sábado, 21 de septiembre de 2024

De las muchas maneras de amar…

En el Día Mundial en respuesta del VIH/Sida, es el amor el que puede guiarnos para proteger nuestra vida y la de los demás, aceptarnos y perdonarnos...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 01/12/2012
0 comentarios
Día mundial contra el SIDA
Día mundial contra el SIDA

Giselle me mira y sus ojos intentan explicarme lo que las palabras no pueden. “Fue una prueba de amor, la más grande de mi vida”, me dice, y aunque sé que ella hubiera querido que el desafío fuera otro, desborda todos los días la sensibilidad infinita de su corazón.

Su esposo tampoco encuentra las palabras para contarme lo sucedido y, al mismo tiempo, buscar las explicaciones certeras “para que usted entienda mejor, periodista”. Pero no soy yo juez ni jurado, y saber los detalles de una infidelidad matizada por la lejanía no es lo que me hará comprender la fuerza de esta unión.

Estábamos separados, me dice Rubén, porque yo debía terminar la construcción de la casa y mi esposa, en los últimos meses del embarazo de nuestro segundo hijo, viajó a provincia, con su familia. “Yo fui débil, lo acepto —dice e intenta sacudirme con su mirada— y cuando el niño nació y doné sangre para Giselle, fue que supe que mi sangre no servía, porque yo estaba enfermo”.

Para él, el VIH/Sida dejó de ser en ese momento un tema de películas, novelas o programas educativos en la televisión. Y su familia, la mayor riqueza que temía perder.

“El perdón de Giselle es lo más grande que me ha pasado”, asegura Rubén, con lágrimas en los ojos. No fue mi perdón, aclara ella. “Es lo mucho que te quiero… por eso pude comprenderte y hacer que nuestras vidas, aunque diferentes, continuaran unidas”.

Y unidos están, los cuatro, aunque Rubén carga el peso de una cruz de hierro —como dice— y debe respetar horarios, sobreponerse a la “pérdida” de algunos amigos y evitar complicaciones médicas. Y aunque Giselle confiesa que lo más reprochable es que su esposo puso en peligro su salud y la de ella en un momento de desenfreno, sabe que debe cuidarlo “como gallo fino” y también cuidarse a sí misma.

En anécdotas como esta, tan real como que la escribo aún con nombres disfrazados, se percibe arrepentimiento, tristeza y deseos inmensos de poder retroceder el tiempo para escapar de ciertos momentos. No es el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida) lo más terrible, sino el hecho de saberse irresponsable en una circunstancia en la que la razón cedió su lugar pues creyó “eso no va a pasarme a mí”, e hizo caso omiso de las campañas de prevención que no cesan.

Sin embargo, se percibe también mucho amor, del verdadero, del que echa raíces con el tiempo y es capaz de seguir floreciendo aún cuando las tormentas lo estremecen. Y comprensión, y entrega.

Hoy, que celebramos en el mundo entero el Día Mundial en respuesta al VIH/Sida, incluso en nuestro país, que ostenta la tasa de prevalencia de esa enfermedad más baja del Caribe, gracias a la amplia difusión sobre el tema y al trabajo preventivo constante aunque nunca suficiente; podemos pensar —¡ y qué mejor momento que este!— en el amor.

Sí, en ese amor que debemos tenerle a la vida, que nos hará mantenernos alejados de actitudes insensatas y pensamientos ligeros.

Sí, en el amor que debemos tenernos los unos a los otros, para que cuando conozcamos que alguien fue débil y olvidó, no abandonarlo en un rincón, rechazarlo o hacerlo sentir más culpable.

Y también en el amor que podemos perder cuando, por imprudencias dejamos que el condón esté ausente… Cuando confiamos en que no engrosaremos la lista de quienes ya aprenden a vivir, de una manera distinta, a causa de un hecho que trastocó el cuándo, el cómo y el por qué.

Y debe pensarse también en ese amor que nos obligará a no violentar límites éticos que perjudiquen a otros, ese que me hizo conocer a dos muchachos que unieron sus destinos, aún cuando uno de ellos desde los momentos iniciales del roce le confesó al otro que podía contagiarlo. “Hay muchas maneras de amar”, me dijo él y después, cuando conocí a Giselle, lo pude entender mejor.


Compartir

Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


Deja tu comentario

Condición de protección de datos