La religiosidad forma la esencia de la espiritualidad y es su componente más universal y estable. Ninguna ideología y ninguna teoría política convocan tanto ni es compartida por tantos miles de millones de personas como las creencias religiosas; tampoco ningún prejuicio es tan firme como cuando se sacraliza.
Aquello que en las sociedades ágrafas fueron mitos se convirtieron luego en revelaciones, mandamientos, códices, textos, cánones y ritos que sirvieron de base a teorías (teologías) y otros elementos que codificaron y convirtieron a la fe, las religiones, las iglesias y las jerarquías clericales en elementos estructurales de todas las sociedades, culturas y civilizaciones. De todas las predicas la que menos convoca es el ateísmo.
Por su papel en la cohesión social alcanzada a cuenta de predicar una ética, promover una obra y también de penalizar la herejía y generar temores, la fe y las religiones se asociaron al poder que en diferentes etapas y lugares fue incluso ejercido directamente por elementos de la jerarquía.
No obstante el progreso y sobre todo la aparición de las ideas liberales clásicas (no el liberalismo de hoy), incluidas la soberanía popular, la democracia con todos sus atributos: igualdad jurídica, elecciones, transparencia, derechos humanos y otros, aconsejaron la separación orgánica, funcional y conceptual del poder y la fe, las iglesias y los estados.
En ese aspecto todas las corrientes políticas en todas partes coincidieron, entre otras cosas porque la democracia laica garantizaba la libertad de cultos y de conciencia religiosa. La iglesia Católica por ejemplo fue más fuerte e influyente en la medida en que se distanció del poder temporal y asumió como único cometido el ejercicio de un liderazgo espiritual. La Iglesia no es fuerte por sus ejércitos ni por sus millones, sino por su capacidad de integrarse a las mejores aspiraciones humanas.
En La Dominación Británica en la India, uno de sus artículos más polémicos, Carlos Marx, atribuyó un rol civilizatorio al colonialismo. “La intromisión inglesa… [produjo] la más grande, y, para decir la verdad, la única revolución social que jamás se ha visto en Asia. Al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos…pero…a pesar de sus crímenes… fue el instrumento inconsciente de la historia.
El laicismo se consolidó con la separación de la religión del Estado, avanzó con los procesos independentistas del siglo XIX en el Nuevo Mundo, se enfatizó con la derrota del Imperio Otomano y pareció definitivamente consolidado con el movimiento de liberación nacional afroasiático. No obstante en los últimos 60 años se experimentó un claro retroceso.
Primero fue Israel que en 1948, nació como un “Estado Judío”; Irán donde la derrota del despotismo del sha Muhammad Reza Pahlavi condujo a una teocracia, luego el Talibán en Afganistán estableció un régimen fundamentalista antediluviano, seguidamente en Palestina Hamas, un movimiento islámico llegó al poder por vía electoral y por último Mohamed Mursi que como resultado de la “Primavera Árabe”, representando a la Hermandad Musulmana alcanzó la presidencia de Egipto.
En todos los casos, incluyendo algunos países del África negra cuyos líderes (no sus pueblos que no cuentan) se convirtieron al Islam, junto con evoluciones políticamente positivas, se transitó de regímenes laicos hacia modelos políticos confesionales.
Derrotar a un déspota para establecer una dictadura teocrática no es ningún avance. El progreso de la humanidad y de los pueblos está ligado a la modernidad política, al predominio del pensamiento jurídico avanzado, a los valores universales de la democracia, en primer lugar a la soberanía popular y a los procedimientos mediante los cuales se legitiman los liderazgos.
La fe y las religiones son legítimas cuando promueven la libertad, la felicidad y la tolerancia y utilizan su poder de convicción y su influencia espiritual para iluminar a los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan por el progreso y el bienestar; de otro modo son impugnables.
Obviamente el laicismo no lo es todo. Además de laicos los estados, los modelos políticos y los gobiernos han de ser justos, legítimos, competentes y cumplir el cometido de trabajar por el bien común. Allá nos vemos.
Alejandro Rodríguez
31/1/13 10:03
He leído su post, el cual encuentro muy interesante, por el enfoque que da, sobre los aspectos políticos vinculados a "la Fe". Pero debo discrepar, ya que el concepto de Fe que se utiliza, es como si la Fe, fuese un arma utilizada por la religión para lograr sus fines. La Biblia establece en Hebreos 11:1 que la fe ..."es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve"...y establece además que la Fe es un don que da Dios, lo vemos en Efesios 2:8 cuando dice que..." porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros (la Fe) pues es don de Dios"... en fin, que no se debe establecer (para no ser absoluto y decir que no se puede) la Fe, como un arma o un recurso usado para dominar sobre la conciencia humana, pues la Fe, al ser dada por Dios en el trato del Espíritu Santo con el creyente, brota en el corazón humano, por tanto, es imposible usar la genuina Fe para establecer un dominio humano. Desgraciadamente hoy en día y quizás desde antes, el concepto de Fe se ha visto tergiversado y por tanto dañado, en fin de poder explicar la influencia de las religiones sobre la humanidad. No es mi deseo discutir, ni mucho menos imponer mi criterio, solo deseo hacer un paréntesis, donde la Fe, sea justamente defendida, no por convicciones humanas, ni ideales humanos, sino, por la propia palabra de Dios o sea la Biblia.
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