Finalmente salió, ya recorren las pistas de las plataformas digitales el nuevo disco de Residente, con 23 pistas y múltiples colaboraciones. Tras un período de dudas, tras retrasar su lanzamiento debido al “genocidio macabro que destruye lentamente a Palestina”, el 5 de febrero Residente anunció que su segundo álbum como solista saldría una semana antes de que cerrara el mes más corto.
En una publicación en su cuenta de Instagram, el ya cuarentón artista se franqueó con sus seguidores: “Hace mucho que no salgo. No tengo los mismos ánimos que hace 20 años. Quiero hacer otras cosas hace tiempo. Quiero hacer cine, escribir un libro, quiero no tener que salir de gira, quiero estar con mi hijo mucho más, no quiero hacer entrevistas, quiero volver a dibujar, quiero hacer música por gusto no por necesidad y me quiero despedir pero no quiero. Entre todas las cosas que quiero y no quiero, sale este disco el 22 de febrero”
Para confirmarlo, publicó además un corto que protagoniza junto a la actriz española Najwa Nimri, la insensible policía de La casa de papel. En el corto, el rapero es un paciente que sigue un ejercicio de meditación guiada. La psicóloga, interpretada por Nimri le plantea un escenario ideal: “Ahora en la música, los hits pueden durar ocho minutos, como a ti te gusta. Y ya no hay canciones tontas, ni bailecitos de TikTok. Los influencers ya no existen y no hace falta modelar para ser artista. Los artistas se visten mal, así como tú”.
El 12 de enero, había adelantado el primer sencillo, “Ron en el piso”; un video en el que mira en perspectiva dos décadas de carrera y cuya canción escribió después del fallecimiento de su primo Julián a finales del 2021. “Junto con mi primo empezó la ruta rumbo a calle 13, la calle a la que le debo todo. Esa noche el lápiz fue del tiempo que se va y el recorrido que se queda”, expresó en una publicación en sus redes sociales.
En siete minutos el retrospectivo videoclip destila nostalgia, desde su madura experiencia. Comienza en una tienda de discos con polvorientos CD de Calle 13 y un banner con su rostro mucho más joven que es echado a la basura después que se resiste a residir y vuela, hilvanando paisajes de su artística y personal. El devenido cineasta retrata su propio funeral en una secuencia similar al final de la película Big Fish. Entre los asistentes su madre, sus hermanos, la madre de su hijo Milo y los rostros protagonistas de su videoclips. Y el temba Residente que se ha ido llenando de tatuajes.
“Me siento viejo cuando los chamaquitos ahora me dicen leyenda”, expresa en la canción. “Aunque le saque to’ el polvo a mis trofeos. En el cartel mi nombre ni lo veo. Si me quieren ver, que se tiren pa’l museo”, rapea con base de R&B. “Estoy igual de joven, pero con menos fechas en la agenda”. “Ya nada es como antes. Yo sé que ya no soy tan relevante”, también canta. “Del tiempo nadie se salva, pregúntale al tinte que me pinta las canas de la barba. Igual sigo dando brincos porque todavía me siento como de 25″.
Ciertamente, en lo que ya ha salido del álbum queda más que claro esa segunda pasión que es hacer cine; de la que ya supimos en anteriores videoclips. Al René de ahora le interesa más hacer audiovisuales que hacer giras y dar conciertos. Ya en el rol de director, guionista, o de actor. Como contó a la Revista GQ, está ultimando el guion de su primer largometraje junto al guionista estadounidense Alexander Dinelaris, una suerte de drama histórico sobre Puerto Rico. Por demás, fue noticia su debut en el protagónico de In the Summers, un largometraje dirigido por Alessandra Lacorazza, estrenado el 22 de enero en el Festival de Sundance, donde ganó el premio del jurado por película dramática.
El concepto del disco se complementa y enriquece con cortos y los videoclips que el mismo concibe y dirige. Hay que ver todos los audiovisuales que ha venido anticipando desde el verano pasado para entender sobre qué discursa en Las palabras no importan y de sus preocupaciones como artista. Tanto los cortos “Ruptura”, “Residente y El Cura”, “La última tanda” y “El “Brindis”; como los videoclips “Bajo y batería” y “Quiero ser baladista”. Los primeros son como puentes, llenos de hipervínculos con los segundos.
Para algunos, Las palabras no importan podría ser más de lo mismo, aunque en todo caso, más de lo propio de Residente, de su continuum rebelde y contestatario, de sus habituales críticas a determinadas aristas de la Industria. Esa ha sido su marca, lo que lo distingue dentro de lo mainstream. El uso que él hace de la SONY y que el emporio discográfico le permite, porque, si bien corre a la izquierda de la mayoría, no pone en peligro su dominio, ni desmonta la racionalidad hegemónica, la que socializa multimedialmente.
