sábado, 28 de septiembre de 2024

Un extraño suceso ocurrido en Coppelia

Recientemente fui testigo de un extraño suceso acaecido en la heladería Coppelia, en La Habana. Por supuesto lo ocurrido nada tiene que ver ni con las medias bolas ni con...

Jorge David Lee en Granma 26/09/2014
7 comentarios

Recientemente fui testigo de un extraño suceso acaecido en la heladería Coppelia, en La Habana. Por supuesto lo ocurrido nada tiene que ver ni con las medias bolas ni con los clientes VIP que trafican tinas en mochilas. Eso, ya se sabe, no es noticia.

Lo ocurrido tiene que ver con el maltrato. ¡Vaya, periodista - dirán ustedes-, invéntese otro cuento que el maltrato es el pan nuestro de la gastronomía! Y no es menos cierto, pero ésta es la historia de alguien que reaccionó contra ese mal que los cubanos de tan común ya consideran parte inherente a los servicios.

Pero no doy más rodeos. El pasado miércoles, después de salir del trabajo, decidí refrescarme en la conocida Catedral del helado habanera.  Era una calurosa tarde de septiembre y el cielo se había nublado y los truenos anunciaban un torrencial aguacero.

Curiosamente, habìa chocolate !sin cola! por lo que entré, sin porteros que me impidieran la marcha, como Pedro por mi casa y me senté en una mesa junto a una hermosa mujer de unos cuarenta años. Curiosamente, también enseguida, una camarera se acercó para hacernos el pedido. Yo pedí dos ensaladas y la mujer que estaba junto a mí, pidió diez.
 
-Es para llevarle a los niños, dijo muy seria mientras extraía un pozuelo de su cartera.

Dicho esto estalló por fin uno de esos aguaceros rotundos. No había porque preocuparse a diferencia de otros tiempos en el Salón Tropical, que así se llama  la cancha donde estaba, contaba con unos toldos rojos que impedían que los usuarios se mojaran.

No obstante, nada más cayeron las primeras gotas la camarera que nos había hecho el pedido le gritó al portero:

-No me dejes pasar a más nadie.

Supongo que no vio que en el medio de la cancha había quedado de pie, portafolio en mano, un hombre de unos 80 años de edad porque cuando el anciano pidió que le indicaran dónde sentarse otra de las camareras le dijo:

-Abuelo, aquí está cerrao ya. Vaya para la barra o para la torre.

El anciano, que por lo visto no quería mojarse, permaneció de pie, ante la indiferencia del resto de los comensales, en medio de la cancha esquivando las gotas que caían del borde de los toldos.

En una ocasión que la camarera que había dado la orden de cierre pasó junto a nuestra mesa la mujer de las diez ensaladas le hizo una seña:

-Mamita, ¿por qué no le sirven al viejito?

-¡Qué va si el helado que queda ya no alcanza ni para ustedes! –respondió la camarera.

La mujer supo que era un pretexto, pero esperó con calma que le sirvieran sus diez ensaladas y entonces llamó al anciano que seguía esperando que el aguacero amainara.

-Abuelo, mire, venga siéntese aquí –le dijo mostrándole una silla vacía a su lado y le ofreció una de sus diez ensaladas- Mire, abuelo, cómase esta.

El viejo abrió su portafolio y sacó varios bi La mujer le dijo: Abuelo guarde el dinero que se le va a perder, no tiene que pagarme nada. El hombre insistió, pero la mujer volvió a repetir lo mismo. El anciano acabó por aceptar pero con la condición de que anotaran su teléfono para cuando fuera el cumpleaños de la mujer o de algunos de sus familiares le llamaran.  Él, dijo,  era un músico retirado que había acompañado con su guitarra a reconocidos artistas y en agradecimiento al gesto de la mujer estaba dispuesto a buscar una cantante para amenizarle la fiesta.

La mujer se dio cuenta de que el hombre no se podía comer la ensalada porque no tenía cuchara. Entonces se puso de pie y se acercó al lugar donde expenden el helado.

-Me puede dar una cuchara – le dijo a una de las camareras.

-Todas están sucias – le respondieron.

-No importa -insistió la mujer- yo la lavo.

A la camarera no le quedó más remedio que darle la cuchara que, por cierto, no estaba sucia. Billetes de a uno y un billete de diez CUC.

El viejo saboreó el helado y dijo, en tono afable, que él antes de haber sido músico acompañante y también diseñador y ceramista y que había esculpido no se sabe cuántos escudos de la República que ahora colgaban por ahí en no se sabía tampoco cuántas escuelas.

El viejo dijo además que en sus tiempos de diseñador había ayudado al mismísimo Girona a diseñar los planos de Coppelia.

-¿Usted sabe que esto lo concibió Girona?

