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jueves, 21 de noviembre de 2024

El de Madonna y el que emancipa: el Che en disputa (II)

El performance político de Madonna es tan falso como su color de cabello...

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 23/05/2024
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Madonna y Che
Lo de Madonna se equipara a lo de la modelo Gisele Bundchen en el Sao Pablo Fashion Week 2002.

No solo activistas, también críticos y académicos han percibido la falsedad del performance político de Madonna, de sus gestos y frases, provocadores y confusos, la mayoría de las veces  chorreantes de sexo. Para la académica Pamela Robertson “la política de la artista está vacía de contenido” y como se afirma en el libro The I Hate Madonna Handbook, la política de la artista es tan falsa como su color de cabello.

Julie Brown en su libro Medusa: Dare to Be Truthful sugiere que las políticas sexuales de Madonna son sólo combustible para más publicidad. Y Adam Sexton, autor del libro Buscando desesperadamente a Madonna: En busca del significado de la mujer más famosa del mundo, dijo que “la política de Madonna, equivale y resulta en afirmar su derecho a masturbarse en el escenario”.

Como en  septiembre de 2012, cuando en un concierto ante 40.000 personas en Nueva York, se quitó la camisa para dejar ver un letrero en su espalda que decía: “Esta noche, no voy a mostraros mi trasero, voy a enseñaros lo que pienso (…) Gracias, mi Dios, por Michelle Obama y también por su bello marido”.

Y en 2016, durante una presentación en el Madison Square Garden cuando dijo, dirigiéndose a los hombres: “Si votan por Hillary Clinton, les daré una mamada… Me tomo mi tiempo. Y tengo mucho contacto visual (…) Se trata de mantener a Estados Unidos grande, no de hacerla grande”.

David Chaney, profesor de sociología para la Universidad de Durham explicó que lo más inquietante para muchos activistas políticos es que Madonna ha desestabilizado los signos fundamentales de pertinencia subcultural.

Diluyendo de tal modo el potencial contracultural de una “mutación” simbólica. Se extravían  los sentidos y se falsean los mecanismos perceptivos de los sujetos llamados al cambio, profundo y antisistémico; se les impiden  advertir las señales de alarma, o se le  inhabilitan los mecanismos de respuestas. Cerrándose, así, las vías de todo cambio revolucionario.

Es lo que se intenta con operatorias como la de Patrick Thomas en  la obra “Inversión americana en Cuba”, al componer la imagen del Guerrillero con logotipos de marcas. Y la empresa alemana Mercedes-Benz en la Feria Internacional de Electrónica de Consumo de 2012, cuando utilizó en la puesta en escena la famosa foto pero manipulada, sustituyendo la estrella por el logo de la marca. Resignificar la foto original de Korda para invertir los sentidos que concentra su historia.

Como la de Madonna con el Che en Copacabana. El Che de los vilipendiados se descoloca, se des-ubica  en una estructura  percibida como un todo. Un todo en el que integramos todas las formas y significados que atiborraron el show. Es decir, todos los iconos que aparecen en las pantallas, todos las composiciones   musicales y sus letras, los timbres y juegos de luces, los gestos  y las vestimentas  de  Madonna, sus bailarines e invitados,  más todas las significaciones  acumuladas y asentadas de esta marca registrada.

En 1990, la rubia de “Like a Virgin” protagonizó un comercial patrocinado por Rock the Vote, cuyo objetivo era comprometer a los jóvenes en política, para que  ejercieran el voto. En este, se veía a Madonna envuelta en una bandera de Estados Unidos, como atuendo de la diva que  improvisa una canción e invita a los jóvenes a registrase y votar. Los veteranos de guerra se molestaron, aquello fue para ellos una “profanación” a la bandera.

Pero lo más significativo, a propósito de lo que nos ocupa es lo que un producto como este ilustra: los peligros políticos inherentes al confundir el juego individual con la intervención social, como advirtió la teórica Roseann Mandziuk al analizar el video. Se produce y reproduce un sujeto consumidor de identidades flotantes y que se realizan con un gesto personal, privado o mediatizado. La rebeldía se  proyectar en los espejos narcisistas del homo selfies, en los códigos neoliberales de  “el cambio está en mí”.

Es lo que hizo Madonna para la portada del disco American Life (2003).

En  primera instancia, para la tapa del disco,  se había escogido una imagen de Madonna en donde se la veía arrodillada con campera militar y boina, en sus manos porta una ametralladora (pero este detalle es cubierto por la tipografía); detrás de ella se colocaron algunos elementos que representan la bandera americana y sobre su rostro dos grandes tachaduras en color rojo sangre. Unas imágenes tomadas por Craig McDean para el portfolio realizado en enero de 2003 para la revista Q.

A Madonna le pareció que sería mejor dar a la portada un estilo más “Che Guevara”, a quien ella definió como  “un ícono que se identifica inmediatamente con el espíritu revolucionario y que va con el tema del disco. Me siento en un estado mental revolucionario” comentó. Por eso,  se optó por hacer foco en un primer plano de su rostro, usando los mismos elementos del primer  diseño.

Es el Che convertido en un logo, un simple icono de rebeldía, como lo describió la estrella estadounidense, más recientemente   en la revista brasileña Veja: “un ícono instantáneamente identificado como un espíritu revolucionario”.

Son operatorias de marketing que pretenden escindir la esencia y  la apariencia, el ser  y el parecer. En este caso, una falsificación o styling, mediante el cual se atenúan las significaciones revolucionarias del Che, movilizadora de acciones colectivas, y se exaltan otras propiedades simbólicas que satisfacen las necesidades de aparentar, de  parecer rebelde.

Su simbolismo no fluye desde su esencia anticapitalista o anitimperialista, sino que se estanca como un disfraz  individual, de ocasión y utilitario. Un Che “cool” empinado por  Joseph Nye,  mediante el hilo de Madonna.

 


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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