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sábado, 5 de octubre de 2024

¡Parecen mis amigos!

El 13 de agosto de 1957, en coincidencia con el cumpleaños de Fidel, Sergio y Luis Saíz Montes de Oca fueron asesinados por la tiranía batistiana...

Iris Leydi Madera Iglesias en Exclusivo 13/08/2016
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Los conocí hace tiempo. Conmigo crecieron, fotografiados en libros y fruto de testimonios de  quienes, con veracidad o no, afirmaron haberlos encontrado por las calles de nuestro natal San Juan y Martínez, en Pinar del Río.

“Eran lindos  y educados, muy estudiosos, lástima que los perdimos tan niños…”, contó abuela  tantas veces las mismas anécdotas que, al cursar el quinto grado, fue fácil comprender las enseñanzas de mi maestra Marta, una viejecita sabia, amantísima de la historia local, cuando explicó la impronta de los Hermanos Saíz Montes de Oca, más allá del nombre de la universidad, la clínica dental y hasta de una de las comunidades fundadas en el territorio luego del triunfo revolucionario.

Llegada la secundaria, conteniendo por unas horas la euforia puberal, marchamos disciplinados en los días de peregrinación, con la flor siempre agradecida, buscando abrigo en la morada de héroes, hoy casa museo. Allí vivía su madre, Esther, anciana valerosa, perdida en los recuerdos...

 “No temas, algún día te sentirás orgullosa de nosotros”,  le dijeron los muchachos  al  salir a la calle, después de comida. En vano fue advertirles sobre el peligro circundante en aquellos momentos en que la tiranía arreciaba sus persecuciones.   Era 13 de agosto de 1957, cumpleaños de Fidel,  noche para celebrar,  así lo decidieron, Luis y Sergio, coordinador municipal del Movimiento 26 de Julio y Jefe de Acción y Sabotaje, respectivamente.

Tras visitar a una amiga, los adolescentes se dirigieron al antiguo cine Martha.  Frente a la taquilla, ocurrió el crimen. Sergio, tumbado en el asfalto tras la golpiza del soldado batistiano Margarito Díaz gritó: “Asesino, has matado a mi hermano…”. Se abrió la camisa, mientras pedía que le disparara a él también y resultó baleado de muerte. En el suelo, yacía el cadáver de Luisito, quien murió intentando  salvarlo del abusivo esbirro. 

Cada año visité sus cuartos, aún parecían intactos, como si el tiempo fuera burlado. Miré siempre el reloj pulsera, perteneciente a uno de ellos. A las 8:25 pm detuvo sus manecillas, quizás  debido al impacto de las balas o  por  la aflicción de ver esfumarse a dos lozanos cuerpos, y con su esencia, los años felices de una familia.

Entonces, todo quedó atrás: los versos y poemas de Luis, los intentos de Sergio por fundar una cátedra martiana  en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río, la fragua de un futuro mejor, combatiendo desde la clandestinidad. El manifiesto ¿Por qué luchamos?se convirtió en testamento político, documento que trascurridos 59 años, devoro  ahora en busca de pistas cercanas a sus utopías.

“No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento las hemos depositado en los brazos de la revolución cubana -justa, grande, renovadora, honrada, socialista- sin más esperanzas que ver algún día cumplidos estos sueños (…)”

Hoy observo el entorno sanjuanero,  afamado recodo del mejor tabaco. Se hace viejo mi pueblo y con él, sus casas, los árboles…ya no soy la misma muchachita que soñaba un día marcharse a conocer el mundo. Cuando agosto asoma  sus primeros trece amaneceres, crece el júbilo en las miradas para festejar el onomástico de nuestro líder nonagenario, unido también al  tributo de la gente hermosa a sus mártires adolescentes. Con 17 y 18 años de edad,  Sergio y Luis Saíz son más que rostros grabados en vallas, fachadas,  pancartas. Creo verlos moverse, parecen mis amigos.


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Iris Leydi Madera Iglesias


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