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domingo, 22 de diciembre de 2024

Hegemonía y geopolítica nuclear

La estrategia de EE.UU. de examinar las cuestiones nucleares en el Medio Oriente y Corea constituye una posición totalmente inviable...

Jorge Gómez Barata
en Exclusivo 07/01/2012
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Armas nucleares

Cuando parecía que la existencia de arsenales con miles de armas nucleares dejaba de ser un peligro y un secreto, el hecho de que Corea tenga una bomba o la sospecha de que Irán pueda producir alguna, se ha convertido en una obsesión para quien menos debería temer.

A fines de 2009 Estados Unidos contaba con: 5 113 cabezas nucleares; mientras el potencial ruso se estimaba en unas 4 600. Sumando todas las ojivas atómicas (almacenadas y obsoletas) entre las dos superpotencias alcanzaban las 22 613. Los otros siete países nucleares: Francia, Reino Unido, China, Pakistán, India, Corea del Norte e Israel añadían unos mil artefactos.

Sin contar silos y otros emplazamientos terrestres, submarinos, portaaviones y aviones, grandes buques y misiles, por cada bomba atómica que posea Corea del Norte, Estados Unidos puede tener más de dos mil. Excepto Rusia, con variaciones en las proporciones, la cuenta es válida para cualquier otro Estado. En términos nucleares ningún país (excepto que quiera suicidarse) constituye un riesgo al que Estados Unidos o Rusia no puedan responder abrumadoramente.

¿Por qué entonces la exagerada preocupación norteamericana porque Irán o Corea del Norte posean una o varias bombas? No se trata de seguridad, sino de geopolítica.

La respuesta tiene dos partes:

 (1) Ahora ni nunca Corea del Norte o Irán podrán afectar la seguridad y mucho menos la supervivencia de los Estados Unidos, aunque si quebrar su hegemonía. Tal vez se trata de eso.

 (2) Además de su seguridad, Estados Unidos responde por la de algunos de sus aliados, principalmente: Israel que con apenas 21 946 km² puede ser diezmado por un golpe nuclear y Corea del Sur con menos de 100 000 km².

En cualquier caso más que protagonista de los contenciosos nucleares del momento (Medio Oriente y Corea), Estados Unidos es rehén de sus aliados a los cuales es preciso proteger porque ellos constituyen la garantía de la presencia norteamericana en aéreas claves y en contextos donde el imperio, ha de actuar por persona interpuesta.

Provocar el desarme nuclear de Corea del Norte es vital para Estados Unidos que suma su poderío atómico y convencional desplegado en Corea del Sur y los mares adyacentes al de las fuerzas armadas de Seúl.

El conjunto forma un impresionante dispositivo de: tropas terrestres y blindados y destacamentos aeronavales de importancia estratégica para sostener la presión que ejerce sobre China y Rusia, países a los cuales desde Corea del Sur puede alcanzar con todas las armas, incluso acceder por tierra.

Respecto al Medio Oriente, de no ser por sus obligaciones con Israel quien presta a Washington un extraordinario servicio en el control de la región, para Estados Unidos sería irrelevante las armas que pudiera o no tener Irán.

Aunque poseer los yacimientos petrolíferos o ponerlos bajo la custodia de gobiernos aliados es importante para Norteamérica, ello no significa que allí donde tal situación no se alcance haya que librar costosas guerras para obtenerlo. Ninguno de los grandes productores de petróleo lo quiere para sí y todos se esfuerzan por venderlo en las mayores cantidades posibles. Venezuela, a pesar de su conflictiva relación con los Estados Unidos, mantiene estable los suministros a ese país.

En cuanto a Corea del Norte desde el gobierno de Clinton se encontraron formulas para avanzar en la seguridad nuclear de la región que, dicho sea de paso, colapsó primero en Japón y, en diferentes momentos se han dado pasos adelante respecto al desarme nuclear en la península que no avanzó más por la inconstancia y la falta de voluntad política de Washington.

La estrategia de Estados Unidos de examinar las cuestiones nucleares en el Medio Oriente y la península coreana, al margen de los intereses de seguridad de los países concernidos y de otros factores políticos, militares y económicos en la región, constituye una posición totalmente inviable.

Si bien Irán debido a su condición de firmante del Tratado de No Proliferación, renunció al derecho a desarrollar armas nucleares (cosa que insistentemente ratifica), tampoco Israel tiene tal prerrogativa. Pedirle al Estado persa que viva eternamente bajo la amenaza nuclear israelí, es lo mismo que pedirle a Israel que se desarme frente a sus adversarios árabes.

En realidad sólo una política de contención nuclear justa, equilibrada e igual para todos los países que se diseñe tomando en cuenta las realidades vigentes, podrá aportar soluciones justas y duraderas.

De existir una verdadera voluntad política de todas las partes incluyendo a Israel, Europa y los Estados Unidos, no parece excepcionalmente difícil desactivar los más peligrosos contenciosos nucleares. Lo que parece imposible es lograrlo a la usanza imperial que propone una versión atómica de la “ley del embudo”. Allá nos vemos.


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Jorge Gómez Barata

Profesor, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU. y especializado en temas de política internacional.


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