domingo, 29 de septiembre de 2024

Que me perdonen la felicidad

La mañana del primero de enero se torna mágica cuando, aún con la resaca feliz del 31, nos empeñamos en caerle al 2015 con la fuerza de quien se reestrena, se reinventa, renace, se levanta...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 01/01/2015
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La ciudad parece finalmente dormir. Casi amanece. En las calles pocos caminan, quizás quede algún trasnochador exagerado, pero las huellas de una jornada demasiado larga siguen allí. El 31 de diciembre acabó y con él el 2014, cargado de tantas emociones. Un año que trajo alegrías, que se llevó a algunos imprescindibles, que tuvo días de agobio, otros memorables, muchísimos sin penas ni glorias. Un año más, un año menos, o como canta Vicente Feliú: “…un año es siempre un año y nunca será suficiente”.

El primero de enero se estrena, mientras en los cordeles cuelga la ropa salpicada del cubo de agua lanzado a las doce de la noche anterior, ese aluvión que pretendió llevarse lo malo; en el mismo lugar de la casa vuelve a guardarse la maleta con la que algunos dieron ayer la vuelta a la cuadra para augurar el viaje de este año; en la cocina amanece la fuente de chicharrones que quedó de la comelata del último miércoles del año; en el patio está el corcho de la botella abierta luego del Himno Nacional; y en la calle habita el muñecón chamuscado, como señal de lo vivido o como aviso de que con esta mañana de enero muchos hacen borrón y cuenta nueva.

Entonces, uno se levanta filosófico, pensando en todo lo que nos espera, como si el cruce del 31 de diciembre al primero de enero no fuera más que un abrir y cerrar de ojos entre un miércoles y un jueves de una semana cualquiera. En la casa se amanece y el saludo del primer día tiende a ser el mismo: “Ey, no te veo desde el año pasado”.

Y vuelven a tenderse los planes de quien quiere ser madre, de quien anhela hallar al amor de su vida, de quien espera encontrar mejor trabajo, del que pretende cruzar fronteras geográficas, del que ansía mudarse, de quien desea comprarse un perro o de quien quiere ser mejor persona, empezar todo nuevo, olvidar malos momentos. Con una oración en metralleta, a todo el que se cruza vamos deseándole “amor, salud, dinero, prosperidad”; porque en ningún otro momento del año somos tan amigables.

La mañana del primero de enero se torna mágica cuando, aún con la resaca feliz del 31, nos empeñamos en caerle al 2015 con todo incluido, con la fuerza de quien se reestrena, se reinventa, renace, se levanta. Entonces nos parecerá mentira que haya pasado un año entero desde la última vez que prometimos lo mismo en otro viejo enero.

Como en Cuba el primer día del año toma otra connotación desde que unos guerrilleros, de verde y con barbas, decidieron asaltar la historia de este archipiélago, habrá espacio para festejar también por una Revolución irreverente, por sumar otro año a la locura de transitar a la izquierda durante más de medio siglo, por vivir en paz, por seguir aspirando en este 2015 a un país próspero, por la vuelta de nuestros héroes a casa, por un futuro que se torna hermoso… Y como dice el cantor, que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad.


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Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...


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