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sábado, 5 de octubre de 2024

Marilyn Monroe en bikini o la historia de una bomba (+ Infografía)

El hoy popular bañador fue en sus inicios una prenda prohibida. Hoy parece casi prohibido no usar este tipo de trusa...

Mayra García Cardentey en Exclusivo 10/07/2016
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Era julio de 1946. El primer día del mes. El ejército estadounidense llevó a cabo una serie de ensayos nucleares en una pequeña isla del Pacífico Sur: Bikini.

Era julio de 1946. Solo cuatro días después, el francés Louis Réard muestra en París un bañador peculiar que resultó ser una bomba también. No se podía llamar, por tanto, de otra manera: bikini.

Con nombre de islote y concepto explosivo, la propia prenda en su promoción aludía al diseño atrevido: “el bikini, una bomba anatómica”, decía el slogan de aquella vestimenta en dos partes.

En sus inicios estuvo conformada por dos pedacitos de tela que cubrían los senos, y dos triángulos invertidos para la parte de abajo. Desde entonces hasta la fecha ha evolucionado, e involucionado: de bikini, trikini, microkini… tantos modelos que compiten en caprichos de colores y formas. Incluso algunos ni se preocupan por tapar algo.

No somos Marilyn Monroe

Aunque la fecha oficial de la creación del bikini marca a 1946 y a Louis Réard, el modelito tiene antecedentes desde la época romana. No era extraño que la prenda tuviera adeptos en esos años cuando muchos andaban con telas frescas o ligeritos de ropa.

Pasaron unos cuantos siglos hasta que la nadadora australiana Annette Kellerman fuera arrestada por usar un ajustado traje de baño, adaptación de un bikini. Si el hecho ocurriera en la actualidad, la mayoría de las mujeres de todas las playas del mundo irían presas. 

Pero, volviendo a la historia, en los inicios resultaron tales las prohibiciones y reprimendas por usar este tipo de trusa y enseñar el ombligo, que no solo podías ser encarcelada sino también excomulgada o considerada persona de poco valor moral.

Aunque, por mucho que intentaran asfixiar las carnes femeninas con bañadores rebosantes de trapos y hasta extrapesados por la densidad de la tela mojada, los diseñadores, con los años, comenzaron a rebajar escotes, eliminar mangas y ajustar las partes inferiores.  

No fue tampoco proceso fácil. Imaginen que cuando Réard presentó su creación ninguna modelo profesional se atrevió a usarlo en público. Solo una bailarina de desnudos, Micheline Bernardini, aceptó el reto. De todas formas, ya quedaba poco sin mostrar, debe haber pensado Bernardini. Y por suerte; quizás sin esa atrevida y sui generis modelo, nadie sabría cómo estaríamos hoy.

Y con el tiempo el escándalo fue menos escandaloso; y como los famosos hacen lo que les da la gana y hacen que los demás les “sigan la rima”, pues bastó que la popular Brigitte Bardot llevara puesto un bikini en las aguas de Cannes, para que la prenda pasara de ser prohibida a grito de la moda europea.

Por supuesto que en ese boom ayudó también la belleza de Jane Fonda y no podía faltar la espectacular Marilyn Monroe.

Es precisamente una foto de Monroe en la playa de Santa Mónica, California, una de las imágenes más difundidas de la rubia cinematográfica.

Tal fue la connotación en los años 60 y 70 que, a tono con los movimientos sociales de esas décadas, se transformó el bikini en un modo de expresión y liberación femenina.

Pero usamos bikini también

Claro, nosotras no somos Marilyn pero igual nos atrevemos con las cómodas piezas. Unas con libritas de más, otras con barriguitas desbordantes, y sin faltar las atléticas y famélicas. Ah, eso sí, todas con una manera peculiar de asumir nuestro físico y su exhibición. Que el bikini no discrimina. Vamos.

Aunque, es cierto, hay quienes se atreven más que otras.

Porque el bikini como las faldas y los shorts, decrecen con los años. Cada vez necesitan menos tejido y más carnes que enseñar. De ahí que existan el bandeaukini (la forma más tradicional), el slinkini (unidas las dos piezas con dos bandas de telas pequeñas por los laterales), y el trikini (unidas con una banda por el medio que tapa el ombligo).

Mención aparte para el monokini (ya el nombre lo dice, mono, uno, es decir una sola pieza, la de abajo y arriba, pues, usted imagínese) y el microkini (tan micro, tan minúsculo, tan liliputiense que deja poco a la imaginación).

¿Se imaginan a la Monroe con este sofocante calor en una de las playas cubanas con un microkini? Otra bomba. Mejor no.


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Mayra García Cardentey

Graduada de Periodismo. Profesora de la Universidad de Pinar del Río. Periodista del semanario Guerrillero. Amante de las nuevas tecnologías y del periodismo digital.


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