar¨ en un Consejo de Ministros al que asistió el Ministerio Público.

 

Las criticas caen –y también son desoídas- por Bukele. Naciones que jamás se interesaron por las matanzas diarias de civiles inocentes –como Estados Unidos- ahora reclaman los derechos humanos de los pandilleros. Siguen cayendo entre rejas aunque, por existir un estado de excepción, también han sido detenidas personas inocentes sin relación alguna con los criminales. Muchos han salido, pero un sector de la población reclama una justicia más eficiente para liberarlos.

 

Las ideas del mandatario sobre la seguridad nacional son estudiadas en otros países latinoamericanos, como Perú, Ecuador y Honduras, que aun titubean ante la puesta en práctica de detenciones masivas y megacárceles al ¨estilo Bukele¨, mientras Colombia afirma que cualquier aspiración de paz duradera pasa por el diálogo.

 

Cuatro años son muy pocos para todo lo que hay que hacer, expresó el presidente. En medio de las protestas opositoras, maniobró con un Congreso en el que Nuevas Ideas tiene mayoría y logró que se adaptara un artículo de la Constitución para presentarse a la reelección, que ganó de manera holgada.

 

Bukele está consciente de las metas internas importantes por cumplir y que sus poco ortodoxos métodos le traerán más enemigos que amigos, pensando en futuro. A contrapelo de la opinión de algunos países e instituciones políticas, -con un Congreso que deberá cambiar el próximo mes, con igual mayoría oficialista- maneja la posibilidad de reformar de nuevo la Carta Magna.

 

Catalogado por sus enemigos internos y externos de ¨dictador¨ tiene bajo su manga al Legislativo que asumirá el 1 de mayo próximo, los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, y otros órganos institucionales.

 

Lo realmente importante en este contexto es el apoyo de la población que le reconoce el mérito de perseguir primero a los delincuentes y ahora a los jefes del narcotráfico y a los corruptos, la segunda parte de una misma cruzada.

 

La pasada semana, y ante las discusiones que causa en medios políticos opositores la reforma de la Constitución, el vicepresidente Félix Ulloa dijo al diario El Mundo que ¨este es el momento¨ para acordar una reforma por la actual Asamblea y que sea ratificada por la siguiente ¨si quisiera que hubiese, dijo, un tercer mandato o una reelección indefinida¨ pero sin mencionar a Bukele.

 

El jefe de gobierno tiene asuntos pendientes que, con los pandilleros presos, pueden tener soluciones más fáciles. La economía nacional, ahora casi estancada, debe estar anclada los próximos años al turismo (que subió en un 32 % en 2023), las remesas, y las inversiones.

 

Líder mediático –sus mensajes se transmiten en multi-plataformas digitales y medios tradicionales en una sofisticada maquinaria de comunicación – Bukele se siente poderoso al extremo de brindarse, si se entendía conveniente, a poner orden en Haití y enfrentar a las bien equipadas pandillas criminales que mantienen en crisis a la pequeña nación caribeña-, siempre que los gastos fueron abonados por instituciones internacionales.

 

Hay muchos movimientos en El Salvador. Las próximas semanas delinearán con mejor trazo el rumbo que seguirá el ahora seguro país de Centroamérica.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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