A otros, les llega como la buena brisa, es un suspiro ante tanta bazofia y melcocha, enlatadas y registradas por las disqueras y las empresas que viven de su distribución. El nuevo disco y sus videoclips son la reacción artística que deseaban; como un artivismo que no "compone verano" pero calienta esperanzas en otra globalización, mejor y posible, de otra nueva música, bendita y siempre cambiante como expresión de la naturaleza humana, que expanda y enriquezca la sensibilidad de los que la escuchen. Como la que sobrevive y resiste fuera de los muros de lo Pop y lo “famoso”, que pone a vibrar las neuronas, los cerebros y los cuerpos en la misma frecuencia que la Humanidad, venga de Gaza o de Trujillo, fluya por el Orinoco o por el Zambesi, suene en un bicitaxi habanero o en un burdel de Sonagachi.
Para el propio René Pérez es como un tránsito. En este álbum hay del Residente que desea superar y del nuevo que vendrá, que va al entierro de aquel de “Atrévete-Te-Te”, que le explica a su legendaria gorra negra con la [R] por qué reniega del Residente de las tiraderas contra Tempo, NK Profeta y J Balvin, que recurre al sicoanalista, al cura y al ron, que sufre porque las palabras ya no importan.
“Este disco es como una transición y quizás se nota, como que hay unos temas ahí que yo no hubiese sacado, pero que están ahí, están hechos y me gustan también, pero no forman parte de la etapa en la que estoy ahora”, nos dice. “Y no dejan de ser parte de mí, porque el pasado es parte de uno, pero lo que venga después de este disco, que va a venir algo, creo que va a ser bien distinto”, confesó en una reciente entrevista.
Aunque para mí, se le ha visto transitar hacia un Residente menos radical que el que se acercara a Hugo Chávez o que se llegara hasta peligrosos y oscuros rincones para construir su anterior propuesta discográfica. Nos dice que se libera de los dictados de la industria, de la presión del público, del afán de conectar con las nuevas generaciones, pero coquetea con ciertas narrativas que ponen a rodar los poderosos, en nombre de un falso humanismo y una más falsa “libertad de expresión”. Como que se deja llevar más por lo que escucha, desde su cómoda casona de Los Ángeles, que de lo comprueba en “la caliente”.
- Consulte además: ¿Residente con el pueblo cubano? o Un outsider en su laberinto (II)
Ojalá prepondere el Residente que se molesta por la insensibilidad de los exponentes del género urbano ante el genocidio que se comente en Gaza y por lo cual pospuso el lanzamiento del disco. Como declaró en una directa por Instagram, a finales de año, y como manifestó en una entrevista para El País, publicada en febrero.
“Entiendo que todo el mundo tiene que trabajar y tiene que buscar la manera de seguir viviendo, pero hay un grupo de seres humanos, matando a otros en la cara de todo el mundo, y nadie dice nada, o mucha gente que pudiese decir cosas no dicen cosas... Entonces eso duele cuando lo ves”, comenzó diciendo en el registro audiovisual de la conversación.
“Veo a los palestinos, diciendo que los dejaron solos, se refieren a que el mundo entero, todos los países que vieron esto, debieron haberse detenido, no solo a nivel de manifestación, sino detener todo. Grammy, suspenderlo, suspender todo. No vi nada. Pero lo que sí vi, fue que no salió ninguna noticia, es que nadie habló sobre lo que está pasando en Gaza y en Palestina y un poco me dolió, como que me sentí lo que jodido que está la humanidad”, reflexionó refiriéndose a la última edición de los Grammy Latinos realizados en Sevilla y donde coronaron a Karol G en el apartado de Mejor álbum del año y a la colaboración de Shakira y Bizarrap, como Canción del año.
“El género urbano pelea por pendejadas y nadie dice nada de Palestina. Por eso, no quiero pertenecer a esa escena (...) "Hubo chamacos que me dijeron: 'Bueno, René, es que yo no sé qué decir. Y yo les contesté: ‘¿Cómo que no sabes, cabrón?’. Es tan grave que deberíamos hasta parar de tocar. ¿Qué nos queda de humanidad? Todo esto me frustra", comentó desalentado. Y a preguntársele si consideraba que a los músicos les falta valentía sentenció: "Creo que es peor: tienen indiferencia. Como dice la canción de León Gieco, yo solo le pido a Dios que la guerra nunca me sea indiferente”.
René acaba de cumplir 46 años. Como aún cree en el valor de los conceptos, de las metáforas y las palabras, se siente “fuera de lo que está ocurriendo en la música; para suerte del Arte y del propio Residente.
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