La mujer asintió con la cabeza.

Después el anciano siguió hablando, entre cucharadas de chocolate, de sus viajes al extranjero como músico y a las artistas famosas que había acompañado con su guitarra. África había cantado con él y Soledad Delgado, acompañada nada menos que por Frank Emilio, también.

Cuando la lluvia cesó la mujer dijo:

-Bueno, abuelo, ya podemos irnos…

Ambos se levantaron y cada uno cogió por su lado ante las miradas ciegas y mudas de los demás comensales.


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Jorge David Lee

Se han publicado 7 comentarios


Loko
 28/10/14 16:02

Esto es otra muestra de lo que le esta pasando a la sociedad cubana poco a poco, donde el robo, la desvuergüenza, la incultura y las groserias se estan alzando como un pilar más en nuestra cultura. Quizas con un poco de educacion y dignidad ese tipo de disciplina solo se encontrarian en libros y de los viejos. Y me alegro de que la persona que estuviera al lado de esa mujer pudiera escribir esto para mostrarles a Cuba algo que ya sabian pero que habia que recalcarlo. Saludos

gelencabrera
 4/10/14 12:34

y si es el de SANTIAGO DE CUBA para que decirles por lo menos el que esta frente al 18 plantas de garzon hace dos dias habia helado de platanito pero no es helado sino hielo porque esta tan malo mejor se trabaja mas y se lleva a un niño a la VIA CENTRAL que es una cremeria pero en CUC y ahora pregunto porque la diferencia.Y si es por el trato de los dependientes deberian de botarlos a todos.

Karel
 28/9/14 19:08

Coppelia es un DESASTRE HISTÓRICO. Una VERGÜENZA de años. El lugar donde el concepto de la gastronomía está invertido, donde la concepción es encontrar la manera más feroz de robarle el dinero al comensal a través de la poca cantidad de helado, a lo que se suman las limitaciones en número de especialidades y de las mismas especialidades. Para qué hablar de las que podían pedirse en otras épocas: Trea Gracias, Turquino, Sundae, Cake a la Moda. Ahora todo es "Ensaladas Especiales" que lo único que tienen de especial es que son de medias bolas que a veces ni llegan a la mitad, sino que son tapitas de helado, y con cavernas de aire. El jimagua, también contemplado, cuando uno lo pide, las camareras se molestan y le espetan a uno que por qué no pide ensalada, o incluso llegan a decir que lo único que hay es Ensalada "Especial", para poder robar más y mejor. Cuando uno entonces se molesta y reclama que las bolas son las mismas, y además exige que las sirvan bien, se arriesga a que le escupan el helado a uno, como me advirtieron repetidamente amigos míos, cosa que por supuesto, es imposible comprobar, pero que se sabe de boca de algunos que allí han trabajado... y medrado a costa de los clientes. No sé por dónde pasa la solución de Coppelia. No sé si será convirtiendo cada cancha en un negocio familiar y fomentando la competencia. No sé si habrá que poner cámaras y micrófonos en todas partes, que serán desactivados en poco tiempo por los trabajadores... No sé, no soy economista. Pero Coppelia es, hace demasiados años, UNA VERGÜENZA TOTAL DE CUBA.

Livia
 5/10/14 10:59

Este trabajo es hermoso por la gran paradoja que muestra de nuestra Cuba. Por un lado, la desidia, el irrespeto al prójimo, la vulgaridad convertida en "servicio", de un centro que aún en las peores condiciones sigue siendo emblemático. Y luego, para volvernos a llenar de vida, cuenta primero  que en este país los grandes personajes caminan también por nuestras calles sin apenas percatarnos de quiénes son, por otro lado, veneración al anciano, el amor al otro, solidaridad de verdad, es una maravilla sentirse acompañado de esa manera. Es apenas una página de Cuba en su complejidad. Gracias al periodista que supo siempre estar vestido como "periodista" y encontró esta conmmovedora historia cotidiana aún en medio de un helado incompleto y un hermoso aguacero...¿para que se llevara lo feo?

61
carlosvaradero
 27/9/14 10:31

El hombre se ha convertido en el lobo dle hombre..tambien en nuestra sociedad...

sandriuska
 26/9/14 21:41

Hola David, extrano suceso eh??? La verdad que se me hace un nudo en la garganta cuando leo sobre estas circunstancias de la vida. De la indiferencia de unos y la humanidad de otros. Buena historia! Yo hubiese sido una de esas senoras...y despues exploto con la camarera. :)

Adrian
 26/9/14 17:28

A las camareras debián:

1) Enseñarles la historia de su centro de trabajo.

2) Enseñarles educación formal

3) botarlas pal carajo ejemplarizantemente. A ellas y al que roba el helado. 

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