Ausente presente

A mediados de la década de los 60 del siglo pasado, varios estudiantes de la Escuela Secundaria Básica Carlos Echenagusía Peña, de Trinidad, en la provincia de Sancti Spíritus, fuimos escogidos para integrar los equipos de enumeradores de ganado mayor en las montañas del Escambray.

Teníamos una asignatura en la cual nos daban conocimientos elementales de agricultura y ganadería, pero no fueron suficientes para entender el seminario en el cual nos trataban de explicar las categorías de los animales según la edad. Alguien de los voluntarios dijo que solamente sería capaz de saber si el animal era macho o hembra, a lo cual nos dieron la más contundente de las respuestas: ustedes ocúpense de llenar las planillas porque alguien que sabe irá de jefe de grupo.

Con estos recuerdos, al comienzo de la década de los años 70, respondí a la convocatoria a los estudiantes de la Universidad de La Habana para integrar un nutrido grupo que en el país, el mismo día, a la misma hora, se dedicaría a censar a todos los habitantes de Cuba.

Como en el caso del conteo de ganado, también aquí hubo seminarios, que en este caso provocaron chistes como el de la clasificación del presente no residente, a lo cual la imaginación humorística le agregó a los “presentes ausentes” para aludir a quienes debían realizar una función, estaban en su puesto de trabajo, pero no la hacían.

Ahora tenemos que poner de moda al ausente presente, y estoy en ese caso, pues no entro ni salgo de mi centro laboral, del cual soy un consuetudinario ausente, pues únicamente voy a alguna que otra reunión, y ni a cobrar, porque el salario lo depositan en tarjetas magnéticas.

Además, mi dirección de residencia no está en La Habana, sino en Santa Clara. Por cierto, algunas administraciones aún no se han enterado de que no hay prohibición para contratar a alguien del interior, como suelen llamarnos a los que no estamos registrados en la capital de todos los cubanos.

Pues si existiera la clasificación del ausente presente, estoy entre ellos, gracias al desarrollo de la informatización en Cuba, pues como gestor de redes sociales realizo esa y otras labores adicionales en el periódico Trabajadores sin importar donde esté, pues basta, en un porcentaje, estar en una zona wifi o que haya datos móviles para extraer de la mochila un teléfono celular, la tableta o una laptop, para realizar la faena.

Reitero que “basta en un porcentaje” porque también esta modalidad laboral llamada teletrabajo o trabajo a distancia requiere comprensión de quienes dirigen; disciplina y autocontrol del empleado, y también algunos procederes que comparto:

Es necesario también tener una lista de todas las personas posibles con sus teléfonos fijos de la casa y la oficina, celulares particulares y estatales, correos electrónicos que más usan, sus cuentas en Facebook y otras redes sociales y, por supuesto, el teletrabajador también tiene que darle esos datos a los demás.

Es recomendable conocerlos personalmente y, si es posible, fotografiarse con los colegas y que ellos también tengan la fotos, tener aunque sea una mínima idea de cómo son, y disponer de todo cuanto imaginemos que será necesario para comunicarnos con la mayor confianza.

Si importante es saber qué hace cada uno en el centro laboral y sus procedimientos, también es imprescindible que ellos sepan lo mismo del teletrabajador. Resulta muy útil el intercambio a través de correos electrónicos, las relaciones en Facebook y sobre todo crear un chat colectivo a través del cual les saludemos y digamos aunque sea el estado del tiempo, además de usarlo para coordinar las actividades y saber qué ocurre en el colectivo.

Estas son algunas experiencias acumuladas en poco más de un año de teletrabajo. ¿Alguien tiene otras para ser un ausente con alto grado de presencia? Agradecemos que las compartan en el espacio de comentarios. Ah, y no olviden que para enviarlos tienen que desplazar la flechita.