En América Latina los candidatos presidenciables sueñan con alcanzar el 50 por ciento de los votos para evadir una segunda vuelta electoral. Venezuela es la excepción porque allí, además de una elección, de hecho hubo un referéndum. No sólo se discutió acerca del presidente sino del modelo social, no únicamente quien gobernaría sino cómo lo haría. En ese debate aunque por estrecho margen, ganó el socialismo y quien lo defendió. No es la primera vez que ocurre en el mundo pero si en América Latina.
Obviamente el capitalismo y quien electoralmente lo representó esta vez, Henrique Capriles disfrutan allí de simpatías y tienen espacio, cosa que explica los votos obtenidos. Ningún candidato perdedor o ganador en Venezuela, excepto Chávez y Maduro, obtuvo tantos votos.
Las jornadas han sido más dramáticas porque en ellas Hugo Chávez no estuvo, aunque como símbolo y referente su memoria presidió el evento. La mitad de los venezolanos quieren y confían en el programa que el finado líder esbozó y en las metas que trazó. Tal vez en la otra mitad, no todos rechazan programas y metas, sino que tienen otras dudas. La tensión es máxima y la polarización extrema. La derecha perdedora trata de añadir presión a la caldera, la izquierda debe restarle.
Optar por el socialismo en las urnas cuando todavía no se ha despejado la polvareda dejada por el derrumbe del socialismo real que barrió con la segunda superpotencia del planeta y el sistema político de otra decena países, es un suceso político de dimensiones históricas. El Chavismo no sólo compitió contra Capriles, sino contra prejuicios sólidamente establecidos y contra la conspiración mediática e imperial internacional y lo hicieron con un partido que recién se estrena y con un líder emergente; se trata de conquistas que no pueden ser demeritadas.
La vanguardia política venezolana está ante hechos que requieren lecturas atentas y en medio de una victoria que no sólo hay que disfrutar sino, administrar y consolidar. Chávez que sabía cómo hacerlo, no está y puede inspirar a los nuevos líderes pero no hacerles el trabajo.
La Revolución Bolivariana tiene lo que pocos procesos políticos han tenido: una segunda oportunidad y un chance para la reflexión y el reajuste. Experiencias hay, también determinación y apoyo popular, falta ensamblarlo todo en un empeño coherente y viable que sume y para ello, entre otras cosas, es preciso atenuar la contienda ideológica, atenuar la crispación, restablecer el orden y avanzar como hizo Chávez en el campo social y económico.
La coyuntura recuerda los primeros años de la Revolución Cubana cuando Fidel Castro impulsaba medidas de justicia social y rescate de los recursos nacionales y era por ello, entonces sin razón, acusado de implantar el comunismo, ante lo cual las masas reaccionaban de un modo inmortalizado por conocidas coplas: “Si las cosas de Fidel son cosas de comunista/ Que me pongan en la lista/ estoy de acuerdo con él.
Las masas venezolanas como antes hicieron las cubanas, apoyaron a Fidel y a Chávez no por ideología o retórica sino por sus actos y por las transformaciones sociales que impulsaron. Sin orden y avances obvios y palpables en el nivel y la calidad de la vida, en las oportunidades de educación y empleo y el espacio para todos los proyectos de vida que incluya a todos los sectores y capas de la sociedad, el socialismo carece de futuro.
Tenemos tiempo y no faltará la ocasión. Luego les cuento. Allá nos vemos.
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